El descontento general que casi todos, jóvenes o viejos, experimentamos,
pronto encuentra una vía de satisfacción y, de esa manera, nuestras mentes
se echan a dormir y se deterioran. El descontento se despierta de vez en
cuando a causa del sufrimiento, pero la mente vuelve a buscar una solución
gratificadora.
La mente se halla atrapada en la rueda de la
insatisfacción y la gratificación, y el constante despertar a través del
dolor es parte de nuestro descontento. El descontento es la vía de la
investigación, pero no puede haber investigación si la mente está atada a la
tradición, a los ideales. La investigación es la llama de la atención.
Por descontento entendemos el estado en que la mente
comprende lo que es, lo real, e investiga constantemente para
descubrir más. Es un movimiento para ir más allá de las limitaciones de lo
que es; y si uno encuentra caminos y medios con los cuales sofocar o
superar el descontento, entonces aceptará las limitaciones de la actividad
egocéntrica y de la sociedad en que vive.
El descontento es la llama que quema los desechos de la
satisfacción, pero la mayoría de nosotros busca disiparla de diversas
maneras. Nuestro descontento se convierte entonces en la persecución del
"más", en el deseo de una casa más grande, un automóvil mejor, etc., todo lo
cual se halla dentro del campo de la ambición y de la envidia; y es la
envidia y la ambición la que sostienen un descontento semejante.
Aquí estamos hablando de un descontento en el que no
existen la envidia ni la codicia del "más", un descontento que no está
alimentado por ningún deseo de satisfacción. Este descontento es un estado
puro que existe en cada uno de nosotros, si no se lo apaga a causa de una
mala educación, mediante soluciones gratificadoras o la ambición o la
persecución de un ideal. Cuando comprendamos la naturaleza del verdadero
descontento, veremos que la atención forma parte de esa llama ardiente que
consume la pequeñez y deja a la mente libre de las limitaciones que implican
las búsquedas y gratificaciones egocéntricas que la encierran dentro de sí
misma y la deterioran.