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LA IMPORTANCIA DE ORAR
Debemos orar porque lo necesitamos. Lo necesitamos porque en nosotros hay
una demanda de esa comunicación plena, total, perfecta. Y sólo Dios cumple
totalmente esa función de ser alguien con quien pueda entenderme del todo, y
también alguien que puede comunicarse conmigo. Existen cosas en nosotros que
nunca podremos comunicar a otros, no porque sean íntimas o privadas, sino
porque son incomunicables. Ciertos impulsos, ciertas aspiraciones, ciertos
matices interiores son totalmente inexpresables a través de los sentidos,
aunque puedan ser intuibles. Pero en Dios todo esto se expresa, se comunica
constantemente.
Además, la oración es un medio poderosísimo para nuestra transformación.
Permite cambios fabulosos en nuestra personalidad interna, en nuestra
personalidad externa y en el mundo que nos rodea, las personas y las
circunstancias.
No
existe nada, ni la piedra más pequeña ni el planeta más grande que no sea la
expresión de una idea. Todo cuanto existe es la expresión de la Mente
Universal, la Mente que está detrás de todo, dando la forma, la
configuración, la naturaleza y el dinamismo de que está dotada cada cosa.
Todo el poder de la Mente Universal es el poder de Dios como Mente
Universal. En la oración existe esa vinculación de corazón a corazón con
Dios Creador, con lo que constituye el Centro de todo lo que existe.
En
los evangelios vemos, con una reiteración constante, cómo senos dice que
debemos orar y que todo lo que pidamos en la oración nos será dado. La
oración tiene un poder milagroso fantástico. Pero, no existe algo que sea
milagroso, sino que existe la aplicación de unas leyes superiores sobre unos
niveles de realidad inferiores, y esta aplicación aparece como
extraordinaria, inexplicable, en relación con las leyes conocidas, pero en
realidad, está obedeciendo alas leyes que existen detrás de todo.
A
Dios debemos pedirle todo, todo lo que sea sincero en nuestro corazón. Y
Dios a prometido repetidas veces darlo, "para que vuestro gozo sea
completo". Y no se trata de pedir sólo cosas espirituales, los evangelios
hablan de peticiones materiales muy concretas, aunque quizás sea mejor
buscar el tesoro del cielo.
Nosotros somos la expresión de Dios y podemos ponernos en contacto con él, y
entonces su poder puede expresarse a través nuestro. Pero, mientras estemos
retenidos dentro de nuestra pequeña idea personal, mientras no podamos
descubrir que toda nuestra existencia está siendo comunicada por Dios,
mientras no podamos ensanchar esta conciencia de nuestro propio ser a la
fuente infinita que lo está dando, que está siendo nuestra propia realidad,
no podremos expresas ese poder.
La
oración es, pues, un medio para ensanchar la consciencia; no sólo un medio
para pedir algo, sino un medio para crecer. Dios no hace que nosotros
tengamos que orar porque quiere ser rogado para dar las cosas, eso es
absurdo. Orar significa romper una barreras que hay en nuestra mente y en
nuestro corazón que nos mantiene encerrados dentro de una falsa idea de
aislamiento. Cuando hablamos con Dios estamos comunicándonos con algo
infinito. Y esto es un ensanchamiento, un crecimiento, una expansión de
nuestra consciencia afectiva. La misma expansión que tiene el niño pequeño
totalmente confiado y se dirige a su madre. La madre lo es todo para él, y
él está allí comunicándose del todo, no sintiéndose él como algo separado,
distinto, más pequeño que la madre. El niño va a la madre y se abre, se
ensancha todo él, se lanza a sus brazos sin problema.
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