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LA ANGUSTIA
La
angustia y la preocupación son gemelas inseparables. Hay cosas peores, pero
la angustia y la preocupación son unos problemas que acechan a gran numero
de personas. Entre la angustia y el miedo existe una estrecha relación.
La angustia es el
sentimiento que experimentamos cuando sin motivo nos preocupamos en exceso
por la posibilidad de que en el futuro nos ocurra algo temido sobre lo que
no tenemos control y que, en caso de que sucediera consideraríamos
"terrible" o haría que nos consideráramos personas totalmente inútiles.
También se puede definir la angustia como un sentimiento de amenaza cuya
causa es por el momento desconocida pero que puede aparecer en el momento en
que menos lo esperamos y revelar a todos sin excepción que somos unos
incompetentes o personas totalmente ridículas.
La angustia que
experimentamos no siempre es producto de los pensamientos de autodesprecio
ante la posibilidad de algún fallo o debilidad personal que pudiera hacerse
público. Una segunda forma de angustia proviene de una manera de pensar
común a muchas personas, de hecho, a la mayoría, y que recibe el nombre de
"baja tolerancia a la frustración", o BTF. La idea básica que sustenta dicha
BTF es: "La vida debería ser fácil y transcurrir por donde quiero sin
demasiados problemas y molestias; y si no es así, es horrible y no puedo
soportarlo." Si acepta esta idea, se encontrará cogido en la "trampa de la
comodidad". Algunas variaciones típicas son: "debo sentirme bien", "No debo
sentirme angustiado", "Debo ser frío, mantener la calma y el sosiego". Con
estas ideas, y dado que lo más probable es que nos empecemos a sentir mal en
el mismo momento en que nos entreguemos a este tipo de pensamientos, lo
normal será que suframos un ataque de angustia. Se puede llegar a sentir
angustia por miedo a sentir angustia.
La angustia es un
círculo vicioso. Una vez que se ha experimentado la angustia "sin razón
alguna", aparece una actitud angustiada ante la perspectiva de sentir
angustia. Aparecen pensamientos del tipo de "sería horrible si empezara a
sentirme angustiado". Pensar de ese modo nos provoca la angustia.
Inmediatamente, notamos la angustia y pensamos algo así como "es terrible,
me estoy angustiando". Esto lleva a incrementar la angustia, que a su vez
nos hace pensar cosas tales como "Estoy perdiendo el control. ¿Y si me
desmayo (o me coge un ataque de pánico, o cometo una locura, o me da un
ataque al corazón)? Sería terrible." La angustia crece por momentos y nos
conduce a pensamientos cada vez más angustiantes. El proceso se desarrolla
con gran rapidez y de lo único que somos conscientes es de un progresivo
sentimiento de pánico.
Además, a muchas
personas les ocurre que "respiran excesivamente" cuando sienten angustia, lo
que las conduce a inspirar un exceso de oxígeno y, paradójicamente, sentir
que necesitan inspirar más aire cuando en realidad necesitan menos. La
respiración excesiva provoca sensaciones de mareo y de vértigo, así como
palpitaciones. No sabiendo esto, es fácil pensar que esas sensaciones son
una prueba de que algo en nosotros no funciona correctamente, y ese
pensamiento produce aún más ansiedad, lo que refuerza el círculo vicioso.
Hay muchas personas
que combaten las situaciones que les provocan angustia con una serie de
conocidas técnicas pensadas para distraerse de la angustia (relajación,
contar hasta diez, beber, etc.). Pueden ser útiles a corto plazo pero en
general no resuelven el problema.
Veamos
qué se puede hacer. En primer lugar, distinguir entre lo "incómodo" y lo
"terrible". S probable que para nosotros "terrible" signifique el fin del
mundo. La ansiedad no es el fin del mundo. Es incómoda, incluso muy
incómoda, pero no es terrible a no ser que así la definamos. Si definimos la
ansiedad como una sensación terrible estaremos dando otra vuelta al círculo
vicioso. Así pues, para empezar, cuando se sienta angustiado, demuéstrese a
sí mismo que la angustia es incómoda, mala, inconveniente, pero no es
peligrosa ni es el fin del mundo.
