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ATENCIÓN
DEBIDA
En la vida espiritual la
atenci ón
es un factor esencial. Nada se puede hacer con precisión sin la atención. Es
necesaria para llevar a cabo la palabra correcta y reflexiva y la acción
diestra. Significa interés y, al mismo tiempo, amor. La atención y la
consciencia son hermanas gemelas. Cuanto mayor es la atención de forma más
intensa se ejerce la consciencia, y cuanto más conscientes se está más viva
es la atención. Es la lámpara de la mente, la vida de todos los seres
humanos debería estar guiada por la atención e inspirada por la compasión.
Esta es una facultad que nos
permite darnos cuenta e, incluso, darnos cuenta que nos damos cuenta. Pero,
la atenci ón,
por lo general se ejerce en un grado muy bajo o pobre. La mayoría de las
veces la mente permanece medio atenta o inatenta. Lo contrario de la
atención es la distracción, dispersión
o negligencia.
La atenci ón
es como un músculo que se desarrolla cuando se ejercita. Viviendo con la
determinación de ser conscientes, somos más conscientes; tratado de
establecer la atención en lo que pensamos, decimos o hacemos, ganamos en
intensidad de atención. Al estar más atento se es más reflexivo, perceptivo
y cuidadoso, todo adquiere un brillo especial y el ánimo se revitaliza.
También se mejora la memoria, y la consciencia se vuelve mucho más intensa.
La atención, aplicada hacia el exterior, nos permite captar todo aquello que
alcanzan nuestros sentidos; aplicada hacia uno mismo, nos permite
vigilarnos, controlarnos y conocernos. La atención
siempre opera en el momento presente. Atento entre los inatentos, plenamente
despierto entre los dormidos, la persona espiritual avanza como un corcel de
carreras se adelanta sobre un jamelgo.
Pero esta fuerza notable que
es la atenci ón,
que encauza a la mente y la canaliza, puede dirigirse adecuada o
inadecuadamente. Si la atención se pone en lo que no concierne, se pone al
servicio de palabras o actos inapropiados, se vuelve indebida. La atención
debe estar guiada por la sabiduría, la ecuanimidad y la compasión.
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