LA
ECUANIMIDAD
La
práctica de la ecuanimidad consiste en llegar a conocer en toda su hondura
lo que significa dejar pasar. Es habitar en una vasta quietud mental, en una
calma radiante que nos permite estar plenamente presentes en todas las
distintas experiencias cambiantes que constituyen nuestro mundo y nuestra
vida.
Ecuanimidad es tolerar
el misterio de las cosas. Entonces no juzgamos, sino que cultivamos un
silencio y un equilibrio de la mente que permita acoger lo que sucede, sea
lo que fuere. Esta aceptación constituye la fuente de nuestra seguridad,
confianza y bienestar.
Cuando crece esta virtud
en nuestro interior, nos desplazamos desde la pugna por controlar todo lo
que sobreviene en la existencia al simple deseo de vincularnos
verdaderamente con todo lo que existe. Se trata de un cambio radical en la
opción fundamental que tomamos y ejercemos en la vida pues, por lo general,
vivimos en un nivel de rechazo hacia nuestra propia realidad que nos
debilita.
Cuando definimos cada
vez más experiencias como inaceptables para sentirlas o conocerlas, la
existencia se vuelve progresivamente más reducida, más limitada. Al
contrario, cuando nos mostramos dispuestos a experimentar todo lo que sucede
o puede suceder, podemos hallar en esa aceptación la confianza y certidumbre
que antaño buscamos a través del rechazo al cambio. Practicando el don de la
Ecuanimidad aprendemos a relacionarnos plenamente con la vida, incluyendo su
total inseguridad. Y así, en vez de hundirnos en las reacciones...
La ecuanimidad nace por
la comprensión de la vida, pues damos su verdadero valor a todas las cosas.
Recuerda que ser ignorante es dar falsos valores a las situaciones y a las
cosas.
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