SABIOS CONSEJOS
Existen actitudes y acciones que fomentan nuestro crecimiento interior.
La actitud y la acción
adecuadas surgen de la conciencia, y no se sirven de pensamientos ni de
creencias. Pero hasta que alcancemos esa conciencia en nuestro trabajo
espiritual, podemos ir trabajando con actos buenos que nos puedan ayudar
en nuestro crecimiento interior.
A continuación te
exponemos algunos consejos que puedes llevar a cabo. No es cuestión de
leerlos y de dejarlos en un nivel mental, sino de avanzar en el texto a la
vez que se lleva a cabo aquello que se lee.
¡Felices aquellos cuyos días son todos iguales!
Lo mismo les es un día que otro,
lo mismo un mes que un día,
y un año lo mismo que un mes.
Han vencido al tiempo; viven sobre él,
y no sujetos a él.
No hay para ellos más que las diferencias del alba,
la mañana, el mediodía, la tarde y la noche;
la primavera, el estío, el otoño y el invierno.
Se acuestan tranquilos, esperando el nuevo día,
y se levantan alegres a vivirlo.
Vuelven todos los días a vivir el mismo día.
Rara vez se forman idea de su Señor,
porque viven en él, y no lo piensan,
sino que lo viven.
Viven a Dios, que es más que pensarlo,
sentirlo o quererlo.
Su oración no es algo que se destaca y separa
de sus demás actos,
ni necesitan recogerse para hacerla,
porque su vida es toda oración.
Oran viviendo.
Y por fin mueren como muere la claridad del día
al venir la noche, yendo a brillar en otra región.
¡Santa sencillez! Una vez perdida no se recobra.
M. UNAMUNO, Diario
íntimo.
Sólo ve claramente lo que es, ve las cosas falsas, y surgirá la
comprensión y, de ésta, la acción que no resulta de una idea. Así se
romperán las cadenas del deseo y de la aversión. Ve lo que es, o
mejor, vive la
consciencia de este único momento eterno, la consciencia de la
mente, del sentimiento y del cuerpo, es vivir la verdad, vivir lo
inconmensurable. Éste es tu camino.
Todos los demás frutos
(amor, paz, libertad, transformación...) no te importan... Céntrate y
profundiza en esta cuestión como vivencia, no como un estudio.
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Practica el silencio, la paz, la atención. Practica el ver como surge
y desaparece todo, los deseos, los pensamientos, las emociones, los
procesos físicos... Practica el saborear el tiempo, el vivir en el
ahora eterno.
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Estate atento y
vigilante, adquiere la capacidad de estar aquí y ahora, de
presenciar profundamente todo lo que ocurre en el instante presente,
sin juzgar. Éste es el principio de la Vida.
Si quieres
alcanzar la virtud dispón previamente en tu interior las obras que
debes hacer exteriormente y no te dejes arrastrar por ellas hacia
los deseos de tus torcidas inclinaciones, sino someterlas al imperio
de la recta razón.
Aprende pues a obrar con presteza si quieres
tener sujetar tu propia vida. Porque más fácilmente se vence al
enemigo exterior, cuando el ser humano interior no está debilitado
en sus fuerzas espirituales.
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Dedica:
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Cada día un
largo rato de meditación, un espacio de tiempo para ser.
Cada semana una
mañana o una tarde al tiempo de ser y a la meditación.
Cada mes un día
de retiro, silencio y contemplación.
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Aprende a existir en
silencio.
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Mira en
silencio.
Escucha en
silencio.
Percibe en
silencio.
Huele en
silencio.
Palpa en
silencio.
Trabaja en
silencio.
Vive en
silencio.
Ama en silencio.
Y encontrarás
la infinitud del
silencio,
la eternidad del
silencio,
el abismo del
silencio,
la sabiduría del
silencio,
el amor del
silencio,
la pasión del
silencio,
la belleza del
silencio,
la plenitud del
silencio,
la armonía del silencio.
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Aprende a estar donde
estás con todo tu cuerpo y con todos tus sentidos.
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Descubre a Dios
en tu cuerpo.
Dale las gracias
a Dios, a la vida, porque tienes ojos para mirar, oídos para
escuchar, voz para hablar y manos para acariciar.
Se consciente de
tu capacidad para ver y oír, y disfruta pudiendo percibir el mondo
que te rodea.
Silencia y
pacifica tu cuerpo de tensiones y de nerviosismos inútiles. Así
darás paz a tu alma.
Alimenta de una
manera adecuada tu cuerpo, entra en contacto frecuentemente con la
naturaleza, con el sol, los bosques, el mar... Fortalece tu
espíritu.
Ejercita de una
manera adecuada tu cuerpo y vuélvelo flexible. Te hará más fácil
vivir desde el espíritu.
Ve simplemente
con atención el color ola forma de una hoja, rama o piedrecilla...
entra en la profundidad de una experiencia trascendente.
