LA CRISIS ACTUAL.
REFLEXIONES
“Pienso que las
entidades bancarias son más peligrosas para nuestras
libertades que todos los ejércitos listos para el combate. Si el pueblo
estadounidense permite un día que los bancos privados controlen su
moneda, los bancos privados y todas las entidades que florecerán en
torno a ellos, privarán a los ciudadanos de lo que les pertenece,
primero con la inflación y más tarde con la recesión, hasta que sus
hijos se despierten, sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres
conquistaron”
THOMAS JEFFERSON
La crítica situación actual y sus causas.
Vemos la realidad: los desahucios, el sueldo que no llega a fin de mes, la
falta de trabajo, los jóvenes que han de salir al extranjero para poder
trabajar, la necesidad creciente del Banco de Alimentos, las colas en
Cáritas para poder subsistir, las personas buscando comida en los
contenedores y durmiendo en los cajeros, otros que lo pasan muy mal y se
avergüenzan de pedir.
Se
prefiere suprimir camas en los hospitales que escaños en el Senado. Pero
se hacen grandes recortes que harán más difícil crear trabajo por falta de
dinero circulante.
Ya
son muchas las familias que no tienen ningún ingreso. La Consejería de
Trabajo ya ha manifestado que, en breve plazo, más del 70% de los que
tienen subsidio de paro se quedarán sin él. Paralelamente los beneficios
de las grandes empresas han aumentado 20% y no se toman medidas serias
contra el permanente fraude fiscal. Siempre pierden los más pobres.
Con
la excusa de la salida de la crisis se están violando impunemente derechos
humanos básicos como son el derecho al trabajo y a la vivienda. Por este
camino no se ve ninguna salida a la crisis sino que se pierden puestos de
trabajo y se recortan derechos laborales y sociales, sindicales y
salariales. El paro, la falta de subsidios, la pobreza creciente son un
ataque a la dignidad de personas y familias. La persona humana es tratada
cada vez más como una simple mercancía.
Los
gobiernos, en lugar de actuar para poner freno a la especulación
económica, ignoran o reprimen la justa indignación de los que exigen
trabajo y vivienda para todos.
Son
injustos e inmorales los recortes de las prestaciones sociales, sobre todo
en sanidad y educación. Habría que pensar si no lo son también los
políticos que las realizan. Se ha de exigir responsabilidades penales para
los profesionales corruptos que tienen sueldos escandalosos o que se han
adjudicado indemnizaciones millonarias o pensiones vitalicias al salir de
entidades financieras. No vemos recortes proporcionados en los sueldos de
los políticos, economistas, empresarios, deportistas de elite ni en el
ámbito militar.
Los
gobiernos miran hacia otro lado. Basta con repasar los programas
electorales para comprobar que no se habla de erradicar la pobreza. En
cambio aumentan los casos de corrupción y “la justicia, como las víboras,
sólo pica a los que van descalzos” (Óscar Romero).
Todos los grupos solidarios y ONG, aunque no han de sustituir la
obligación de actuar que tienen las instituciones públicas, tendrían que
tomar conciencia de la gravedad de la situación y buscar caminos de
respuesta.
ACTUALIDAD
El
discurso dominante interpreta la crisis actual como una crisis coyuntural
o cíclica con un principio y un final que supondría el inicio de un nuevo
ciclo económico. Una vez más se está ocultando que las crisis tienen un
carácter estructural, pues son inherentes al funcionamiento del sistema
capitalista, y que se trata de una reestructuración más del capitalismo en
su continuo proceso de centralización del capital en cada vez menos manos:
el libre mercado es un mito que esconde un sistema oligopolista
incesantemente acentuado.
El
pez grande se come al chico, de manera que la crisis beneficia a los
grandes capitales mientras perjudica a amplios sectores de la clase
trabajadora y de las clases medias (pequeños empresarios y trabajadores
autónomos) de los países ricos y a muy amplias capas de la población de
los países pobres.
Se
están incrementando la desigualdad social y las situaciones de marginación
y exclusión, a escala mundial y estatal, en los países ricos y en los
pobres. Es indignante que, con el dinero de todos los contribuyentes (tres
billones de dólares a escala mundial), se esté “reflotando” a las
entidades financieras, principales responsables de esta crisis, mientras
se acrecienta el perjuicio a sus víctimas con el incremento del paro, la
precariedad laboral, la disminución de los salarios en términos reales y
la reducción de las prestaciones del Estado de Bienestar (véase el intento
de retrasar la edad de jubilación), sin olvidar el aumento de las
restricciones a la movilidad de la fuerza de trabajo (que contrasta con la
libertad de movimiento del capital) con legislaciones cada vez más
restrictivas para la inmigración.
