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El imperio de la muerte.
Salir el peregrino
de Sahún y empezar a palpar soledades y muerte debía de ser antaño una
sola cosa. La calzada tradicional se vuelve inhóspita. Ni siquiera las
modernas carreteras se han abierto paso por los terrenos pantanosos y
desérticos que recorre aquí el Camino, por lo que puede decirse que éste
constituye el tramo más puro del viejo sendero sagrado. Los viajeros de
tiempos pasados nos hablan de muertos hallados a los lados de la calzada,
algunos medio devorados por las alimañas, otros convertidos en imágenes
macabras de la inanición. Hay charcas pobladas de ranas –una de ellas
incluso ha dado nombre a la aldea de El Burgo Ranero, por donde se
atraviesa escuchando el constante croar de los batracios- y se dice que
aún queda algún lobo por las cercanías. Los peregrinos suelen apartarse de
este tramo y seguir por las carreteras convencionales hasta Mansilla de
las Mulas, desde donde, apenas cruzado el Esla, pueden tomar una
desviación a la derecha para acudir a un lugar esencial de la
peregrinación: San Miguel de Escalada. El viejo monasterio mozárabe es un
ejemplo vivo de arquitectura mágica. Un atrio cubierto por doce arcos de
herradura da paso a un interior que ha conservado todo su encanto
prerrománico. Los arcos fueron concebidos para que el peregrino eligiera
en ellos su vía de acceso al templo, que no debía ser casual ni
caprichosa, sino que tenía que responder a su grado de iniciación en los
secretos del saber trascendente.
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