Escucha
atentamente el susurro del bosque, del mar o de la noche; escucha el
rumor de la ciudad...percibe el Silencio en la tonalidad de un mundo
nuevo.
Siente despierto
y con atención el contacto del agua que se escurre por tu cuerpo o
de un chaparrón cuando te empapa; siente el contacto con el de tus
pies con el suelo o la tierra, descalzo por la arena, las piedras o
la hierba; la sensación del viento, la lluvia o el sol..., entra en
la profundidad de una experiencia contemplativa.
Descubre que
para ser feliz y disfrutar en la vida no tienes que hacer cosas
nuevas y originales, sino hacer las cosas de una manera nueva,
viviendo con los cinco sentidos, percibiendo consciente y
serenamente hasta los detalles más sencillos.
Obsérvate y
percíbete a ti mismo en todos los movimientos y gestos...
descubrirás una gran riqueza.
Vive consciente y lentamente todo aquello que
estés haciendo. Anda con suavidad y armonía, como quien está
realizando una gran obra de arte. Acostúmbrate a mirar serenamente,
a andar con mesura, a vivir conscientemente cada gesto o movimiento
que haces con el cuerpo. Calma tu prisa. La prisa es una violencia
contra el ritmo natural del tiempo y de la vida. Llegarás a
encontrar placer y disfrutarás de una manera nueva con las tareas
más sencillas y humildes.
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Aprende a estar donde
estás, experimentando la comunión con todas las personas.
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Ama.
Todo lo bueno
que desees para ti quiérelo también para los demás.
Perdona a las
demás personas como te perdonas a ti mismo.
No exijas nada a
nadie.
No condenes
nunca a nadie. No juzgues, nunca, a nadie. No critiques a otras
personas, ni siquiera con el pensamiento.
Mira a todo el
mundo con ojos limpios y sin prejuicios.
Descubre la
verdadera y profunda riqueza de cada persona, más allá de las
apariencias y de las máscaras.
Acepta a las
demás personas como te aceptas a ti mismo, pero no aceptes su error.
Sé tolerante con
todas las personas, sin que te lo impida su forma de pensar, sus
creencias, sus gustos, sus trabajos, su modo de vida o sus
costumbres, aunque seas firme y tajante con el mal que pueda
encarnarse en sus vidas.
No discutas.
Escucha con atención y cordialidad a los demás y expón tus opiniones
sin apasionamiento, aunque con firmeza y autoridad.
No avasalles la
libertad de los demás con tus opiniones y manera de pensar.
Acoge y escucha
a todos con mucho respeto, aunque no debes amparar su ignorancia y
su error.
Sé humilde y
bondadoso con todos los que debas serlo. Sé firme y tajante con
todos los que debas serlo, con la certeza que actúas con justicia,
con amor y conciencia en tu interior, y sin perder las buenas formas
y con respeto.
Trata de crear un "espacio" a tu alrededor
donde los demás vivan a gusto y todos podáis progresar
espiritualmente.
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Aprende a estar donde estás, en silencio, en
atención amorosa. Con todo tu ser.
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No tengas prisa.
Supera la
ansiedad.
Vive con el
corazón. Pon todo el amor en todo.
Superar la
necesidad de quedar bien.
Supera la
necesidad de rendimiento.
Supera el afán
de posesión.
Piensa
positivamente.
Supera la
agresividad.
Supera la
rivalidad.
Fomenta el
silencio.
Fomenta la calma
y la serenidad.
Fomenta la comprensión y la tolerancia.
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Aprende a contemplar,
a entrar en el templo, a entrar en lo sagrado de todo lo creado.
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Entra en lo
sagrado de ti mismo, en lo sagrado de todo tu interior y de toda tu
vida.
Entra en lo
sagrado de las personas con quienes convives, en lo sagrado del aire
que respiras, en lo sagrado de todo lo que te rodea.
Entra en lo
sagrado de tu dolor, de tu cansancio, de tu oración, de tus
contrariedades, de tus noches estrelladas y de tus noches oscuras.
Así tu vida se
hará contemplativa, tu vida será contemplativa, en medio de la
transparencia y de la plenitud de Dios, siempre presente, aquí y
ahora.
La vida, la auténtica vida, la que vives cada
segundo, se hará más real, más gozosa y más plena. Surgirá de ti un
ser humano nuevo con una mirada nueva.
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Imagínate a una persona gordísima y grasienta. En algo así puede llegar a
convertirse tu mente, incapaz de pensar, de observar, de explorar y de
descubrir. Si miras a tu alrededor descubrirás cómo la mayoría de las
mentes están así; torpes, dormidas, protegidas por “capas de grasa”,
deseando no ser molestadas ni sacudidas de su modorra. Esas capas de
“grasa” son nuestras creencias, las conclusiones a que hemos llegado
acerca de personas y de cosas, nuestros hábitos y nuestros apegos.