En segundo lugar,
demuéstreselo en la situación que habría querido evitar. Parece simple, y lo
es; pero no es fácil. Recuerde esta distinción, es importante. Se ha
acostumbrado a pensar que la ansiedad es terrible y su cuerpo reacciona
conforme a esa definición. Cuesta cierto tiempo acostumbrarse a pensar que
la ansiedad, aunque muy incómoda, no es terrible. Y todavía pasa más tiempo
antes de que el cuerpo reaccione conforme a esta nueva definición.
En tercer lugar, hace años se desarrollo un principio que resultó ser muy
útil. Lo denominamos "arduo pero no aplastante". Con ello queremos decir que
si creemos que una situación nos sobrepasa, quizás es mejor no enfrentarnos
a ella todavía. Pero sería un error avanzar demasiado gradualmente y sólo
hacer lo que podamos realizar cómodamente. Superar la ansiedad comporta
tolerar cierto grado de incomodidad, por lo que es importante enfrentarse al
sentimiento de incomodidad y no evitarlo. Para empezar, escogeremos una
experiencia que consideremos ardua. Y si no tenemos éxito, pensaremos que es
desagradable pero no terrible. Continuaremos aplicando el principio de arduo
pero no aplastante. Escoja una situación que le resulte difícil de afrontar,
hágalo y practique la actitud que resumimos en la frase "la angustia es una
sensación muy desagradable, pero no es terrible". Si teme que le dé un
ataque de pánico, recuerde que el pánico tiene una duración muy breve,
aunque mientras dura parece interminable. Enfréntese a él con la misma
actitud: "Si me coge un ataque de pánico, me ha cogido y ya está; será
desagradable, pero no terrible."
El control de la
respiración como hemos dicho anteriormente es importante. Tenemos que
aprender a controlar la respiración. Esto requiere muchísima práctica. La
inspiración controlada implica que las inspiraciones son suaves, lentas,
regulares y bastante superficiales (no profundas). Inhale por la nariz y
exhale por la boca en ciclos regulares. Una frecuencia de doce ciclos por
minuto suele ser la apropiada, pero cada uno debe encontrar su propio ritmo
respiratorio. Estos ciclos regulan la cantidad de oxígeno que ingerimos, de
forma que no aparezcan las sensaciones de vértigo, desmayo o mareo, ni las
palpitaciones que conlleva el exceso de oxígeno.
La aplicación de
estas actitudes antiangustia y de técnicas como la de la respiración
controlada desgraciadamente requieren muchísima práctica, pero puede estar
seguro de la progresiva mejora que usted sentirá. Creemos que si se siguen
estas directrices es posible escapar del círculo vicioso de la angustia.
Independientemente
del tipo de angustia que experimentemos, ya sea una "angustia social"
íntimamente relacionada con un miedo escondido o evidente a cometer errores
en público, a perder el amor de alguien, a no estar de acuerdo con los
demás, o sea una "angustia de tipo inquietud" provocada por una necesidad de
que la vida sea predecible y sin demasiadas dificultades, hemos de aceptar
que somos nosotros mismos los que creamos la angustia con nuestros
imperativos absolutos. Sigamos la pista de las principales generalizaciones
imperativas que crean esa angustia innecesaria. Si a continuación analizamos
lógicamente estas generalizaciones descubriremos de dónde surgen y a qué
conclusiones nos llevan, invariablemente, veremos que no se basan en ninguna
lógica, que impiden vivir felizmente o que no son prácticas a la hora de
intentarlo y que conducen a conclusiones indeseables. Hacer este análisis
con rigor nos ayudará a abandonarlas.
Creemos que la
verdadera vida consiste en aprender y ello conlleva asumir riesgos, lo que
no nos impide advertir que no es necesario hacer locuras. Se trata de
proponerse objetivos que no estemos seguros de conseguir, buscar novedades
que no estemos seguros de disfrutar, determinar mediante la experiencia lo
que nos gusta y lo que nos disgusta y decidir qué queremos hacer con nuestra
vida. No hay otros objetivos vitales que los que cada uno se marca.
Lo peor de casi
cualquier "desastre" no es tanto lo terrible que sea en sí mismo sino la
creencia exagerada en el horror que conlleva.
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