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LA ESPIRITUALIDAD ES
AMOR
El amor es un don que
procede de Dios y sólo la persona que es espiritual ama verdaderamente. No
se debe discriminar a nadie, pero se hace a menudo. Normalmente se siente
un poco de amor por aquellos con los que se tiene alguna afinidad, los que
pertenecen al mismo grupo, a la misma religión, al mismo país, al mismo
club o a cualquier cosa que a uno le interese. Se siente un poco de “amor”
hacia algo que se pueda llamar “mío”, pues casi todo el mundo ama de una
manera selectiva. Esta selección es la que separa a unos de otros, y esta
separación existe en cualquier parte de este planeta. Ella es el origen de
toda la disensión y el conflicto entre las personas.
El amor puede ser de puertas para afuera, pues puede simularse. La mayoría
de las personas son muy buenas simulando, dicen una cosa y piensan o hacen
otra. Lo peor es que ni siquiera son conscientes de ello. Creen que es así
como se debe actuar, que es convencionalismo, costumbre o tradición, y
pocas hay que examinen a fondo sus pensamientos, palabras y obras.
Hay quienes aconsejan la “práctica del amor” para que éste aumente. Pero
semejante práctica no es el camino más adecuado que una persona puede
andar. Desear desarrollar el amor no deja de ser un deseo, y no existe
ningún deseo que sea lícito, ni siquiera el deseo de amar. El verdadero y
auténtico amor surge de la consciencia y de la atención que se concreta en
obras justas y adecuadas. No es precisamente lo mejor desear el amor ni
buscarlo. Quien lo desea simplemente desea y actúa movido por el egoísmo.
Sólo cuando seamos conscientes y nos conozcamos a nosotros mismos
comprenderemos lo que nos ocurre a cada uno de nosotros. Superficialmente
todos parecemos diferentes y manifestamos tener ideas e intenciones
diferentes, superficialmente puede haber una gran diferencia entre las
personas, pero en realidad toda todos estamos hechos con la misma receta,
todos buscamos lo mismo y seguimos el mismo destino. Las diferencias que
encontramos son superficiales y las provoca el ego.
Es necesario darse cuenta de las ideas y de las creencias que no son
compasivas. La mayoría de las condenas genéricas del carácter de una
persona, de su ética, de su inteligencia, de sus intenciones o de su valor
social no son compasivas. No importa que se digan es voz alta o que se
callen. El amor no impide valorar la inteligencia de una persona, su
carácter, su atractivo u otras cualidades personales suyas. Tampoco impide
comentar estas cosas con los demás. No obstante, cuando se valoren estas
cosas o se comenten, el amor exige escoger con cuidado las palabras. Se
puede llegar a la conclusión de que a una determinada persona le falta
inteligencia, o de que alguien miente con frecuencia, pero quizás no sea
necesario compartir con nadie estas conclusiones. Sólo se deben compartir
cuando sea verdad, bueno y necesario, como por ejemplo cuando hay que
proteger a una persona.
En algunas ocasiones es preciso hacer frente a las ofensas, hacer valer
los propios derechos o actuar con determinada violencia. Hay momentos en
los que es necesario protegerse a sí mismo o a las personas de las que se
es responsable. Existen ocasiones, raras, en las que una persona debe
recurrir a la violencia contra otra. Pero es posible hacer frente a las
ofensas, hacer valer nuestros derechos, imponernos sobre alguien, castigar
o, incluso, recurrir a la violencia sin odio ni desprecio al adversario.
El amor no está reñido con la fuerza de carácter ni con la firmeza. Los
deseos de los demás no tienen más valor que nuestro criterio espiritual.
Quienes aman de verdad deben obrar adecuadamente en todas las situaciones.
El amor no exige renunciar a los principios morales, no impide cumplir con
el deber ni con las responsabilidades. Un juez compasivo no dejará de
dictar sentencias, ni un policía compasivo dejará de detener a la gente.
Bajo circunstancias muy limitadas puede ser necesario recurrir incluso a
la violencia contra otras personas.
Los seres humanos lamentamos el hecho de que no hay amor en el mundo.
Todos quisiéramos amor en esta Tierra, pero el amor debe comenzar en el
corazón de cada uno de nosotros o el amor en el mundo no será nunca una
realidad. Es necesario ver que se tienen reacciones desagradables en el
interior, que no se pueden dominar y que se busca constantemente la
satisfacción sensual. Ver todo ello reduce el ego y permite amar de
verdad, y no de palabra. Las palabras son fáciles, pero se vive de acuerdo
con las emociones. Por esto es tan importante conocer las propias
sensaciones y emociones. Creemos que vivimos de acuerdo con lo que
pensamos, pero no es así. Primero nos llega la emoción y luego surge la
reacción. Después, el proceso mental justifica la reacción.
Entender las propias emociones es de la mayor importancia, es esencial. No
se puede saber lo que significa amar, tener compasión o misericordia si no
se siente. La liberación es un conocimiento verdadero, lo que significa
que también es un sentimiento. El amor es un sentimiento del corazón y no
necesita razones especiales o condiciones especiales para que surja. No es
preciso esperar ocasiones especiales para que surja, ver que alguien esté
acosado por la tragedia o su cuerpo sometido a un fuerte dolor. Un corazón
que ama, continuamente ama y siente compasión, porque todos padecemos
dolor. No hay nadie sin dolor, porque la Vida, la existencia, es toda ella
dolor. Esto no significa tragedia, significa que todo lo que ocurre
contiene fricción e irritación y nos provoca un continuo deseo de tener
más, de continuar así o de llegar a ser diferente.
El amor espiritual, el que es consciente y se concreta en obras adecuadas,
sólo es posible sin ego. Seguir los deseos del ego provoca todos los
problemas que las personas tienen entre sí. Al seguir los dictados del ego
les es imposible sentir algo bueno por nadie y, si una persona ama de
verdad, desde luego destaca como alguien especial. Esta situación es
triste y absurda, porque el amor hace feliz a quien ama. Sin embargo, la
mayoría carece de verdadero amor. Podemos encontrar muy poca felicidad en
la Tierra, sin embargo, el sentimiento de amor en el corazón es la fuente
de la alegría, porque no deja espacio para el ego y lo disuelve. Cualquier
persona que esté centrada únicamente en su ego será infeliz, porque con la
complacencia del ego se aleja de la felicidad. Pero si dirigimos nuestra
atención a la absoluta insatisfacción a la que está sujeta la mayoría de
los seres humanos, no sólo podemos ver su universalidad, sino también que
el propio sufrimiento carece realmente de significado y que el dolor forma
parte de la propia existencia. Entonces surge el amor y la compasión por
uno mismo y por todos los seres, y la determinación de vivir
espiritualmente. |
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