Si,
de pronto, alguien nos preguntara: “¿Qué es lo real?”, primero nos
sentiríamos un tanto perplejos; después, le mostraríamos con total
seguridad lo que tuviéramos a mano a modo de contestación. Pero la
pregunta va más allá de nuestra visión natural, es una pregunta que
requiere algún sentido perceptivo más de los cinco que siempre hemos
considerado.
La realidad debe ser algo
que subyace y da sentido a lo real. Está debajo de las cosas, siendo ellas, pero
sin reducirse a ellas. La realidad aparente se nos aparece primeramente como lo
más próximo a nosotros. Lo que esta lejano se hace real cuando se acerca y se
convierte, de alguna manera, en cotidiano. Quizá sea ésta la primera experiencia
que tenemos de la realidad como las cosas que nos rodean. Un numerosísimo grupo
de personas creen hasta el final de sus días que esa es la única realidad.
Hay
un segundo momento en el que captamos a los otros como presencias en persona.
Sucede así cuando el otro se desliza en mi mundo y me mira: ¿Qué es ese objeto
inquietante en virtud del cual yo cobro otra dimensión diferente ante mí mismo,
de tal manera que “me veo porque me ve”?” (Sartre)
¿Cuál es la razón por la que
los seres humanos nos hacemos este tipo de preguntas sobre la realidad? ¿No es
suficiente con lo que se llama la visión natural del mundo? ¿La realidad es algo
en sí misma o sólo nuestra percepción?
Puede que todo provenga de la interna búsqueda de la verdad.
Pero, no hay un sendero hacia la verdad, ella debe llegar a uno. No hay dos
verdades. La verdad no es del pasado ni del presente, es intemporal; y el hombre
que se acoge a cualquier doctrina y cita la verdad de Buda, de Mahoma, o de
Cristo, o aquel que comulga y se identifica sin una búsqueda interior propia con
los escritos de esta página, no encontrará la verdad. La repetición es una
mentira.
El
ser humano no puede acercarse a la verdad a través de ninguna organización,
ningún credo, sacerdote, o ritual, ni a través de alguna técnica filosófica.
Tiene que encontrarla a través del espejo de las relaciones, a través de los
contenidos de su propia mente, de la observación, y no a través del análisis
intelectual o la disección introspectiva. El hombre ha construido en sí
mismo imágenes (religiosas, políticas, personales) como una valla de
seguridad. Estas se manifiestan como símbolos, ideas, creencias. La carga de
estas imágenes domina el pensamiento del hombre, sus relaciones y su vida
diaria. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas pues dividen a los
seres humanos.
La
verdad no puede ser acumulada. Lo que se acumula es siempre destruido; se
marchita. La verdad no puede marchitarse jamás, porque sólo podemos dar con
ella de instante en instante, en cada pensamiento, en cada relación, en cada
palabra, en cada gesto, en una sonrisa, en las lágrimas. La verdad no tiene
morada fija, la verdad no es continua, no tiene lugar permanente. Es siempre
nueva; por lo tanto es intemporal. Lo que fue verdad ayer no es verdad hoy,
lo que es verdad hoy no será verdad mañana. La verdad está en enfrentarse de
un modo nuevo a la vida. ¿Puede la verdad ser hallada en un medio
particular, en un clima especial, entre determinadas personas? ¿Está aquí y
no allá? ¿Es tal persona la que nos guía hacia la verdad, y no otra?
¿Existe, acaso, guía alguno? Cuando la verdad es buscada, lo que encontramos
sólo puede provenir de la ignorancia, porque la búsqueda misma nace de la
ignorancia.
Conoce la verdad sólo aquel que no busca, que no lucha, que no trata de obtener
un resultado. No se puede buscar una verdad absoluta, ya que la verdad no tiene
continuidad.
Uno no puede buscar la realidad, “uno” debe cesar para que la realidad sea.
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