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MENTALISMO

Mentalismo es la ciencia que estudia la mente como fuerza creadora. El mentalismo sostiene que el Hombre es la resultante de su Pensamiento. Así los pensamientos groseros, de una baja mentalidad, cristalizan en hábitos de sensualidad y de embriaguez, y llevan al hombre a la ruina física y moral, a la degeneración y a la muerte. Los pensamientos de temor, de inquietud, de indecisión y de duda cristalizan en hábitos de debilidad, de injusticia y egoísmo, y conducen al fracaso y a la esclavitud. Los pensamientos creados por el odio, la ira y la venganza cristalizan en hábitos de acusación, delación y violencia, y convierten al hombre en difamador y algunas veces en asesino.

En cambio, los buenos pensamientos, hijos de una mente serena, cristalizan en hábitos de bondad, de amabilidad y simpatía, y el hombre que los mantiene crea a su alrededor la alegría y el bienestar. Los pensamientos de valor, de confianza en sí mismo, cristalizan en hábitos de entereza y convicción, y dan al hombre una visión justa de la realidad, haciéndole triunfar en la vida y conseguir el éxito más feliz en cuanto emprende. Los pensamientos puros cristalizan en hábitos de temperancia y dominio de sí mismo y traen la paz y la tranquilidad al hogar.

Nuestro espíritu está continuamente lanzando afuera su propia fuerza y recibe al mismo tiempo del exterior alguna de las cualidades producidas por esa fuerza, de igual modo que una batería eléctrica proyecta al exterior su energía al mismo tiempo que son renovados en ella los elementos productores de la misma. Cuando hacemos uso de nuestra fuerza en hablar o escribir o en cualquier otro de los esfuerzos físicos propios de la vida humana, somos pilas eléctricas de cualidad positiva; cuando no hacemos ningún uso de esta fuerza, somos como pilas negativas. Cuando nos ponemos en esta última condición es cuando recibimos del exterior fuerzas o elementos, los cuales, según su clase o cualidad, pueden causarnos un daño temporal o un bien permanente.

Hay corrientes mentales venenosas de tan positivos y reales efectos como los vapores del arsénico o las emanaciones de ciertas sustancias tóxicas. Manteniéndonos en condición negativa, durante una sola hora que permanezcamos reunidos con personas cuya mente esté llena de los sentimientos de envidia, de celos, de cinismo o de hondo desaliento, absorberemos sus venenosas observaciones, las cuales pueden llegar a producirnos una verdadera enfermedad, pues es su acción tan positiva como la de un gas asfixiante o la de un vapor lleno de miasmas. Es tanto más peligroso este veneno mental por cuanto su acción es mucho más sutil que la de los venenos físicos, y muchas veces no se exteriorizan sus efectos sino hasta muchos días después, siendo entonces atribuidos a alguna otra causa.

Es de la mayor importancia conocer siempre el sitio donde nos encontramos y de los elementos mentales que nos rodean, principalmente cuando nos hallemos en el estado de negación o receptivo, pues entonces somos así como una esponja que inconscientemente absorbe los elementos que están a su alcance, los cuales del mismo modo pueden hacerte un gran daño temporal o un gran bien permanente, así en lo que se refiere al cuerpo como lo que toca al alma.

Durante las horas en que hacemos algún ejercicio de cualquier clase que sea, como el hablar de negocios, o pasear, o escribir, u ocupándonos en algún trabajo artístico, nos ponemos en estado positivo, o sea en estado de exteriorizar nuestras fuerzas de espíritu; y si en esta disposición nos vamos inmediatamente a una tienda llena de parroquianos impacientes, o a tener una entrevista con un individuo malhumorado o pendenciero, nos convertiremos con respecto a ellos en elementos negativos. Somos entonces la esponja que absorbe las venenosas radiaciones mentales de los impacientes parroquianos o las sutilísimas emanaciones de una persona cuyo espíritu proyecta afuera cualidades mentales enfermizas o muy inferiores a las nuestras.

Si agotadas nuestras energías, por haber hecho un esfuerzo mental o físico, nos metemos entre una multitud de personas cuyo ánimo alguna causa extraordinaria ha hecho decaer o ha excitado mucho, no tendremos fuerza para oponernos a su influencia perniciosa, y absorberemos algo, por el contrario, de su estado mental; al absorber, aunque sea momentáneamente, sus cualidades perniciosas, en muchas cosas pensaremos como ellas piensan y sentiremos un gran desaliento en aquello mismo que antes nos inspiraba una inmensa confianza. Y de resueltos que éramos nos haremos irresolutos, y así, bajo la influencia de nuestra indecisión, adquirida por el contagio mental, es muy probable que realicemos acciones o digamos palabras que pueden perjudicarnos.

