UN CAMBIO DE PENSAMIENTO
La
historia de la humanidad está jalonada de revoluciones, levantamientos y
sublevaciones que pretendían dar un cambio positivo a la evolución de
nuestra especie. A pesar de estos reajustes violentos, la marcha de la
humanidad ha seguido una derrota inexorable que parece alejarnos de los
ideales perseguidos.
En la antigüedad,
unos imperios florecían mientras otros se extinguían. En nuestros días, el
desarrollo espectacular de las comunicaciones ha servido para tender una
maraña de intereses económicos, políticos y de todo tipo que convierten a
los pueblos del planeta en una piña compacta, proyectada hacia un destino
común.
Hay, en esta piña,
seis mil millones de piñones revueltos caóticamente, sin orden ni concierto,
sin coordinación en su esfuerzo, sin un objetivo común. ¿Hacia dónde nos
dirigimos? ¿De qué naturaleza es la fuerza que nos impulsa?
La fuerza que ha
movido siempre a la humanidad es el pensamiento. El hombre actúa de acuerdo
con sus pensamientos. Quien piensa egoístamente, obra egoístamente. La
ambición, la avaricia y el ansia de fama, poder y riquezas han empozoñado la
mente humana y han canalizado los logros del hombre hacia objetivos
materialistas, hurtándole su paz interna, su alegría y su salud. El lodo ha
añadido peso a sus alas. Su vuelo es ahora fatigoso y rasante. Ha perdido
altura, se ha desorientado y no encuentra el camino.
El hombre, ciego a
otra realidad superior, ha dirigido sus esfuerzos hacia la satisfacción de
deseos materiales que le permitieran disfrutar de los objetos groseros que
componen el universo de los sentidos. Ahora comienza a comprender que ha
perdido su tiempo y ha equivocado su camino. Pero no es la solución
limitarse a cambiar las estructuras externas; es preciso cambiar la fuerza
que ha dado lugar a esas estructuras. Hay que llevar a cabo una revolución
del pensamiento. Somos seis mil millones de seres, seis mil millones de
mentes, seis mil millones de fuerzas, de distintas intensidades y
direcciones, que se oponen para dar una resultante: la dirección en que se
mueve la humanidad.
Para cambiar el rumbo
errante de nuestra civilización es preciso estimular pensamientos positivos
que se fundan en nubes, masas, fuerzas, sobre las que no pueda prevalecer la
negra amenaza del egoísmo y la negatividad.
Esta es la labor del
hombre hoy, emitir pensamientos positivos y poderosos que se propaguen en la
atmósfera psíquica y que despierten pensamientos similares en otros hombres
de buena voluntad, cuyas mentes se hallen en sintonía de simpatía.
El pensamiento es la
mayor fuerza del universo. El pensamiento crea y destruye las
civilizaciones. A nuestra humanidad decadente no puede salvarle más que un
cambio de pensamiento. La inercia del subconsciente colectivo puede
modificarse y superarse mediante el esfuerzo consciente de los individuos.
Dejémonos de
alardear de inteligencia. El hombre autosuficiente sólo esconde
ignorancia. El intelectualismo y la erudición no son más que adornos, una
especie de ballet mental, en el mejor de los casos, que no aporta ninguna
solución práctica. Lo que nuestro mundo necesita son hombres y mujeres
prácticos, mentes poderosas, pensamientos puros y positivos que den lugar
a una nueva forma de vida, a una Nueva Civilización.
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