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ECUANIMIDAD
La
ecuanimidad es una poderosa energ ía
de precisión, cordura, armonía y equilibrio. Es imparcialidad, respuesta
proporcionada, medio justo, ánimo estable ante las vicisitudes o
adversidades, mente firme e imperturbable ante el elogio o el insulto, la
ganancia o la pérdida,
lo agradable y lo desagradable.
Una persona espiritual usa su
mente como un espejo. No se aferra a nada ni rechaza nada. Recibe, pero no
conserva. Un espejo refleja innumerables im ágenes,
pero se mantiene intacto. Existe una actitud que dirige su atención hacia
donde necesita, pero que, al igual que el espejo, no hace perder la propia
estabilidad interior. Pero la ecuanimidad es también compasión, pues nunca
es frialdad, desinterés o falta de sensibilidad. Es la visión equilibrada y
clara que pone las cosas en su lugar y sabe ver, en el fondo de los eventos
y fenómenos, la acción de las leyes de la naturaleza. La ecuanimidad surge
al asumir conscientemente lo inevitable sin que el ánimo se turbe. Todo
fluye, todo se modifica, todo cambia. En realidad, a la larga, nada
permanece. La persona ecuánime comprende esta verdad, por eso mantiene el
ánimo sosegado aún en las circunstancias más difíciles.
Ecuanimidad es vivir en el
presente, libre del pasado y del futuro y sin reaccionar con avidez o aversi ón.
El placer y el sufrimiento se alternan e incluso se producen
simultáneamente. La ecuanimidad nace cuando uno no se aferra a lo agradable
y no añade sufrimiento a lo desagradable. Las sensaciones surgen y se
desvanecen, es su dinámica natural, como es la dinámica
de esta Vida pasar.
Se vive ecu ánimemente
cuando se reconoce, en toda su profundidad, lo que significa dejar que
ocurran las cosas. Esto significa vivir en una vasta quietud mental, en una
calma radiante que permite estar plenamente presentes en todas las distintas
experiencias cambiantes que constituyen el mundo y la Vida. La ecuanimidad
es tolerar el misterio de las cosas, no juzgar, sino permitir un equilibrio
interior que permite acoger lo que sucede, sea lo que fuere. Esta aceptación
constituye la fuente de la propia seguridad y confianza.
Cuando una persona considera
cada vez m ás
experiencias como inaceptables para sentirlas o conocerlas, la existencia se
le vuelve progresivamente más reducida, más limitada. Cuando se vive abierto
para experimentar todo, se puede encontrar en esa aceptación la confianza y
la certidumbre que tantas personas buscan a través
del rechazo del cambio. Entonces uno aprende a relacionarse plenamente con
la Vida, incluyendo a su inseguridad. En vez de hundirnos en las reacciones
inconscientes observamos todo lo que nos sucede y obramos de una forma
adecuada.
Al ser ecu ánime
una persona se desplaza desde la pugna por controlar todo lo que sobreviene
en la existencia a la sencilla y verdadera vinculación
con todo lo que existe. Tiene una perspectiva totalmente diferente de la
Vida pues, por lo general, el ser humano vive en un nivel de rechazo que la
debilita profundamente.
La ecuanimidad surge tambi én
cuando se ve la ilusión del ego. Si no se comprende el hecho de que el ego
ocasiona todo ajetreo, confusión y sufrimiento, no se puede ejercer una
verdadera ecuanimidad. Se podrá suprimir la ansiedad y la inquietud pero no
se vivirá
la imperturbabilidad, el equilibrio y aplomo que se llama ecuanimidad. La
consciencia y el conocimiento son la base de la ecuanimidad.
La ecuanimidad nace en por la
comprensi ón,
nace cuando se da su verdadero valor a todas las cosas, pues ser ignorante
es dar falsos valores a las cosas y situaciones que componen la Vida... y
esto supone siempre alejarse de la ecuanimidad y de la espiritualidad más
auténtica.
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