Si nos es forzoso reunirnos con personas de un orden mental inferior al nuestro propio y con ninguna ganas de progresar, cuidemos de hacerlo únicamente cuando física y espiritualmente nos sintamos más fuertes, y abandonemos su compañía en el punto mismo en que nos parezca habernos fatigado o debilitado. Cuando estamos en plena fuerza, somos como el polo positivo del imán: arrojamos afuera los elementos mentales que nos pueden perjudicar; cuando estamos débiles somos el polo negativo: nos atraemos los elementos de los que nos rodean, los cuales pueden estar llenos de enfermedad mental o física. Sin embargo, no es bueno estar siempre en una situación mental positiva, pues en ella es muy probable que arrojemos fuera de nosotros muchas ideas que nos hubieran tal vez servido grandemente; es preciso también destinar algún tiempo al estado mental receptor de fuerzas nuevas, las cuales más tarde habrán de ser exteriorizadas.

Tampoco es conveniente permanecer siempre en estado mental negativo, o sea, es situación de receptividad. El que inconscientemente se desvía de su propio camino según la persona con quien habla por casualidad, y que, una vez tiene formado su plan o propósito, deja penetrar en su espíritu el desaliento, nada más que por una simple burla o una sola palabra de oposición que se le dirija, viene a ser como un depósito de agua cuyo tubo de distribución intercepta el fango que va acumulándose en él; o sea, dicho en otras palabras, quien así obra, va destruyendo su capacidad para la exteriorización de sus propias fuerzas, no logrando más que fracasos en todo cuanto emprenda.

Como regla general, puede decirse que el hombre ha de ponerse en situación positiva siempre que haya de entrar en tratos o negocios con el mundo, y se ha de colocar en situación negativa en el momento en que deja de tomar participación activa en los negocios. Luchar constantemente, aunque sea en forma mental, nos fatigaría con exceso y de un modo inútil.



Atmósfera mental

Aun estando solos y aislados nos rodea siempre una atmósfera formada por elementos espirituales análogos a los nuestros propios y nos atraemos una corriente mental que procede de personalidades que simpatizan con la nuestra.

Cuanto más baja sea nuestra mentalidad, más fácilmente absorberemos las emanaciones mentales de orden inferior que se producen en torno nuestro, y las cuales se convertirán en parásitos verdaderos de nuestra personalidad.

Muchas veces una mentalidad superior y muy refinada queda como ahogada de su modo de expresión por una más grosera y parásita mentalidad, la cual causa inconscientemente inmensos males a los que se asocian con ella y consienten en su propia dominación.

Al cortar nuestras relaciones con aquellos hombres cuyas emanaciones mentales nos perjudican y dañan, no solamente privamos que llegue hasta nosotros la corriente mental de sus malas cualidades, sino que abrimos la puerta para que lleguen hasta nosotros corrientes mentales de orden superior; así nos iremos atrayendo, en el mundo físico, a aquellos hombres que pueden darnos en un determinado momento ayuda más segura y más eficaz; porque es cierto que la parte más elevada de nuestra mente, es una fuerza o lazo de unión que nos pone en relaciones con las más elevadas mentalidades que son iguales o semejantes a la nuestra; pero no pueden éstas ejercer extensamente su acción sobre nosotros mientras permanezcamos en relación continua o estemos unidos con mentalidades bajas y atrasadas, pues la relación con éstas cierra la puerta a mentalidades de un orden superior.

La fuente de la juventud eterna, de la juventud del cuerpo y de la juventud del espíritu, consiste en saber voluntariamente alcanzar esa "condición mental" en que la mente se pone en estado positivo cuando ha de rechazar toda clase de pensamientos bajos, groseros o de maldad, y en estado negativo o receptivo para las corrientes mentales superiores y constructivas. Conviene también muy especialmente sentirse siempre lleno de valor, no juzgar nada imposible, no odiar a nadie, no sentir desprecio, amar al prójimo, pero no prodigar la propia simpatía (que se convertiría en debilidad) sino muy sabia y mesuradamente.

 

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