PREMISA IMPORTANTE
Esta Web no puede visitarse
ni leerse del mismo modo como se acostumbra hoy en día a entrar en
Internet. En cierto sentido, el navegante que aquí llegue debe conquistar
cada página, incluso algunos párrafos o frases, mediante su trabajo. Debe
entrar en este espacio con toda su mente y con todo su corazón. Y esto es
así necesariamente, porque sólo con ese esfuerzo pueden estos escritos
realizar el propósito para el que han nacido. Estas páginas están empapadas
de cierta clase de energía, imbuidas con determinada intención, pero si no
te acercas a ellas apropiadamente no transmutará tu ser. Por eso, no
pretendemos que sólo leas mecánicamente estos escritos. Si esta es tu
intención, es también tu elección. De esa manera, ya te avisamos de que no
encontrarás aquí más que en otros lugares de parecidas características. Tenemos algo que decirte que
probablemente desbaratará el orden aceptado, la tradición y todas esas
cosas, por eso debes leer de una manera amistosa, intentar comprobar lo
que tratamos de que comprendas y descubrir la verdad de lo que estamos
expresando. Desde luego, no es lo más apropiado limitarte a reaccionar y
erigir una barrera defensiva antes de comprender lo que verdaderamente
queremos comunicarte. Deseamos comunicarte algo, y
en un verdadero diálogo ambas partes deben estar dispuestas a
transformarse. Si no te encuentras con esta disposición de ánimo, entrar
en esta Web será una pérdida de tiempo. Si creemos que monopolizamos la
verdad y aun así establecemos un diálogo, éste diálogo no será auténtico.
Al iniciar un diálogo debemos pensar y sentir que tenemos la posibilidad
de llevar a cabo un cambio en nuestro interior, que podemos profundizar
más en nosotros mismos y, por lo tanto, también en esa vida en la que
estamos inmersos, en esa gran desconocida. Si, por el contrario, buscas
más allá de las palabras y de los significados, aquí encontrarás parte de
las verdades, con minúscula, que nos dan la dirección correcta de la
Verdad. Queremos
mostrarte que pueden convivir unas perspectivas de la vida diferentes y sin
embargo con un nexo en común... el conocimiento. Si el conocimiento que
recibimos sólo lo obtenemos de una fuente, únicamente poseeremos una parte
de la verdad. ¡No hay verdades absolutas! quien pretenda encontrar esa
verdad, se estará condenando a una vida de fracasos que le llevará a la
confusión y desesperación.
Debemos llegar a comprender que la verdad se
encuentra en todas partes, incluso donde no pensamos encontrarla. Hay
algunas verdades que son fáciles de encontrar, otras requieren esfuerzo y
voluntad, y alguna de ellas... dolor. Por lo tanto, debemos indagar en el
mayor número de fuentes que nos sea posible, que nuestro discernimiento vaya
logrando asimilar los diferentes aspectos de la verdad y, al final...
encontrar LA PROPIA VERDAD.
Cuentan que un buscador de la verdad salió en cierta ocasión a los caminos
de Iurancha -el mundo- Y allí, en el gran
cruce del mundo interrogó a sus hermanos. Decidme, ¿cuál es
la verdad? Busca la filosofía
-respondieron los filósofos-. No, -argumentaron
los políticos- la verdad está en el servicio. Entra a las
catedrales -le aseguraron los clérigos-. Sin duda, la verdad
es la sabiduría -terciaron los sabios-. Renuncia a todo
-esgrimieron los ascetas-. Contempla y ensalza
las maravillas del señor -le anunciaron los místicos-. Acata y cumple las
leyes -señalaron los gobernantes-. Conócete a ti mismo
-cantaron los guardianes del esoterismo-. La verdad está en
los números sagrados -dedujeron los cabalistas-. Vive los placeres
-aconsejaron los epicúreos-. Únete a nosotros
-le gritaron los revolucionarios-. La verdad es un
mito -respondieron los escépticos-. Vive y deja vivir
-clamaron los existencialistas-. El pasado: esa es
la única verdad -clamaron los existencialistas-. Confundido, aquel
humano se dejó caer sobre el polvo del camino, mientras aquella multitud
se alejaba cantando y reivindicando “su” verdad. En eso, acertó a
pasar junto al hombre un venerable anciano que portaba un refulgente
diamante. ¿Quién eres?
Preguntó el derrotado buscador de la verdad. Y el anciano,
mostrándole el diamante respondió: Soy el guardián de
la verdad. ¿La Verdad? ¿Es que
existe? El anciano sonrió y
aproximando la gema al rostro del humano, replicó: La verdad, como
este tesoro, tiene mil caras. A cada uno le corresponde averiguar cual es
la que le corresponde.
Recibe un cordial saludo
David Subirons Vallellano
Director de Comunicación
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