CONOCIMIENTO Y SABIDURÍA. REFLEXIONES
Hace más de mil años un poeta sufí decía
del sufismo que era un sabor, porque su objeto y su fin podrían
definirse como una sabiduría directa de verdades trascendentes, más
comparables con las experiencias de los sentidos que con el conocimiento
que procede de la mente “¿Dónde está la sabiduría que perdimos con el
conocimiento?”, anotaría para el caso un poeta de Occidente.
A menudo oímos hablar de la meditación,
escuchamos hablar de la sabiduría, escuchamos hablar del conocimiento.
Pero, en realidad, ¿cuál es el efecto, cuál es el uso de la sabiduría o
el conocimiento?
Entender. Cuando entendemos la mente, no
estamos a su merced. Cuando no la entendemos estamos perdidos en medio
de ella. Es la diferencia entre estar dominado por el pensamiento o
liberado de él.
Hay una clara diferencia entre sabiduría y
conocimiento. Experimentamos un momento de entendimiento y decimos: “Ah,
¡así es la cuestión!” Luego pensamos: “Pero, ¿cómo es que sucedió?” y
quizá más tarde trataremos de explicar a otros cómo fue. La experiencia
de entender es sabiduría, pero tratar de capturar ese entendimiento,
expresarlo en palabras, es conocimiento.
Todos tenemos conocimiento. Todos podemos
expresar una serie de ideas lejanas. Pero si la sabiduría no precede al
saber el conocimiento es de segunda mano, el entendimiento es de otro y
por lo tanto carece de profundidad. Esta es la razón por la cual dos
personas pueden usar el mismo lenguaje para expresar una idea, pero la
palabra de uno penetrará profundamente en nuestros corazones mientras
que la del otro no hará más que rebotar en la mente. El poder de la
experiencia detrás de la palabra, el ser detrás del conocimiento, es la
sabiduría, la verdadera transmisión.
Por ejemplo, un libro puede decir que todos
los seres humanos son uno. Pensamos: “Seguro, puedo ver que eso es
verdad; todos tenemos un cuerpo y todo el mundo tiene una mente,
compartimos emociones, todos ingerimos alimentos y respiramos aire,
todos vivimos en este planeta”. Entiendo lo que eso significa. Luego, en
un momento de conciencia profunda nos experimentamos sin estar separados
de todo lo demás, en realidad, no hay un “algo más” del que estemos
separados. Y pensamos: “Oh, ¡realmente somos todos uno!”. Estamos usando
las mismas palabras que habíamos leído antes, pero son inadecuadas,
porque el significado ha cambiado drásticamente. No puede ser
comunicado, sólo puede ser experimentado. La sabiduría se encuentra a
disposición en cada uno de nosotros y el trabajo de balancear la mente
de manera que pueda iluminarnos, es el trabajo que debemos realizar
sobre nosotros mismos para nosotros mismos.
Un aspecto del poder de la sabiduría es la
habilidad de penetrar aquello que previamente se pensó como real. Cada
vez que aprendemos algo nuevo y descartamos una opinión vieja
modificamos la opinión. Pero la sabiduría es un aquietamiento, una luz
interior en la que vemos lo que las opiniones son dentro de nosotros: no
sólo esta opinión en contraposición a aquella otra sino lo que el
opinionismo es. El opinionismo es la facultad que tiene la mente de
colgarse de una opinión. Cuando nos abrimos a la mente de la sabiduría,
vemos las cosas tal como son y decimos: “Bueno, mira cómo cambian las
cosas”.
Por cierto, si tratáramos de encontrar una
sola verdad en la que pudiéramos estar todos de acuerdo, ésa sería quizá
aquella de que todas las cosas cambian. Las opiniones cambian
constantemente, el cuerpo está constantemente cambiando, el mundo está
constantemente cambiando, nuestras relaciones están constantemente
cambiando. De tan simple, esta aseveración tiene una gran sabiduría.
Esta sabiduría es generalmente bastante simple porque se aplica a todas
las cosas. La verdad está en las cosas aquí y en las cosas allá. Es la
verdad en la química o en la física, en la termodinámica o en la
psicología. Cada una es sólo una forma diferente en la que reside la
misma verdad. Es como la ley del karma, causa y efecto, estando esta
relación igualmente manifiesta en las leyes del movimiento ewtoniano que
establece que en cada fuerza hay una fuerza igual y contraria en la
dirección opuesta. Que la verdad pueda ser expresada en forma diferente
en los distintos niveles de la experiencia, podría verse como una
paradoja pero, en realidad, se trata de la dificultad de aprehender la
sabiduría del conocimiento dentro de las limitaciones del lenguaje.
