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La "casta de los alquimistas".
Estudiar la Alquimia,
leer los antiguos tratados...)
Pero los antiguos
libros que hablan de Alquimia están escritos para los iniciados: son oscuros
y muchas veces difíciles de comprender. Es por ello que gran parte de los
experimentos primitivos, realizados por entusiastas codiciosos de obtener
oro a bajo precio, fracasaran estrepitosamente... lo cual hizo que muchos
practicantes que se lanzaron a la Alquimia con un desbordante entusiasmo se
desanimaran rápidamente y abandonaran el campo, mientras otros declaraban
públicamente que la Alquimia no era más que un fraude.
Frente a estos
rápidos desanimados, sin embargo, otros alquimistas, con mayor tesón o más
fundamento de causa, prosiguieron sus experimentos pese a los constantes y
ya previstos fracasos iniciales, buscando e investigando por ellos mismos
más que siguiendo al pie de la letra los textos antiguos, logrando éxitos
apreciables y desentrañando el simbolismo que hay tras el oscuro caparazón
que envuelve los libros de Alquimia. Estos perseverantes recibirían, hoy, el
nombre de investigadores, puesto que estaban animados por el mismo espíritu.
Un investigador nato que naciera en la Edad Media, un curioso de los
problemas científicos y del estudio de la naturaleza, encontraría todos los
caminos cerrados por la ignorancia. El investigador medieval solamente
hallaría tres caminos hacia los cuales desarrollar su actividad: la
medicina, la astronomía (y la astrología)... y la Alquimia.
Es así como se
iniciaría la "casta de los alquimistas". La Alquimia, en su rama más pura,
no se continuaría tan solo por el aprendizaje, sino también por tradición...
por sucesión. Todos los libros de Alquimia nos hablan del "Gran Secreto",
del secreto de la Piedra filosofal, que jamás ha sido revelado públicamente.
En ninguno de ellos se menciona la posible naturaleza de este secreto, ni
siquiera del modo cómo encaja dentro de los trabajos de la Alquimia.
Pero en lo que si
están todos de acuerdo es en que ésta, la del "Gran Secreto", es la base de
toda la tradición alquímica. Los neófitos que iniciaban sus tanteos
alquímicos sufrían en sus primeros ensayos numerosos, totales y estrepitosos
fracasos. Era algo así como una "prueba del fuego", la prueba de su
iniciación y de su purificación. Era también una criba. Sólo los que no se
desanimaban y continuaban trabajando pese a los continuados fracasos
merecían entrar en la "casta de los alquimistas" y ser conocedores del Gran
Secreto. Secreto que les era revelado generalmente por otro alquimista, su
Maestro, bien en su lecho de muerte, para que el secreto no se fuera con él
a la tumba sino que tuviera continuidad, o simplemente cuando se apercibía
de que su discípulo merecía realmente conocerlo.
Ningún alquimista
divulgó jamás públicamente su secreto, ninguno lo vendió a otras personas.
Lo traspasaban a alguno de sus discípulos, para que continuaran en su nombre
la Gran Obra. Esto no quería decir, de todos modos, que hubieran llegado a
alcanzar el secreto de la Piedra filosofal, sino que, en la mayor parte de
las ocasiones, se trataba tan sólo del estado de adelanto de sus
investigaciones. Sherwood Taylor nos dice al respecto que algunos
alquimistas, como Charnock, fueron instruidos en una hora, mientras que
otros, como Norton, necesitaron cuarenta días. ¿No es esto tal vez la
revelación del estado de unas investigaciones que podían estar más o menos
avanzadas? ¿O tal vez era simplemente la revelación de la verdadera
naturaleza, la esotérica, la oculta, de la Alquimia, la que abriría los ojos
al aún ignorante discípulo? Las respuestas pueden ser muchas...
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El
Maestro, confortablemente sentado en su sillón, da las instrucciones a sus
discípulos que, ayudados de un refinado instrumental, cumplen fielmente las
instrucciones recibidas. Una vieja norma de los alquimistas dice que todas
los trabajos deben ser acometidos por el propio alquimista, el cual no debe
confiar ni en sus más directos discípulos a la hora de realizar las
delicadas operaciones...
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