|
El deseo material
La sociedad está atrapada por el materialismo. Ceder a la fuerza del deseo
aprisiona al ser humano en esas cosas, personas y situaciones que
consuelan y compensan porque no se tiene el valor de “ser”, por no ser de
verdad y plenamente. La comodidad se ha convertido en un modo de vida y
casi nadie es consciente ni obra apropiadamente ante los problemas que la
Vida les ofrece. No se suele responder a su reto obrando aquello que es lo
bueno y lo justo, sino que las respuestas se quedan casi siempre en actos
mediocres y cómodos. Ocurre entonces que no se cumple la misión, se
acumulan deudas con las personas y con la Vida y, a pesar de haber elegido
la propia comodidad, el ser humano se sumerge en su propio malestar, en su
pequeño infierno. Muchas personas están cansadas de llevar una vida
inapropiada, por no haber encontrado el “ser”, ese vivir espiritual en
plenitud, y sólo quisieran descansar. Pero esa “comodidad” sólo puede
conducir a no vivir en absoluto y a producir dolor.
En ningún otro momento de la historia ha habido tantas personas acudiendo
a terapias en busca de ese huidizo "algo" que echan de menos en sus vidas.
Ese algo perdido que en la sociedad actual elude a la mayoría de las
personas es ese conectar con uno mismo, con Dios, con la propia verdad y
obrar adecuadamente. La sociedad está compuesta por personas muy
superficiales y, por lo tanto, se encuentra atrapada en el materialismo.
Presionados por la sociedad y sus medios de comunicación, casi todos se
definen por lo que parecen y por cuánto y qué tipo de cosas tienen. En lo
más profundo, todos nos damos cuenta de que el dinero y las posesiones
materiales no pueden darnos la felicidad. Pero hemos vivido bajo el
influjo de los falsos valores durante tanto tiempo que casi nadie recuerda
lo que en realidad es esta felicidad. Nos hemos convertido en una sociedad
que vive para la satisfacción inmediata.
Todo el nivel físico, -con el propio cuerpo, incluido su aspecto, y las
propiedades que poseemos- son un medio que nos ofrece la Vida que nos
permite ejercitarnos en el ser conscientes y en el obrar adecuadamente. No
son medios por los que obtener placer. Casi todo el mundo busca placer en
las posesiones y, aunque no sean felices con ello, simulan que sus vidas
son perfectas. Pero aun siendo la vida en los países desarrollados tan
“perfecta”, con todos los rápidos y fáciles lujos, casi todos se sienten
muy vacíos.
Todos hemos buscado fuera de nosotros mismos cosas que nos hiciesen
felices, que nos animasen cuando estábamos decaídos, pero no se puede
encontrar la felicidad por ese camino. Para poner fin a las depresiones y
llenar el vacío lo que necesitamos es vivir espiritualmente. Nos ocurren
cosas, claro está, pero es la consciencia y la manera en como obramos ante
esas cosas lo que determina la felicidad propia y del mundo que nos rodea.
Somos libres para elegir entre las diferentes soluciones que existen para
nuestros problemas.
Nos hemos apartado mucho del sentido por el que estamos aquí. Nos
encontramos en este plano para ser conscientes, para amar de verdad y
obrar apropiadamente, pero nos hemos quedado atrapados en las redes de una
cultura materialista. Ser conscientes significa vivir otros valores
diferentes de los que tiene el mundo moderno. Desgraciadamente, antes de
ocuparse en vivir espiritualmente, en “ser”, la mayor parte de la gente
espera a tener un infarto, una úlcera de estómago, a que su pareja le
abandone o tenga lugar algún acontecimiento que trastorne su vida. Casi
nadie recuerda cómo jugar como lo hace un niño y simplemente “ser”. Todos
los problemas que la vida adulta trae consigo -conservar el empleo, pagar
facturas, etc.- acaban ampliándose y ocupando la vida entera. Ya no se
vive de verdad, intensamente, como viven y ríen los niños.
No vivir espiritualmente, no “ser”, crea un vacío que se llena viendo la
televisión o trabajando más horas. Es necesario que tomar una decisión y
comprometerse a vivir espiritualmente. Sólo entonces volveremos a conectar
con nosotros mismo, con Dios, con la verdad y obraremos adecuadamente. |
|