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CONSCIENCIA AXIAL: EJERCICIO ESPECIAL

Una de las formas de aprender a tomar contacto consigo mismo de un modo axial es realizando un ejercicio combina­do de respiración, visualización y concentración. Es un ejercicio que no tiene mucha dificultad en ser comprendido, sólo que debe ser adquirido de un modo paulatino para hacerlo realmente bien. En los ejercicios sencillos, ocurre con frecuencia que se tiende a minusvalorar, a menospreciar, los detalles y a creer que uno ya lo está ejecutando correctamente. Y estas cosas no se pueden hacer más o menos bien, sino que hay que aprender a hacerlas con una precisión total.

El ejercicio consiste en lo siguiente: la persona se coloca en posición de pie, procurando estar erguida, pero sin rigidez, tranquila, con los hombros sueltos, dándose cuen­ta de que está ahí, que es “yo” que está aquí ahora, procurando tranquilizar el estado general. Es decir, tomando las precauciones que hay que tomar siempre que se empieza cualquier ejercicio de relajación, de concentración, o de un trabajo importante.

Entonces, uno tiene que imaginar o visualizar que, en­cima de su cabeza y en la parte más bien posterior, hay una fuerza muy poderosa que se puede representar en forma de un sol, de una bola de fuego, pero de un fuego con una lumi­nosidad más bien clara y muy brillante, un amarillo claro, brillante, dorado, brillante, muy vivo. Uno tiene que ima­ginar que de ese foco está viniendo nuestra energía, a través de la cabeza por la parte posterior y entrando a través de la columna vertebral, energía que uno puede visualizar en forma de puntos muy brillantes de esa luz dorada.

Uno imagina primeramente este sol superior y hace entonces un acto de inspiración completa. Primero deja que sea la parte inferior del tronco la que se llene, después el pecho. Y, mientras va inhalando el aire, ha de visualizar cómo estos puntos brillantes van penetrando por la cúspi­de de su cabeza y a lo largo de la columna vertebral por lo menos hasta la mitad de la espalda, hasta la altura de los riñones. Mientras estás reteniendo el aire, durante 4 o 5 segundos, has de visualizar que esta luz, esta fuerza, está lle­nando tu mente, tu pecho y tu vientre de energía, de fuer­za. Luego al sacar el aire, imaginar que es todo uno el que se expresa, todo uno el que se entrega mental, afectiva y físicamente. Entonces, aguardar unos momentos respirar, volver luego a visualizar la imagen de arriba, nueva inspi­ración y entrada por la columna vertebral, nueva retención y fijación de la energía, y, al exhalar, nueva visualización de que uno se expresa de un modo completo, libre, total­mente a través del pecho, a través de la mente y a través del cuerpo.

Se trata, pues, de ir ejecutando este circuito. Mientras uno visualiza la energía que baja, debe darse cuenta de que soy yo, se ha de sentir a sí mismo, simplemente que está ahí.

Este ejercicio, cuando se hace con regularidad -hay que hacerlo unas 3 o 4 veces seguidas, con lentitud, y se puede repetir dos o tres veces al día- nos va acostumbran­do a fijar de un modo deliberado nuestra atención en esa zona posterior, esa zona central. Si la persona ha trabajado otras técnicas, su capacidad de visualizar habrá mejora­do, así como su capacidad de evocar estados y actitudes in­teriores. En cambio, si este mismo ejercicio lo ejecuta una persona sin esa práctica interior, podrá sí imaginar, pero no tendrá tanta capacidad de fijación como la persona ya entrenada.

Debemos darnos cuenta de que esa luz, esa fuerza, es una fuerza consciente, es una conciencia y una fuerza de uno mismo, de realidad, una conciencia que no depende para nada de lo exterior ni de lo interior. Podemos dar a esa fuerza el nombre que queramos, aunque podemos simplemente darle el nombre de fuerza, de energía, de vida.

No hay inconveniente, por lo demás, que la persona que tiene una visión espiritual -y muchas veces tener vi­sión espiritualista es un simple problema de terminología, y no de visión- pueda ver este sol como una representa­ción de Dios que se expresa, que se manifiesta, que nos da su fuerza, que nos da el ser, que en realidad nos estamos nutriendo de esa fuerza que viene de Él. Para realizar este ejercicio no es absolutamente necesario que la persona ten­ga una posición espiritualista. Se puede visualizar muy bien ese foco de energía simplemente como un mundo de posi­bilidades superiores que el hombre tiene, que aún no están actualizadas. El nombre no ha de constituir un problema. Hay muchas personas que están desviándose, impidiéndose hacer muchas cosas simplemente porque están condiciona­dos contra determinados nombres. Todo lo que les recuerda espiritualismo o trabajo mental les produce un rechazo. Hay que aprender a distinguir la cosa de su nombre: la cosa, al fin y al cabo, son fuerzas, son experiencias, son fenómenos reales que nosotros vivimos. Tenemos que poder darnos cuenta de que los nombres tienen un carácter relativo, convencional, que ciertamente son importantes a la hora de entendernos, pero que siempre es más importante entender la cosa que depender de, y discutir, su nombre.

 

 

 

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