|
LA DIETA Y LA SALUD
MENTAL
El
psicoanálisis, tal como se practica en los círculos médicos occidentales,
no existe en el sistema médico tradicional de la China. En Oriente, cuando
un paciente presenta síntomas de tensión emocional, confusión mental,
pánico, paranoia y demás, el médico verdaderamente bueno trata de curarlo
mediante la alimentación. Tras analizar minuciosamente sus hábitos
dietéticos, el médico chino generalmente descubre una deficiencia crítica
de algún nutriente vital o un extremado desequilibrio de las energías
farmacodinámicas contenidas en los alimentos que consume. A continuación,
procede a tonificar la deficiencia y corregir el desequilibrio mediante
estrictas recomendaciones dietéticas complementadas con una terapia a base
de hierbas.
Fue en Europa, donde las dietas habituales están lastimosamente
desequilibradas según los criterios que respetan las leyes de la
Naturaleza, que surgió la psicoterapia como una rama independiente de la
medicina, separada de la fisiología. Esta dicotomía médica es típica del
dualismo que subyace en el corazón del pensamiento occidental.
A pesar de las corrientes dualistas del pensamiento occidental, un
reducido conjunto de científicos nutricionales norteamericanos y europeos
han redescubierto por fin el “eslabón perdido” entre el cuerpo y la mente,
entre la salud física y la mental, y resulta que dicho eslabón es la
nutrición.
Hemos comprobado que la enfermedad mental funcional es reflejo de un
metabolismo perturbado, principalmente como consecuencia del mal
funcionamiento de sistemas enzimáticos. El énfasis en los sistemas
enzimáticos es particularmente significativo, si tenemos en cuenta que las
dietas que prevalecen en las sociedades occidentales son carentes de
enzimas, y en ellas se registra la mayor incidencia de trastornos
mentales.
Para comprender cómo funcionan estas relaciones debemos examinar antes el
funcionamiento del cerebro. El cerebro sólo puede quemar glucosa, también
llamada “el azúcar de la sangre”. De hecho, el cerebro, que representa
únicamente el 2,5 por ciento del peso corporal, consume el 25 por ciento
de todo el azúcar disponible en la sangre. Puesto que la sangre sólo puede
transportar la glucosa suficiente para unas cuatro horas de actividad
cerebral, cualquier interrupción en el suministro constante de glucosa a
la corriente sanguínea se traduce en una inmediata perturbación de las
funciones cerebrales. El primer síntoma de perturbación mental causada por
deficiencia de glucosa en el cerebro es la pérdida del control emocional.
El cerebro obtiene su glucosa de tres fuentes. Parte de ella procede de
alimentos ricos en glucosa -como la uva y la miel-, de los que es
absorbida directamente por la sangre y transportada al cerebro. Otra
fuente es la descomposición de los hidratos de carbono y su conversión en
glucosa. La tercera fuente es el glucógeno que el hígado produce y
almacena, a partir de la descomposición de grasas y proteínas. Cuando se
agota el relativamente limitado suministro que proporcionan los alimentos
ricos en glucosa y la digestión de los hidratos de carbono, el hígado
convierte el glucógeno almacenado en glucosa y la segrega a la corriente
sanguínea para mantener constante el aprovisionamiento del siempre activo
y siempre hambriento cerebro.
Para poder descomponer las proteínas y las grasas a fin de producir
glucógeno, el hígado necesita quemar glucosa para obtener la energía
imprescindible para este vital proceso metabólico. Una persona que siga
una dieta de moda que excluya todos los azúcares e hidratos de carbono,
por ejemplo, no podrá disponer de la glucosa necesaria para transformar
las proteínas y grasas que consume. Como resultado, su cerebro verá
drásticamente limitadas sus tres fuentes de glucosa: los azúcares de los
alimentos naturales, los hidratos de carbono y el glucógeno hepático. Si,
en cambio, su dieta exige la supresión de grasas y proteínas, las reservas
de glucógeno del hígado serán insuficientes para mantener el suministro
cuando se haya consumido toda la glucosa de la sangre.
