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LA
FUENTE DE LA CONSCIENCIA
La fuente desde donde brota la consciencia está en un lugar que se encuentra
en el interior de todos los seres humanos. Quien bebe de esta fuente de
aguas limpias tiene la fortuna de vivir la paz, la quietud y el silencio
perfectos. Aunque se vive de manera personal, beber de esta fuente significa
entrar en una dimensión que se encuentra más allá de la dualidad, de lo que
se puede llamar “yo” o “tú”, “mío” o “tuyo”, “esto” o “aquello”. Todo lo que
se pueda decir sobre este lugar son burdas aproximaciones, porque sólo se
comprende mediante la propia experiencia.
Entrar en la fuente de la consciencia significa para el ser humano ser
consciente y obrar adecuadamente, y uno se acerca a éste “lugar” cuando va
más allá de la mente y del pensamiento. Solo los propios egos e impurezas
impiden al ser humano acceder a este lugar de pureza.
El estado natural del ser humano suele estar eclipsado por la turbulencia de
la mente y de las emociones, y cuando se trasciende esa perturbación se
accede a la fuente, se experimenta el núcleo del Ser. En este lugar se está
en contacto con la consciencia, con el amor y con el conocimiento, que son
las propiedades inherentes del estado que se encuentra más allá de la mente
de las personas. Allí hay un principio, una inteligencia que puede tutelar y
dirigir, si así lo decide el ser humano, la actividad del propio espíritu,
mente, emociones y cuerpo.
Cuando permitimos un contacto íntimo y profundo con la inteligencia o
principio que se encuentra en el núcleo del Ser, comprendemos que este mismo
principio también está en el núcleo de todos los Seres y que únicamente
cuando una persona se abre a esta Luz ejerce la consciencia y obra
apropiadamente. Esta inteligencia que está en el núcleo más profundo del
propio Ser, de los demás Seres y del Universo. Esta fuente es Dios, que es
el origen de toda consciencia, energía y materia. El acto de la Creación es
el proceso por el cual se organiza y se administra la consciencia, energía y
materia.
Casi todos hemos tenido la oportunidad de entrar en este lugar, aunque sólo
haya sido durante una fracción de segundo. De esta fuente, de la que brotan
energías poderosísimas, surge la inteligencia. Cuando entramos en este lugar
la inteligencia se purifica, se hace más clara, y nos beneficiamos
extraordinariamente mental, emocional y físicamente. Entonces se modifica
nuestra percepción de la vida, pues se acrecienta la consciencia y nos
impulsa a obrar adecuadamente.
Sólo mediante la atención se puede entrar en este “punto” y permanecer cada
vez más tiempo en él. Únicamente así se superan completamente las viejas
estructuras de la mente y se reorganiza la psique llevándola a un nivel
mucho más enriquecedor y elevado.
“Beber” de la fuente de la consciencia y del poder significa transformarnos,
equilibrarnos y relacionarnos mejor con nosotros mismos y con nuestros
semejantes. Por ser el punto de unión con “lo Otro”, la puerta de acceso
hacia la dimensión en donde cesa el ego, la ignorancia y el dolor, le
llamamos simbólicamente “la fuente de la consciencia”.
Permitir que broten en nosotros las aguas de esta fuente de consciencia nos
proporciona paz, claridad e integración; limpia, ordena y disuelve las
latencias nocivas del subconsciente y nos procura libertad interior. Es como
si nos diéramos un baño en el inmaculado espacio sin límites, conectando con
la energía que anima y penetra a todos los seres animados e inanimados. En
la medida en que vamos entrando en ese "lugar" y nos conectamos mejor con él
más nos impulsa a mantenernos ecuánimes y desapegados, firmemente
establecidos en la energía del que observa sin ser alterado por los procesos
externos o los propios procesos psicofísicos, que siempre son fluidos e
impermanentes. Esa potencia, que podemos recobrar siempre mediante el acceso
a este espacio de quietud, hace que experimentemos una actitud interior más
lúcida, atinada e inquebrantable.
Más allá de la confusión que origina la mente se haya este espacio límpido y
transpersonal. Cada vez que se conecta con este punto de quietud algo se
modifica en uno y se da un paso en el camino espiritual. Pero incluso
aquellos que no tengan perspectivas espirituales encontrarán un gran
beneficio en beber la energía de calma profunda, claridad y reposo que
proporciona ese "lugar".
Es necesario conectar con ese ángulo de quietud que nos hace conscientes y
nos impulsa a obrar adecuadamente. Entrar en este “lugar” significa
transformarnos, situarnos en nuestro eje de equilibrio, ser conscientes y
relacionarnos adecuadamente con nosotros mismos y con los demás. Es un punto
de quietud, porque es el punto de confluencia entre lo “humano” y lo
“divino”, el ojo de buey hacia lo Otro, hacia aquello en donde cesa el ego,
la avidez, la aversión y el autoengaño. |
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