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Ve que tu mente
se ha quedado dormida y estás encerrados en una prisión. Contempla
los muros; emplea horas enteras en observar simplemente tus ideas,
hábitos, apegos y miedos, sin emitir juicio de ningún tipo. Limítate
a mirarlos... y por sí solos se derrumbarán.
Emplea algún
tiempo en observar las cosas y las personas que te rodean, míralas
como si lo hicieras por primera vez. Puedes sentarte tranquilamente
y observar cómo funciona tu mente, de la que brota sin cesar un
flujo de pensamientos, sensaciones y reacciones. Debes dedicar
largos espacios de tiempo en observar todo ello del mismo modo en
que contemplamos un río o una película; no tardarás mucho tiempo en
descubrir que es aún más interesante, vivificante y liberador. Se
dice que la vida inconsciente no merece la pena ser vivida... y sin
embargo es inconsciencia a lo que la gente llama vida.
Mira, observa, examina, explora y tu mente se
volverá viva, eliminará su “grasa” y se tornará perspicaz, despierta
y activa. Los muros de nuestra prisión se desplomarán y tendremos la
visión limpia y sin obstáculos de las cosas tal como son, con la
vivencia directa de la realidad.
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Si quieres desarrollar
la virtud y conocer la paz actúa de la siguiente manera:
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Muéstrate capaz
y justo, honesto y cordial en tus palabras. Sencillo y humilde sin
presunción ni afectación. Complacido y fácilmente satisfecho,
despojado de obligaciones y frugal en tu manera de vivir, pacífico,
sereno, juicioso y competente, desprovisto de orgullo y no exigente.
No harás la menor cosa que pudiera censurar la sabiduría. Desearás,
con alegría y con firmeza, el bienestar de todos los seres, sin
excluir a ninguno, débiles o fuertes, grandes o poderosos, medianos,
menudos o diminutos, visibles o invisibles, los que viven cerca y
los que habitan lejos, los nacidos y los que aún no vieron la luz,
su deseo será que todos se sientan a gusto.
No engañes a
nadie. Ni lo desprecies, fuera cual fuese su estado. Nunca, por ira
o por rencor desees mal a nadie. Como una madre protege a su único
hijo, con un corazón infinito, debes de amar a todos los seres
vivos, irradiar a todo el mundo un cariño que se remonte a los
cielos y descienda a las profundidades, por todas partes y sin
trabas, un amor libre de odio, de aversión y de interés.
De pie o
caminando, sentado o tendido, estarás despierto, sin somnolencia, y
tendrás presentes estos preceptos. Si cumples con estos preceptos te
unes y te conectas con lo más elevado que pueda haber sobre esta
tierra.
Los seres que no posean conocimientos
inmutables, que estén dotados de una clara visión, purifiquen su
corazón y abandonen todos los deseos de los sentidos encontrarán la
libertad.
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Anda plácidamente
entre el ruido y la prisa, y recuerda cuánta paz puede haber en el
silencio. Vive en buenos términos con todas las personas, todo lo que
puedas, sin rendirte. Di tu verdad tranquila y claramente; escucha a los
demás, incluso al aburrido y al ignorante; ellos también tienen su
historia. Evita a las personas ruidosas y agresivas, pero sin humillarles
el espíritu. Si te comparas con otras personas, puedes volverte vanidoso y
amargo; porque siempre habrán personas más grandes y más pequeñas que tú.
Disfruta de tus logros, así como de tus trabajos; mantén el interés en tu
propia carrera, aunque sea humilde, es una verdadera posesión en las
cambiantes fortunas del tiempo. Usa precaución en tus asuntos, porque el
mundo está lleno de trampas. Pero no por ello te ciegues a la virtud que
pueda existir; muchas personas luchan por altos ideales y en todas partes
la vida está llena de heroísmo.
Sé tu mismo;
especialmente no finjas afectos. Tampoco seas cínico respecto del amor,
porque frente a toda aridez y desencanto, el amor es perenne como la
hierba. Recoge mansamente el consejo de los años, renunciando con
naturalidad a las cosas de la juventud. Nutre tu fuerza espiritual para
que te proteja en la desgracia repentina. Pero no te angusties con
fantasías, muchos temores nacen dela fatiga y de la soledad. Junto con una
sana disciplina sé amable contigo mismo. Tú eres una criatura del
universo, no con menos valor que los árboles y las estrellas; tú tienes
derecho a estar aquí y, te resulte evidente o no, sin duda el universo se
desenvuelve como debe. Por lo tanto, mantente en paz con Dios, de
cualquier forma que lo concibas y cualesquiera que sean tus trabajos y
aspiraciones. Mantén en la ruidosa confusión paz con tu alma.
Con todas sus farsas,
trabajos y sueños rotos, este sigue siendo un mundo hermoso. Ten cuidado,
esfuérzate por ser feliz.
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