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Aforismos II.
• Toma la vida como un maestro. Enfrenta las situaciones de la vida desde
una simplicidad que le permite aprender. No gusta del artificio ni de la
presuntuosidad. Habla de corazón a corazón y sabe que tiene en común con
todos los seres que sienten del mundo la Sabiduría que brota de la Fuente
Primordial. La intrepidez del guerrero espiritual consiste en abrirse, no en
parapetarse ni mucho menos atrincherarse. Procede con precisión en la
urgencia del momento.
• No crea resistencia. Está. No se sirve de componendas. Es. Desarrolla un
gran sentido del humor, pero jamás juega con la Enseñanza. Nada de
autoengaño, nada de subterfugios. Examina sus propias mezquindades, se pone
dolorosamente al descubierto, explora sus actitudes egocéntricas, abre su
psiquis en canal ante sí mismo. Se encamina siempre hacia la dimensión de la
veracidad. Se encara con todos sus fantasmas internos. Porque es un guerrero
se enfrenta a todas sus deficiencias, se desenmascara para evolucionar. Su
contienda es el cambio interno.
• Alterna sensibilidad y coraje. Con sensibilidad vive todas las
situaciones; con coraje supera las circunstancias adversas.
• El guerrero espiritual limpia su mente. Nada de dogmas, ni de ideologías,
ni de obsesiones. Todo ello le roba su brillo, su fuerza, su talante. Nada
de prejuicios ni adoctrinamientos. Todo ello le roba su frescura, su
destreza. Confía en la observación penetrante, más allá de los filtros y
acumulaciones. Sabe que el mejor consejero es la armonía interior y la mejor
lámpara la comprensión lúcida. Se apoya en la disciplina y el esfuerzo no
coercitivo ni compulsivo. No se deja tomar por la rutina ni por el
aburrimiento. Se desliza por una dimensión de consciencia libre de la avidez
y la aversión. Sabe quemar sus falsos ropajes y disfraces. Se adiestra en la
actitud amorosa, en la relación en apertura. Pone todo su empeño en
desmantelar la sofisticada estructura del ego.
• Cuando el guerrero espiritual se siente o se sabe solo, se conecta con el
linaje de los guerreros espirituales, se siente uno dentro del círculo
interno de la humanidad, toma inspiración y fortaleza de aquellos que
despertaron y realizaron su heroicidad espiritual. Entonces recobra su
intrepidez.
• Las dificultades y contrariedades son la oportunidad de oro para el
guerrero espiritual. Le estimulan a ser diestro, preciso, superar los
temores, confiar en su energía para relacionarse sabiamente con la situación
y apelar a su resistencia y ecuanimidad. Las dificultades le entonan, le
robustecen, evitan que su ánimo se enmohezca.
• El guerrero espiritual alimenta un sentido de profundo respeto por sí
mismo y por los demás. No hay verdadero amor sin respeto. Respetar es no
dañar, no exigir, no obligar, no agredir ni siquiera a la forma más sutil.
Respetar es no manipular, no servirse de artimañas para explotar a los
otros. Su actitud de respeto es una fragancia que se desparrama a su
alrededor. Nunca se muestra arrogante ni mezquino, y no gusta de hallar
subterfugios falaces como las culpabilizaciones propias o ajenas. No se
autocompadece, no se lamenta.
• Medita en la muerte como inevitable, imprevisible, irreparable definitiva,
porque así potencia cada segundo de su vida y lo pone al servicio de la
búsqueda. No hay tiempo que perder. Inspirándose en el mensajero divino de
la muerte, fortalece su propósito, pule su actitud, no busca consuelos
inútiles, no se deja seducir por las apariencias, no se pierde en
futilidades, cultiva una conducta adecuada, no se enreda con mezquindades.
Muere a su vieja sicología antes de que la muerte física le tome. No puede
morir el que ya ha muerto. |
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