Yahvé habló a Moisés y le
dijo: “He oído murmurar a los hijos de Israel. Dirígete a ellos y diles: Al
anochecer comeréis carne, y por la mañana os llenaréis de pan”. En otras
palabras, Yahvé inició a Moisés en las leyes de la trofología, al ordenarle
que enseñara a su pueblo a consumir las proteínas y los hidratos de carbono
en comidas separadas.
También les prohibió que
consumieran carne y leche al mismo tiempo. Se trata de la más antigua y más
acertada recomendación dietética de que hay constancia en la historia de la
civilización occidental, pero, a diferencia de los orientales, que siguen
respetando la sabiduría de sus antepasados, los occidentales rechazan las
enseñanzas del pasado considerándolas “anticuadas” y “anticientíficas”. Por
otra parte, la Naturaleza jamás ha producido un bocadillo.
Las proteínas son un alimento
poderoso y exigen condiciones especiales para ser digeridas y liberar sus
nutrientes. Si se desea combinar proteínas animales con otro alimento, la
mejor elección son los vegetales no feculentos, como las verduras, las
coles, los brotes, etc., y conviene consumirlos crudos en forma de una
abundante ensalada. Las proteínas concentradas de origen animal no deben
entrar en más de una comida al día, aunque otras proteínas ligeras de origen
vegetal, como el requesón de soja (tofu) pueden tomarse más a menudo.
En realidad, las proteínas
ligeras de origen vegetal pueden sustituir completamente a la carne en la
dieta humana: entre 3/4 y 1 kilo de semillas y frutos secos crudos por
semana, por ejemplo, cubren todas las necesidades de grasas y proteínas y
eliminan el hambre metabólica de carne, huevos y demás proteínas de origen
animal.