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La imposición de
manos.
Muy probablemente la imposición de manos sea uno de los métodos de
curación alternativa más antiguas, conocidas y populares. Desde el antiguo
Egipto hallamos pruebas de su existencia, como en el papiro Ebers, datado
hacia el 1552 a.C., y que describe a esta técnica como un tratamiento
médico utilizado en aquellos tiempos.
También son
conocidas las referencias bíblicas a través de la figura de Jesús y,
posteriormente, en el cristianismo se convirtió en una práctica común, así
como predicar, administrar los sacramentos o bendecir con el agua bendita
y aceites.
En tiempos más modernos, el médico Franz Anton Mesmer aseguraba que podía
llevar a cabo curaciones a través de la canalización de lo que él llamaba
el magnetismo animal, algo diferente al conocido magnetismo físico. Para
Mesmer existía una fuerza que unía "los cuerpos celestes, la tierra y
los cuerpos animados", así lo declaraba en 1779. Estaba convencido de
que era posible dirigir ese fluido, existente en todo el universo, y así
curar cualquier enfermedad.
Al principio realizaba pases con imanes alrededor del cuerpo del paciente,
pero luego pensó que no era necesario el contacto directo con el imán,
sino que bastaba con magnetizar los objetos para que estos transmitieran
sus efectos curativos. Así llegó a colocar una cubeta magnetizada en el
centro de una habitación de la que sobresalían varias varillas a las que
se agarraban los pacientes. Estas personas solían experimentar diversas
reacciones nerviosas o histéricas, ya fuesen provocadas por su fe en que
estaban siendo sometidas a algún tipo de energía que recorría sus cuerpos,
o porque efectivamente la pretendida fuerza magnética que postulaba
Mesmer, hiciera efecto sobre ellos.
En nuestro siglo, durante la década de los sesenta, las primeras
investigaciones conocidas fueron realizadas por el Dr. Bernard Grad, de la
Universidad McGill de Montreal, quien llegó a la conclusión de que los
sanadores psíquicos o espirituales eran realmente efectivos al emplear la
energía de sus manos para curar. Realizó un variado número de experimentos
utilizando plantas y animales para evitar que interfiriera la creencia o
fe de quienes fuesen sometidos como objeto de sus pruebas.
Con el húngaro Oscar Estebany como principal colaborador, Grad provocó
bocios en los ratones que utilizaría para uno de sus primeros experimentos
y luego los separó en dos grupos: el primero sería de control y el segundo
estaría sometido a la influencia del sanador. Luego de cuarenta días
fueron comparados los ratones de ambos grupos, comprobándose que los
ratones tratados por Estebany habían desarrollado un bocio mucho menor que
los del grupo de control. En posteriores experimentos, Grad utilizó
algodón que fue tocado por las manos del sanador, para colocarlo en
ratones enfermos, y obtuvo los mismos resultados, aún cuando no hubo
contacto directo entre Estebany y los animales. Más adelante llegaría a
experimentar con plantas y semillas, obteniendo similares resultados, que
demostraban que las manos del sanador, o su mente, poseían algún efecto
curativo sobre los seres vivientes.
En la actualidad son muchos y muy variados los experimentos que se
realizan para comprobar de una forma definitiva la existencia de esa
energía que radicaría en todos los seres humanos y que sería capaz de
sanar a otros, a través del contacto físico o con la sola intención y el
deseo de curar. Independientemente de ello y de la espera a que el
estamento científico se pronuncie en base a lo que ya se ha investigado,
muchos hospitales, médicos y enfermeras lo utilizan para apoyar a la
medicina tradicional en el alivio de cualquier enfermedad, obteniendo
resultados evidentemente exitosos y que van más allá de la casualidad.
Intentar aliviar una dolencia o contribuir a sanar una enfermedad por
medio de la imposición de manos no es algo complicado. Más allá del deseo
de curar, basta con colocar las manos a unos 10 centímetros del lugar en
el que se desea influir y durante un tiempo no mayor a los diez minutos.
Aún si las manos se colocan sobre la cabeza, estando el dolor localizado
en otra zona, se logrará igualmente un efecto sanador, ya que esta
energía, que parece emanar de nuestras manos o de nuestro organismo, es
capaz de dirigirse por sí misma hacia la zona necesitada de alivio.

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