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El ayuno consciente.
El ayuno consciente ayuda a vivir espiritualmente. Las grasas ahogan al
cuerpo y al espíritu, pero el ayuno nos limpia de grasas, impurezas y de
toxinas y nos llena de salud y de vigor. Y no se trata sólo de salud
física, sino de una regeneración integral que nos apoya en nuestra labor
fundamental de ser conscientes y de obrar adecuadamente. El ayuno no sólo
puede ser un remedio para numerosas enfermedades sino que, además, aclara
nuestra visión de la vida. Ciertamente nos sensibiliza y nos permite oír
con mayor claridad los mensajes que vienen tanto de nuestro interior y
como del exterior.
Comer y ayunar van juntos como el sueño y la vigilia, como el respirar y
el espirar, son dos caras de la misma moneda. El ritmo natural de nuestra
vida contiene ambos polos, es un continuo cambio entre los períodos de
ingestión y los períodos de ayuno, sólo el ritmo varía. Con el progreso de
la civilización esta verdad casi ha caído en el olvido, los períodos de
ayuno son cada vez más cortos y la comida se ha convertido en algo tan
natural y abundante que podríamos pasar la vida comiendo, pero con ello no
hemos contribuido a crear la sociedad que debería ser, aquella en la que
los seres humanos viven espiritualmente, sanos y felices.
Una oferta desmedida de cosas materiales en los países industrializados
contrasta con un enorme vacío en cuanto a contenidos espirituales. La
necesidad de dar un sentido a la existencia, el hambre espiritual, trata
de compensarse con cosas materiales, muy a menudo, también con comida. Los
deseos materiales son tan desproporcionados en este mundo “civilizado”
porque las personas no viven espiritualmente.
El ayuno hace al ser humano más consciente, le sensibiliza física y
psíquicamente y le ayuda a obrar adecuadamente. Además de llevar a cabo
una limpieza del cuerpo purifica el alma, de modo que cabe la posibilidad
de que incluso las personas con una actitud más materialista cambien sus
objetivos iniciales y lleguen a profundizar en los lugares más recónditos
de su alma. Es por esta razón por la que el ayuno también ha sido siempre
un aspecto importante en todos los grandes grupos sectarios, aunque les
concedan actualmente menos importancia o hayan “reformado” totalmente su
sentido.
El ayuno, llevado a cabo correctamente, es una medida de adelgazamiento
inofensiva y ofrece también buenos resultados en la terapia de
enfermedades orgánicas. Precisamente por su inocuidad y la intensidad de
sus efectos debería ocupar también un lugar destacado entre los métodos
terapéuticos. Cuanto más enfermo se esté, cuanta más sensibilidad se
necesite para mejor ver y obrar, cuanto más claramente se sienta la
necesidad interior de ayunar, antes se debe comenzar a ayunar. En el
proceso del ayuno se pueden vivir experiencias que brotan del interior. El
proceso ayuda a ser conscientes de lo más profundo del ser, con sus
facetas claras y oscuras -en sus dos vertientes física y sutil. El ayuno
es una excelente terapia física, pero es una herramienta demasiado
importante como para utilizarlo exclusivamente como una terapia destinada
a combatir determinados síntomas. A pesar de ello, en la sociedad actual,
en la que imperan unas pautas de vida en extremo materialistas, es una
terapia de minorías.
En
cualquier caso, la prescripción del ayuno ha vuelto a recobrar una gran
aceptación dentro de la medicina naturista. Cualquier persona que esté
sana puede ayunar por cuenta propia para purificarse, como medida
preventiva o para alcanzar un conocimiento más profundo de sí misma,
siempre y cuando haya recabado antes la suficiente información. En caso de
miedo o de duda es recomendable pedir consejo a un médico, a ser posible
especializado en medicina naturista y en ayunos. Quienes padezcan una
enfermedad grave deberían solicitar siempre asesoramiento médico y
realizar el tratamiento en estrecha colaboración, siguiendo sus
directrices, o bien dirigirse a una clínica especializada. En el caso de
enfermedades leves, como las afecciones gripales, podemos escuchar a
nuestro médico interior y descubrir, por ejemplo, que la fiebre produce
sed y quita el apetito: seguir sus indicaciones implica ayunar. Nos
curaremos antes de la gripe que si tomamos cualquier medicamento, y además
por completo. Un organismo enfermo reclama tranquilidad y seguridad, y el
ayuno nos ofrece tranquilidad, ya que ahorramos un tanto por ciento muy
elevado de nuestra capacidad energética, exactamente la energía que
necesitamos para llevar a cabo la digestión. Está suficientemente
demostrado que la fiebre y el ayuno son dos excelentes medidas naturales
que ayudan al cuerpo a sanar. Ambas elevan las defensas contra los virus y
las bacterias nocivas y favorecen la eliminación de residuos y sustancias
tóxicas.
También
es posible ayunar disminuyendo el número de veces que se ingieren
alimentos a lo largo del día. Es preciso que cada uno conozca bien cuándo
debe alimentarse. Para unas personas será una vez al día y para otras dos
o tres. Comer más veces o comer menos de lo que nuestro organismo requiere
significa ir en contra de la salud y del bienestar y, desde luego, no es
espiritual. La mayor parte de la humanidad se conformaría con una buena
comida una vez al día.
Al emprender la aventura de ayunar no ponemos en peligro ningún aspecto de
nuestro ser, muy al contrario. El único peligro real reside en no beber la
suficiente agua y en no realizar correctamente el proceso de readaptación,
o lo que es lo mismo, interrumpir el ayuno con una comida copiosa, o aún
peor, rica en proteínas. Aunque sobrevivamos a este exceso tras un tiempo
de ayuno podemos sentirnos muy mal.
Es muy recomendable ayunar, al menos, dos veces al año, en primavera y en
otoño, por ejemplo, independientemente de la duración del ayuno. Por otra
parte, nuestro ayuno puede durar desde un día a una o dos semanas.
Existen, sin duda, ayunos más prolongados, pero cualquier persona que
desee practicar un ayuno prolongado debería recabar más información
práctica sobre este tema y no renunciar jamás a la asistencia de un
médico. |
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