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LAS HORMONAS Y LA SALUD
En las filosofías orientales la sexualidad se considera sagrada, en la
civilización occidental, también en otro tiempo se reconocía de forma
semejante la naturaleza sagrada de la sexualidad, como lo demuestra el
nombre que recibe la región del cuerpo que gobierna la reproducción sexual:
el sacro.
A lo largo de nuestra vida adulta, nuestros órganos y hormonas sexuales
ejercen una profunda y decisiva influencia en el pensamiento y la conducta.
Literalmente “empujan” a hombres y mujeres a arrojarse unos en brazos de
otros para asegurar la propagación de la especie, y este impulso es tan
poderoso y urgente que se impone completamente al instinto de seguridad y
supervivencia personal.
Cuando están "enamorados”, hombre y mujer son capaces de desafiar a la
muerte y enfrentarse a los convencionalismos sociales a fin de unirse y
“hacer el amor”. La palabra “amor”, por supuesto, es un eufemismo occidental
para describir algo cercano a la "lujuria”, la cual, a pesar de las
connotaciones negativas que posee en Occidente, en Oriente se considera un
signo natural de salud y vitalidad.
Las glándulas de los riñones" son los principales reguladores de la
potencia sexual, sobre todo en los hombres. Estas glándulas, que cubren la
parte superior de ambos riñones como sendas gorras, reciben en Occidente el
nombre de “glándulas suprarrenales”.
Las suprarrenales, también denominadas corteza suprarrenal, producen
diversas hormonas de vital importancia para distintos procesos metabólicos y
funciones biológicas. Tanto en uno como en otro sexo, las hormonas
suprarrenales incluyen pequeñas pero fisiológicamente significativas
cantidades de andrógenos (hormonas masculinas) y una cantidad relativamente
minúscula de estrógenos (hormonas femeninas). Estas hormonas sexuales, o
“esencias” masculino y femenino, regulan las secreciones de todas las demás
glándulas sexuales, como los ovarios, los testículos y la próstata, e
influyen también en las secreciones de las glándulas pituitaria, pineal y
tiroidea.
Lo importante aquí no es la cantidad, sino el equilibrio de estos
microscópicos elementos de esencia masculino y femenino. Una insuficiente
secreción de andrógenos en el hombre, por ejemplo, se traduce en la
disminución del impulso y la potencia sexuales. En la mujer, una excesiva
secreción de andrógenos puede producir efectos virilizadores como el
crecimiento de pelo en la cara y la reducción de los pechos. Así pues, uno
de los principales objetivos de los regímenes sexuales alquímicos es el de
favorecer la secreción de hormonas masculinas y femeninas y mantener su
equilibrio óptimo.
En 1974 el Instituto Max Planck de Munich (República Federal Alemana),
realizó un estudio sobre los efectos de una serie de películas moderadamente
eróticas sobre un grupo de varones sanos de entre 21 y 34 años de edad. Tras
media hora de proyección, el 75 por ciento de los sujetos mostraba un
aumento significativo en el nivel de testosterona en la sangre, dato que
establece una clara relación entre la excitación sexual y la secreción
hormonal. Posteriores investigaciones revelaron que los hombres con altos
niveles de testosterona, alto número de espermatozoides y semen denso y
viscoso eran completamente inmunes a muchas enfermedades contagiosas
corrientes y altamente resistentes a otras, mientras que los sujetos con
bajos niveles de testosterona y espermatozoides y con un semen acuoso y
diluido sólo poseían una resistencia parcial a las enfermedades en general
y eran altamente vulnerables a numerosas enfermedades concretas. Otro dato
bien conocido por la ciencia occidental es que las mujeres siempre han
poseído mayor inmunidad y resistencia a la enfermedad que los hombres, se
recuperan antes de las enfermedades y suelen tener una vida más larga.
Los estragos del envejecimiento se deben a la gradual disminución de la
producción de hormonas y a la disipación de la energía vital. Como la
esencia es la “raíz” de la planta alquímica, en la que la energía es el
“tallo” y el espíritu la “flor”, se conoce que es posible cultivar toda la
planta con sólo cuidar sus raíces, que se componen de sangre, bilis,
enzimas, hormonas y otras formas de “esencia”.
De todos estos elementos que constituyen la esencia, son las hormonas las
que ejercen la más profunda e intensa influencia fisiológica aun en las más
ínfimas cantidades, y, de todos las formas de cultivar la esencia, son las
relaciones sexuales disciplinadas las que favorecen más directamente la
producción de hormonas y el equilibrio endocrino.
Si bien la excitación sexual es siempre uno de los métodos más eficaces para
estimular la producción de estas hormonas vitales tanto en hombres como en
mujeres, las mujeres poseen los mecanismos adicionales de la menstruación y
el embarazo para estimular la producción de hormonas sexuales incluso en
ausencia de relaciones sexuales. Los hombres, por su parte, no disponen de
estos mecanismos alternativos, y para ellos la única forma de estimular la
producción de hormonas es la relación sexual.
A medida que una persona envejece, es obvio que las relaciones sexuales se
van volviendo cada vez más importantes como una forma de terapia preventiva
contra la enfermedad y la decadencia. Cuando las secreciones de las
“glándulas de los riñones” masculinas se mantienen elevadas mediante unas
disciplinadas relaciones sexuales sin eyaculación, entran en el torrente
sanguíneo, circulan por todo el cuerpo y evitan la pérdida del cabello, las
arrugas de la piel, el mal tono muscular, la artritis, el reumatismo, la
impotencia y otros trastornos asociados con la edad. La cuestión de las
relaciones sexuales en la vejez no debe tener tintes sociales ni morales; es
una cuestión de vida y salud.
Un estudio realizado en los Estados Unidos reveló que las relaciones
sexuales frecuentes alivian considerablemente los dolores reumáticos
crónicos en las parejas de edad avanzada, pues estimulan la secreción de
cortisona en la corteza suprarrenal. La corteza suprarrenal es la glándula
más directamente influida por la excitación sexual.
Por otra parte, según la ciencia occidental, un exceso de coitos inhibe las
funciones suprarrenales en el hombre. Puesto que en la terminología médica y
sexual occidental la palabra “coito” incluye también la eyaculación, vemos
que el argumento de que un exceso eyaculatorio perjudica las “glándulas de
los riñones” es esencialmente correcto.
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