Pero la crisis que estamos viviendo es mucho más que una crisis económica
con consecuencias sociales. Es una crisis de civilización que también
incluye dimensiones éticas, políticas, culturales y ambientales, pues va
acompañada por crisis de los valores morales, crisis de las instituciones
internacionales, problemas de gobernabilidad nacional e internacional,
hegemonía de las grandes corporaciones transnacionales (manifestada en las
dificultades para controlar al capital financiero ni siquiera para
“refundar” el capitalismo), crisis de legitimidad de las democracias
partitocráticas y corrupción política, deterioro de las libertades y
derechos civiles y políticos, problemas de convivencia multicultural y
grave crisis ambiental. Éstas son las consecuencias del Imperio del
Mercado.
El
actual modelo económico, político y social es insostenible. La urgencia de
un cambio de paradigma económico comporta la necesidad de dejar de
identificar desarrollo con acumulación capitalista y con crecimiento
económico.
Si
queremos transformar nuestras sociedades en sociedades equitativas, es
necesaria una transformación profunda del modelo vigente. Si queremos
sobrevivir como especie en el planeta Tierra y desarrollarnos como seres
humanos, no sólo otro mundo es posible sino que es necesario. Y su
realización pasa por la negación de los valores consumistas del mercado y
la reivindicación del derecho a decidir cómo queremos organizar nuestras
vidas en una genuina democracia deliberativa y participativa, alternativa
a la deslegitimada democracia partitocrática.
CUENTO
Hubo una vez en la selva un leopardo muy nocturno. Apenas podía dormir por
las noches, y tumbado sobre la rama de su precioso árbol, se dedicaba a
mirar lo que ocurría en la selva durante la noche. Fue así como descubrió
que en aquella selva había un ladrón, observándole pasar cada noche a la
ida con las manos vacías, y a la vuelta con los objetos robados durante
sus fechorías. Unas veces eran los plátanos del señor mono, otras la
peluca del león o las manchas de la cebra, y un día hasta el colmillo
postizo que el gran elefante solía llevar el secreto.
Pero como aquel leopardo era un tipo muy tranquilo que vivía al margen de
todo el mundo, no quiso decir nada a nadie, pues la cosa no iba con él, y
a decir verdad, le hacía gracia descubrir esos secretillos.
Así, los animales llegaron a estar revolucionados por la presencia del
sigiloso ladrón: el elefante se sentía ridículo sin su colmillo, la cebra
parecía un burro blanco y no digamos el león, que ya no imponía ningún
respeto estando calvo como una leona. Así estaban la mayoría de los
animales, furiosos, confundidos o ridículos, pero el leopardo siguió
tranquilo en su árbol, disfrutando incluso cada noche con los viajes del
ladrón.
Sin
embargo, una noche el ladrón se tomó vacaciones, y después de esperarlo
durante largo rato, el leopardo se cansó y decidió dormir un rato. Cuando
despertó, se descubrió en un lugar muy distinto del que era su hogar,
flotando sobre el agua, aún subido al árbol. Estaba en un pequeño lago
dentro de una cueva, y a su alrededor pudo ver todos aquellos objetos que
noche tras noche había visto robar... ¡el ladrón había cortado el árbol y
había robado su propia casa con él dentro!. Aquello era el colmo, así que
el leopardo, aprovechando que el ladrón no estaba por allí, escapó
corriendo, y al momento fue a ver al resto de animales para contarles
dónde guardaba sus cosas aquel ladrón...
Todos alabaron al leopardo por haber descubierto al ladrón y su escondite,
y permitirles recuperar sus cosas. Y resultó que al final, quien más salió
perdiendo fue el leopardo, que no pudo replantar su magnífico árbol y tuvo
que conformarse con uno mucho peor y en un sitio muy aburrido... y se
lamentaba al recordar su indiferencia con los problemas de los demás,
viendo que a la larga, por no haber hecho nada, se habían terminado
convirtiendo en sus propios problemas.
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