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El ejercitamiento
físico.
Cuando el ser humano nace es blando y flexible, y a medida que más se acerca
a la muerte se va volviendo duro y rígido. Así sucede con todas las cosas
bajo este cielo; las plantas y los animales son blandos y flexibles en vida,
pero secos y quebradizos al morir. Verdaderamente, ser duro y rígido es lo
propio de la muerte, y ser blando y flexible es lo propio de la vida.
Para vivir espiritualmente, para ser consciente y obrar apropiadamente, es
necesario mantenerse tan fluido y flexibles como uno pueda. Es posible ver
la necesidad del ejercitamiento físico contemplando la Naturaleza, por
ejemplo observando el hecho de que el agua corriente nunca se estanca y que
una puerta que se usa a menudo, con las bisagras activas, nunca se oxida ni
se pudre.
El movimiento rítmico natural es la base para el ejercitamiento físico, pero
otros factores fundamentales son el equilibrio y la moderación. No se debe
llevar una vida sedentaria, pero tampoco hay que agotarse intentando
realizar tareas imposibles. La energía, el espíritu y el cuerpo son un todo
indivisible, cuando el cuerpo no se mueve la energía no puede circular y se
estanca. Los ejercicios físicos deben estar pensados para mantener en
circulación los fluidos esenciales -sangre, hormonas, linfa, etc.- y la
energía vital. Así pues, el objetivo del ejercicio físico es interior y no
exterior. Al poner la energía en circulación como un arrollo de montaña,
ayudados por una respiración correcta, en combinación con movimientos
físicos rítmicos, el cuerpo y el aliento se armonizan y la energía vital es
conducida a todos los órganos y tejidos del cuerpo.
El ejercicio físico que realicemos debe soltar, estirar y relajar el cuerpo
y el espíritu. Nuestros movimientos tienen que ser rítmicos y lentos;
absorber, acumular energía vital y dejarnos frescos. Ejercicios muy
recomendables los podemos encontrar en artes como el yoga y el tai-chi.
Necesitamos practicar con moderación los ejercicios físicos como el correr,
levantar pesas y los deportes de campo, pues endurecen, contraen y tensan el
cuerpo y el alma, consumen energía y nos dejan la sensación de estar “hechos
polvo”. Pero, practicados adecuadamente, también puede ser muy positivo
realizar todos los días alguna forma de ejercicio aeróbico que estimule los
sistemas circulatorio y respiratorio, de manera que la sangre bien oxigenada
llegue a todo el cuerpo y todo el organismo funcione con eficiencia. No es
adecuado que los ejercicios lleven al agotamiento, con esto sólo se
conseguiría derrochar energía y abrir las puertas a la enfermedad y al
dolor, pero es bueno ejercitar habitualmente el corazón. El corazón es un
músculo y, lo mismo que cualquier otro músculo, si no se usa se atrofia.
Hay múltiples actividades aeróbicas entre las que se pueden escoger: la
natación, el tenis, saltar a la cuerda, andar en bicicleta, el jogging, la
marcha rápida, y también tomar clases de gimnasia aeróbica. El momento ideal
para hacer ejercicio es por la mañana temprano, cuando el aire está más
fresco y el cuerpo más descansado. Hacer ejercicio por la mañana produce
beneficios físicos porque es la hora a la cual el cuerpo puede aprovechar
mejor esa actividad y también nos aporta grandes beneficios psicológicos.
Cuando se realiza ejercicio con regularidad la función cardiaca se refuerza.
El pulso en reposo disminuye, y esto significa miles latidos menos por día y
millones menos por año. Aliviar la carga del corazón en varios millones de
latidos por año es un hecho beneficioso pues se optimiza la utilización de
energía, se obtiene salud y se alarga la vida. Es sorprendente como un
ejercitamiento apropiado proporciona innumerables beneficios y, a la vez, es
un verdadero placer. |
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