El pensamiento de los maestros en general es que
no es posible conocer la calidad del oro sin someterlo a algún tipo especial
de prueba y, del mismo modo, creen que no puede conocerse la capacidad de
cada niño sin alguna clase de examen.
La inteligencia es la capacidad de abordar la vida como una totalidad; y el
hecho de otorgar calificaciones al estudiante no asegura la inteligencia.
Por el contrario, degrada la dignidad humana. Esta evaluación comparativa
mutila la mente. Pero esto no quiere decir que el maestro no deba observar
el progreso de cada estudiante y llevar un registro de ello. Los padres,
naturalmente deseosos por conocer el progreso de sus hijos, querrán un
informe; pero si, desafortunadamente, no comprenden lo que el maestro está
tratando de hacer, el informe se convertirá en un instrumento de coacción
para producir los resultados que ellos desean, y de ese modo desvirtuarán la
tarea del educador, que está interesado en el desarrollo total de las
personas.
Uno no pude conocer realmente la capacidad del
niño por medio del examen. Un niño puede fallar porque está nervioso,
temeroso del examen, mientras que otro puede pasar fácilmente porque el
examen le afecta menos. En cambio, si uno observa a cada niño, semana tras
semana, si observa su carácter, el modo como se comporta en sus juegos, cómo
habla, el interés que demuestra, cómo estudia, la comida que come, etc.,
comenzará a conocer al niño sin necesitar exámenes que le digan de qué es él
capaz. Pero nunca hemos pensado acerca de todas estas cosas.