Cuando comenzamos a meditar, se hace cada
vez más claro que todo cambia de un instante a otro. Cuando nos sentamos
apenas durante cinco minutos, tratando de mantener nuestra atención en
la respiración frecuentemente pensamos: “No puedo mantener mi atención
donde la deseo. Se mueve de este pensamiento a aquel otro, luego a esta
sensación y a aquel olor, a algún sonido, y luego...” Notamos que por el
ojo de nuestra mente pasa una cosa después de la otra. Vemos que todo es
un fluir en constante cambio, yendo y viniendo. Cada momento lleva al
siguiente.
Esta realización, de tan simple parece no
ser sabiduría. Sin embargo, cuando en nuestro profundo interior
experimentamos el cambio, cuando profundamente entendemos que nada es
permanente, nuestra sabiduría se incrementa. Luego, descubrimos que nada
de lo que queremos obtener puede darnos satisfacción duradera porque
todo está en constante flujo y nada permanece para siempre. Todo lo que
podría ser – la mejor comida, el encuentro sexual más satisfactorio, la
mayor sensación de placer- todo vendrá
y se irá como vino. Es esta condición la que
nos da esa sutil y agria insatisfacción que llevamos dentro la mayoría
del tiempo, aun cuando consigamos todo lo que queremos en nuestro
profundo interior conocemos que todo cambiará eventualmente.
Esta realidad nos estrella contra nuestros
conceptos de cómo las cosas son porque nuestros conceptos son cosas
sólidas e imaginarias que no reflejan el cambio.
El concepto árbol, por ejemplo, es el de
una cosa sólida y firme; no el de una cosa que crece, el de un organismo
cambiante, sutilmente diferente de cualquier otro árbol de su especie,
alterado por el clima, por su exposición a las inclemencias y a las
condiciones de ese clima. Los seres humanos tenemos rótulos conceptuales
fijos e incambiables en un mundo lleno de cambios, los cuales, por
supuesto, causan una ruptura entre el concepto y la realidad, y esto
ocasiona tensión.
En definitiva, no vemos la realidad.
Solamente las sombras de esta realidad, la sombra de nuestros conceptos,
nuestras definiciones, nuestras ideas del mundo. Aferrarse a estos
conceptos crea el deseo de que el mundo refleje nuestra idea de cómo
debe ser; pero el cambio siempre confronta nuestros conceptos con una
realidad diferente de la que imaginábamos, y puede causarnos enojo o
hacernos sentir derrotados; algo aislados de la verdad de las cosas por
nuestro punto de vista fuertemente arraigado.
En medio de todo este cambio, es
interesante notar que mucho de lo que experimentamos no es como
realmente está pasando sino lo que creemos que está pasando. Sentados y
escuchando no experimentamos realmente la audición. De alguna manera,
estamos experimentando un comentario pasajero sobre lo que se está
diciendo, quizá un juicio o la comparación con conceptos similares, o
una seguidilla de pensamientos asociados recordados por la conversación.
A un nivel, por supuesto, todo lo que en realidad está pasando es que el
sonido está viajando por el aire y chocando contra los tímpanos y, a
causa de la memoria y los mecanismos preceptúales la mente reconoce lo
que se está diciendo.
De manera que no experimentamos lo que está
pasando realmente, sino aquello que esta pasando en el mundo del
pensamiento. La mayoría de nuestra experiencia es una reflexión ensoñada
de la mente. No experimentamos nuestra propia visión o audición tanto
como lo que creemos que estamos viendo u oyendo. Si olemos un perfume,
estaremos experimentando su esencia un instante antes de que la
experiencia directa de
oler sea enterrada en la mente por una
avalancha de pensamientos y de imágenes visuales asociadas. Un ejemplo
de cuánto investimos en el reino de los pensamientos se pone en
evidencia en nuestra relación con el mundo del tacto. Por ejemplo,
cuando las manos se acercan a tocar a un compañero sexual, se considera
que ésta es una sensación agradable. Pero cuando la mano alcanza una
pila de basura, se considera que esta es una sensación desagradable; si
la mano toca una pared, puede que ésta sea una sensación indiferente.
Pero todo lo que está pasándose, en realidad, la presión ejercida por la
mano sobre la punta de los dedos; el resto esto una forma de pensamiento
conceptual proyectada por el deseo y el condicionamiento.
El poder de la sabiduría es despertarnos a
la experiencia directa de las cosas como son, alejarnos de nuestra
ceguera y permitirnos vivir más nuestra vida, además de experimentar el
mundo desde un punto de vista conceptual, donde todo lo que llamamos
realidad es un sueño o la sombra de un sueño.