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Educación técnica y educación espiritual.

El hombre ignorante no es el iletrado, sino el que no se conoce a sí mismo; y el ser humano instruido es ignorante cuando pone toda su confianza en los libros, en el conocimiento y en la autoridad externa para derivar de ellos la comprensión. La comprensión sólo viene mediante el propio conocimiento, que es darnos cuenta de nuestro proceso psicológico total. La educación, pues, en su verdadero sentido, es la comprensión de uno mismo, porque dentro de cada uno de nosotros es donde se concentra la totalidad de la existencia.

Lo que ahora llamamos educación es la acumulación de datos y conocimientos por medio de los libros, cosa factible a cualquiera que puede leer. Una educación así, ofrece una forma sutil de escaparnos de nosotros mismos y, como toda huida, inevitablemente aumenta nuestra desdicha. El conflicto y la confusión resultan de nuestra relación errónea con todo lo que nos rodea –gente, cosas, ideas-, y hasta que no entendamos bien esa relación y la alteremos, la mera instrucción, la adquisición de datos y habilidades, nos conducirán inevitablemente al caos envolvente y la destrucción.

Según está ahora organizada la sociedad, enviamos a nuestros hijos a la escuela para aprender alguna técnica con la cual puedan finalmente ganarse la vida. Queremos hacer de nuestros hijos, ante todo, especialistas, esperando así darles estabilidad económica segura. Pero, ¿acaso puede la técnica capacitarnos para conocernos a nosotros mismos?

Si bien es necesario a todas luces saber leer y escribir y aprender ingeniería o cualquiera otra profesión, ¿nos dará la técnica capacidad para comprender la vida? Indudablemente, la técnica es secundaria, y si la técnica es lo único que buscamos, es obvio que estamos negando la parte más importante de la vida.

La vida es dolor, gozo, belleza, fealdad, amor; y cuando la comprendemos en su totalidad, en todos sus niveles, esa comprensión crea su propia técnica. Pero lo contrario es falso; la técnica jamás puede producir la comprensión creadora.

La educación actual es un completo fracaso porque le da demasiada importancia a la técnica. Al darle tanta importancia a la técnica, destruimos al ser humano. Cultivar la capacidad y la eficiencia sin la comprensión de la vida, sin tener una percepción completa de cómo funcionan el pensamiento y el deseo, sólo logrará aumentar nuestra crueldad, que es lo que engendra las guerras y pone en peligro nuestra seguridad física. El desarrollo exclusivo de la técnica ha producido científicos, matemáticos, constructores de puentes, conquistadores del espacio; pero, ¿comprenden ellos acaso el proceso total de la vida? ¿Puede algún especialista sentir la vida como un todo? Sí, sólo cuando deje de ser especialista.

El progreso tecnológico resuelve ciertas clases de problemas en un nivel determinado, pero también introduce problemas más amplios y profundos. Vivir en un solo nivel, sin tener en cuenta el proceso total de vida, es atraer la miseria y la destrucción. La mayor necesidad, el problema más urgente de cada individuo, es tener una comprensión integral de la vida, que lo ponga en condiciones de resolver satisfactoriamente sus crecientes complejidades.

El conocimiento técnico, aunque necesario, no resolverá en modo alguno nuestras tensiones y conflictos psicológicos internos: y es por haber adquirido conocimientos técnicos sin comprender el proceso total de la vida, que la tecnología se ha convertido en un instrumento para nuestra propia destrucción. El ser humano que sabe desintegrar el átomo, pero no tiene amor en su corazón, se convierte en un monstruo.

Elijamos una vocación de acuerdo con nuestras capacidades; pero el hecho de seguir una vocación ¿nos librará de conflictos y confusiones? Al parecer necesitamos de preparación técnica; pero una vez graduados de ingenieros, médicos, o contables, entonces ¿qué? ¿Es la práctica de una profesión la plenitud de la vida? Aparentemente así es para muchos de nosotros. Nuestras profesiones pueden mantenernos ocupados la mayor parte de nuestra existencia, pero las mismas cosas que producimos y que nos fascinan, causan nuestra destrucción y nuestra miseria. Nuestras actitudes y nuestros valores hacen de las cosas y de las ocupaciones instrumentos de envidia, amargura y odio.

Sin la comprensión de nosotros mismos, la mera ocupación nos lleva a la frustración con sus inevitables evasiones a través de toda clase de actividades perjudiciales. La técnica sin la verdadera comprensión conduce a la enemistad y a la crueldad, las cuales tratamos de enmascarar con frases agradables al oído. ¿De qué vale recalcar la técnica y convertirse en seres eficientes si el resultado es la mutua destrucción? Nuestro progreso técnico es fantástico, pero sólo ha logrado aumentar nuestro poder para destruirnos los unos a los otros y hay hambre y miseria en todas las regiones de la Tierra. No somos felices ni tenemos paz.

Cuando la función de ejercer una profesión es de máxima importancia, la vida se hace aburrida y oscura, convirtiéndose en una rutina mecánica, de la cual huimos por medio de toda clase de distracciones. La acumulación de hechos y el desarrollo de la capacidad intelectual, a lo cual llamamos educación nos ha privado de la plenitud de la vida y de la acción integradas. Es porque no entendemos el proceso total de la vida que nos aferramos tanto a la capacidad y la eficiencia, que de esta manera asumen avasalladora importancia. Pero el todo no puede comprenderse si sólo estudiamos una parte. El todo sólo puede comprenderse mediante la acción y la vivencia.

Otro factor que nos induce a cultivar la técnica es que ella nos da un sentido de seguridad, no sólo económica, sino también psicológica. Es tranquilizador saber que somos capaces y eficientes. Saber que podemos tocar el piano o construir una casa nos da una sensación de vitalidad, de agresiva independencia; pero destacar la capacidad por el deseo de seguridad psicológica es negar la plenitud de la vida. Jamás puede preverse el contenido de la vida; debe vivirse renovadamente a cada instante; pero le tememos a lo desconocido y por esto establecemos para nuestro beneficio zonas de seguridad psicológica en forma de sistemas, técnicas y creencias. Mientras busquemos la seguridad interna, el proceso total de la vida no puede comprenderse.

La verdadera educación, al mismo tiempo que estimula el aprendizaje de una técnica, debe realizar algo de mayor importancia; debe ayudar al ser humano a experimentar, a sentir y a comprender el proceso integral de la vida.

Es esta vivencia la que colocará la capacidad y la técnica en su verdadero lugar. Si alguien tiene algo que decir, el acto de decirlo crea su propio estilo, pero aprender un estilo sin la vivencia interna sólo conduce a la superficialidad.

 

 

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