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LA BONDAD. REFLEXIONES
No cabe la menor duda, que quién ha cultivado la bondad, es un ser
especial.
La
bondad es una donación que la gran madre y sublime maestra naturaleza
concede a sus elegidos, amantes y virtuosos hijos, para que ellos sean el
reflejo de su sabiduría, el yunque donde la vida haga saltar las chispas
que prendan en la mente y la conciencia de los seres humanos, en el
corazón y en los instintos del bruto, la luz blanca, la luz verdadera, la
luz clara y pura de un conocimiento que les llevará por el sendero de la
verdad. La bondad pone en los ojos, en los actos, en las miradas y la
conducta de los hombres un reflejo perpetuo de blandura, afabilidad, de
cariño, de ternura y de amor; la bondad es virtud divina y soberana que
hace prender en todos los corazones los instintos del bien, que hace
germinar en todas las almas los frutos de la paz, que hace encarnar en
todas las conciencias los fueros de la justicia y la rectitud, que hace
brotar de todas las inteligencias un sentimiento de piadosa tolerancia y
magnanimidad.
Cada ser que conoce su alcance, sabe, que sentir la bondad en todo su
esplendor en el alma es tener saturado de bondad el corazón; es ser
como un cántaro que rebosa y derrama por todos sus bordes el dulce bien de
la paz, de la fraternidad, del amor. La salud moral y física de la vida,
constituye indudablemente una de las más grandes virtudes humanas, una de
esas hermosas cualidades que por sí solas bastan para lograr, conseguir,
alcanzar cuanto las leyes de la naturaleza y las facultades individuales
permitan al hombre.
La
bondad perfecciona a la persona porque sabe dar y darse sin temor a verse
defraudado, transmitiendo aliento y entusiasmo a quienes lo rodean.
En
ocasiones el concepto de bondad es confundido con el de debilidad. A nadie
le gusta ser "el buenito" de la oficina, de quien todo el mundo se
aprovecha. Bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene
quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques para
convertirlos en mansedumbre.
La
bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda
comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con
ánimo equilibrado. Este valor, por consiguiente, desarrolla en cada
persona la disposición para agradar y complacer en justa medida a todas
las personas y en todo momento.
La
bondad no se detiene a buscar las causas, sino a comprender las
circunstancias que han puesto a la persona en la situación actual, sin
esperar explicaciones ni justificación y en procurar el encontrar los
medios para que no ocurra nuevamente. La bondad tiene tendencia a ver lo
bueno de los demás, no por haberlo comprobado, sino porque evita enjuiciar
las actitudes de los demás bajo su punto de vista, además de ser capaz de
"sentir" de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al
ofrecer soluciones.
Una
persona con el ánimo de "exaltar" su bondad, puede subrayar constantemente
"lo bueno que ha sido", "todo lo que ha hecho por su familia", "cuánto se
ha preocupado por los demás" y eso por supuesto no es bondad. La bondad es
generosa y no espera nada a cambio. No necesitamos hacer propaganda de
nuestra bondad, porque entonces pierde su valor y su esencia. El hacernos
pasar por incomprendidos a costa de mostrar lo malos e injustos que son
los demás, denota un gran egoísmo. La bondad no tiene medida, es
desinteresada, por lo que jamás espera retribución. Podemos añadir que
nuestro actuar debe ir acompañado de un verdadero deseo de servir,
evitando hacer las cosas para quedar bien... para que se hable bien de
nosotros.
No olvide lo que Martín Luther King al respecto señaló: Nuestra
generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos,
como del estremecedor silencio de los bondadosos.
***
Siendo ya anciano, el famoso escritor inglés Aldous Huxley afirmaba en
una de sus conferencias: “Con frecuencia la gente me pregunta cuál
es el sistema más eficaz para transformar su vida. No deja de ser
desconcertante que después de tantos años de investigación y
experimentación deba decir que la respuesta más acertada es: "procura
ser un poco más bondadoso”.
No por casualidad ésta es también la filosofía del Dalai Lama. Su lema,
“Mi religión es la bondad”, es una de las frases más simples, directas y
eficaces que jamás he oído. Es como una fórmula matemática para el
espíritu, un principio universal que nos muestra la forma más sencilla
de alcanzar la felicidad interior. El mismo Buda, hace más de 2.500
años, aseguraba que “si uno es bondadoso, dormirá con facilidad, la
gente le querrá más, lucirá un rostro radiante y su mente estará
completamente serena”.
Cuando las personas se comprometen sinceramente con la bondad su psique
experimenta una revolución. Las personas se transforman en seres más
genuinos, fuertes y cálidos.
Adoptar la bondad como forma de hacer y sentir habitual –y conseguir
todo los beneficios que ello nos reporta- es una tarea más sencilla de
lo que pudiera parecer porque la bondad está ligada a lo más tierno e
íntimo de nosotros mismos, la poseemos en nuestro interior, en nuestra
chispas divina.
Se trata simplemente de expresarla. Muchas veces, no lo hacemos por
temor a que nos haga sufrir, nos ofendan, ridiculicen o manipulen. Pero
la realidad es que cuando no la expresamos es cuando sufrimos. Si nos
atrevemos a tocar nuestro núcleo de ternura, nuestro mundo afectivo se
enriquece y nos abrimos a una posibilidad real de cambio.
La bondad está siempre entre nosotros. La oportunidad de subsanar una
injusticia o ayudar a alguien se nos presenta en todo momento y, si
reaccionamos como es debido, entraremos en contacto con una fuente de
poder y armonía muy real y efectiva.
Pero hacer de la bondad nuestra estrategia vital no se limita a llevar a
cabo buenas obras. Debemos impregnar toda nuestra vida de bondad en su
sentido más amplio, tenemos que respirar bondad. Y dos cualidades
básicas que debemos desarrollar son: la honestidad y la empatía. La
honestidad es la auténtica base de la bondad. Cuando uno miente, esta
desacreditando una parte de sí mismo, se está diciendo que hay algo que
ocultar, algo de lo que avergonzarse, que necesita engañar para obtener
un resultado que en realidad no merece.
La empatía, el segundo gran componente de la verdadera bondad, se podría
definir como la necesidad de identificarse con el otro a fin de
comprenderlo.
Cultivar la bondad es eliminar el miedo, combatir la depresión y la
ansiedad, con un remedio que todos tenemos a nuestro alcance, el
conocimiento de lo que es uno mismo.
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