La completa eliminación de las grasas en una dieta constituye la mayor
aberración, pues las grasas representan una de las mejores fuentes de
energía alimenticia. La grasa proporciona el triple de energía que el
azúcar y el doble que las proteínas, y su combustión es mucho más rápida y
completa que la de casi cualquier otro alimento. La clave del consumo de
grasas está en evitar las combinaciones de alimentos incompatibles que
perjudican su digestión, como consumir las grasas junto con una proteína
concentrada. Cuando se obtienen de una correcta combinación de alimentos
naturales, las grasas no engordan. Recordemos que los esquimales se
alimentaban tradicionalmente de grasa animal cruda, y les iba muy bien. La
“potencia cerebral” exige un suministro adecuado de grasas, y las
exhaustivas investigaciones de muchos investigadores establecen una clara
relación entre la insuficiencia de grasas en la dieta y los trastornos
mentales crónicos.
Los psiquiatras conceden por lo general una gran importancia a todo tipo
de síntomas mentales anormales, como depresiones, manías o neurosis,
cuando en realidad tales síntomas suelen ser la manifestación psicológica
de una deficiencia o un desequilibrio graves en la nutrición, y carecen de
significado por sí mismos. Un ejemplo típico es la conducta violenta
crónica que se asocia con una deficiencia crítica de niacina. Diez años en
el diván del psiquiatra no contribuirán en nada a curar este trastorno,
que desaparece con el adecuado suministro diario de niacina.
Examinemos de cerca un caso concreto descrito por el Dr. Watson en
Nutriüon and Your Mind. Un joven llegó a su consultorio aquejado de una
depresión mental grave y claustrofobia morbosa. Tanto le asustaban los
espacios cerrados que hacía más de cinco años que no lograba permanecer en
su propio cuarto de baño el tiempo suficiente para darse una ducha. Al ser
interrogado, el paciente reveló que su dieta cotidiana, un día sí y otro
también, año tras año, se componía únicamente de tres productos:
hamburguesas, café solo y leche desnatada pasteurizada. El Dr. Watson
descubrió que, debido a la desnutrición crónica, las células del paciente
habían perdido por completo su capacidad de convertir los alimentos en
energía. La primera medida del doctor fue establecer una dieta equilibrada
a base de proteínas, grasas, hidratos de carbono, frutas y verduras
frescas, suplementada con vitaminas y minerales naturales, y el joven no
tardó en recobrar su capacidad metabólica normal. Su depresión crónica y
su claustrofobia desaparecieron total y definitivamente. En vez de perder
años y derrochar una fortuna hablando con un psiquiatra, el paciente quedó
curado en unas pocas semanas y con un gasto mínimo.
Más de un 80 por ciento de los pacientes del Dr. Watson se han curado
definitivamente de prácticamente todas las formas conocidas de enfermedad
mental por medio de la terapia nutricional, incluyendo unos cuantos “casos
perdidos” enviados por otros psiquiatras frustrados. Comparemos este
excelente historial con los resultados del psicoanálisis: en 1965, un
informe publicado por el Dr. H. J. Eysenck en el International Journal of
Psychiatry evaluaba los resultados de 19 estudios distintos sobre más de
7.000 pacientes psiquiátricos y llegaba a la conclusión de que la
psicoterapia no había demostrado ningún valor duradero en absoluto para
ayudar a ninguno de los pacientes a recuperarse de ninguna enfermedad
mental. En comparación, el enfoque nutricional del Dr. Watson a estas
mismas enfermedades con frecuencia logra curaciones permanentes en
cuestión de pocos días o semanas. Y, si bien este enfoque sigue
considerándose como una herejía en los círculos médicos de Occidente, ha
sido siempre el tratamiento habitual en las artes curativas taoístas.
Los trabajos del Dr. Watson le llevaron a descubrir por sí mismo la
tradicional “trinidad” taoísta de esencia, energía y espíritu, pero desde
un punto de partida completamente científico y actual. Su comprensión de
que la “esencia” -enzimas y otros nutrientes- debe proporcionar la
“energía” vital necesaria para sustentar el “espíritu” –mente- queda
reflejada en el siguiente párrafo de su libro:
Lo que uno come, digiere y asimila le proporciona los nutrientes
productores de energía que la sangre transporta hasta el cerebro.
Cualquier perturbación del suministro de nutrientes o de los sistemas
productores de energía del cerebro se traduce en un trastorno del
funcionamiento de éste, trastorno que puede denominarse mala salud mental.
Y concluye el Dr. Watson: “Lo que usted come determina su estado mental y
quién es usted”.
Verdaderamente, todo esto da que pensar. |
|