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LA BELLEZA
La belleza, seguramente, no es un ornamento; el mero adorno del cuerpo no es
belleza. Todos/as deseamos ser bellos/as, presentables, pero no es eso lo
que entendemos por belleza. Ser pulcro/a, ser aseado/a, cortés, etc. forma
parte de la belleza, son meras expresiones del estar interiormente libre de
la fealdad, pero no es la belleza.
Cada
día adornamos más lo externo. Las estrellas del cine (que copiamos) se
mantienen bellas exteriormente; pero si nada tienen por dentro, no tienen
belleza.
¿Conocemos ese estado íntimo del ser, esa tranquilidad interior en la que
hay amor, benevolencia, generosidad, misericordia? Ese estado del ser es la
esencia misma de la belleza; sin eso, el adornarse simplemente es
acentuar los valores sensoriales, los valores de los sentidos, y hacer
eso, conduce sin remedio al conflicto, a la guerra, a la destrucción.
El
adornar lo externo está en la naturaleza misma de nuestra civilización, que
se basa en el industrialismo. Sería absurdo destruir las industrias, pero el
limitarse a cultivar lo externo sin comprender lo interior, nos lleva a
crear esos valores que llevan a la humanidad a destruirse mutuamente, y esto
es lo que ocurre actualmente en el mundo.
La
belleza es considerada como un adorno que se compra, que se vende, que se
pinta... Pero eso está claro que no es la belleza. La belleza es un
estado del ser, y ese estado del ser surge con la riqueza interior. no
con esa acumulación interior de riquezas que llamamos virtud, ideales. Eso
no es belleza. La riqueza, la belleza interior con sus tesoros
imperecederos, surge cuando la mente es libre, y la mente sólo puede ser
libre cuando no existe el miedo. La comprensión del miedo viene con el
conocimiento propio, no por medio de la resistencia al miedo. Si resistimos
al miedo, es decir, a cualquier clase de fealdad, no hacemos otra cosa que
erigir un muro contra él. Detrás del muro no hay libertad, sólo aislamiento,
y lo que vive en aislamiento jamás puede ser rico, jamás puede ser pleno. La
belleza, pues, tiene una relación con la realidad tan sólo cuando la
realidad se manifiesta a través de aquellas virtudes que son esenciales.
Pero,
¿Qué entendemos por realidad, verdad o Dios? Es evidente que no puede ser
formulado, pues aquello que es formulado no es lo real: es una creación de
la mente, el resultado del proceso de pensar, y el pensamiento es la
respuesta de la memoria. Para que lo desconocido surja, la mente misma debe
dejar de estar apegada a lo conocido, y entonces hay relación entre la
belleza y la realidad, entonces la belleza y la realidad no son diferentes,
entonces la verdad es belleza, ya sea en una sonrisa, en el vuelo de un ave
o en el grito de una criatura.
Conocer la verdad de lo que es, es el bien; mas para conocer la belleza de
esa verdad, la mente tiene que ser capaz de comprender, y la mente no es
capaz de comprender cuando está atada, cuando tiene miedo, cuando elude
algo. Este hecho de eludir toma la forma de adorno externo: siendo en
nuestro interior pobres, insuficientes, tratamos de embellecernos
exteriormente. Edificamos hermosas casas, compramos buena cantidad de joyas,
acumulamos posesiones. Todo eso es indicación de pobreza interna. No es que
no debamos tener buenas ropas y hermosas casas, pero sin riqueza interior,
eso carece de sentido. Cultivamos lo externo porque no somos interiormente
ricos y el cultivo de lo externo nos está llevando a la destrucción. Es
decir, cuando cultivamos los valores sensoriales, la expansión es necesaria:
los mercados, la industria, la competencia son necesarios, entonces los
gobiernos ya sean de izquierdas o de derechas, con sus controles son
necesarios, y todo esto no lleva al conflicto y a la guerra... También
procuramos resolver resolver el problema de la guerra basándonos en los
valores de los sentidos.
El
buscador de la verdad es el buscador de la belleza; no son distintos. La
belleza no es el mero adorno externo, sino esa riqueza que proviene de la
libre comprensión interior.
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