LA
MIOPÍA DE LA COMUNICACIÓN
Antes
de opinar o decir cualquier cosa, debo llamar la atención sobre un hecho:
Todo es falso. Incluido este mensaje. El lenguaje humano es imperfecto e
impreciso, luego cualquier idea expresada mediante él es, por fuerza,
errónea.
Este es un
concepto que no resulta novedoso en absoluto. Todos nos hemos visto en
situaciones en que "no sé cómo explicarlo" "Es como si...". En ocasiones lo
atribuimos a deficiencias propias en el manejo de la herramienta que es el
lenguaje. En los pocos momentos que nos percatamos de la propia deficiencia
del mismo, lo vemos como algo anecdótico: la dificultad de una traducción o
la inducción a error de una polisimia. Descartamos la importancia que tiene
esa deficiencia.
Y su
importancia es sustancial, dado que el lenguaje es el eje central de la
Humanidad.
Para verlo con
claridad, es necesario analizar la importancia del lenguaje en nuestra vida
cotidiana: Está claro: para comunicarnos con los demás. Pero también para
que los demás se comuniquen con nosotros. Y no es necesario contactar con
nadie. Cuando ves la televisión, escuchas la radio o un disco, cuando lees,
estás haciendo uso del lenguaje.
Pero además,
el pensamiento consciente se elabora mediante lenguaje. Y aquí es donde
comienza la sucesión de errores, puesto que hemos de adaptar un ente
ilimitado y libre, como es el pensamiento, a una herramienta finita y
reglada.
El primer
ejemplo se ve en la expresión de los sentimientos. Todos sabemos lo difícil
que es expresarlos. Es un hecho antiguo y el arte surge precisamente como
intento de vencer esa dificultad. Rimas, ritmos, acordes, sonidos, colores,
formas... buscan provocar una sensación para el que las palabras no son
suficientes.
Otro caso
clásico es el de la descripción de la realidad. Sabemos que una imagen vale
más que mil palabras. Al igual que imagen, podríamos decir un sonido o
cualquier otra sensación captable con nuestros sentidos.
Otro problema
añadido es la inclusión de los demás elementos de comunicación:
Transmitente, transmisor y receptor.
La importancia
del receptor en la comunicación, es enorme. Todos alteramos nuestro lenguaje
en función del que recibe el mismo. Así, no hablaremos del mismo modo a un
colega profesional, a un allegado o a un encuentro casual. Tampoco dará lo
mismo si nos dirigimos a uno varios receptores.
El transmisor
influirá también, puesto que no da igual si el medio de transmisión del
lenguaje es oral, visual, escrito.
Y por último,
el transmitente se verá enormemente condicionado en su lenguaje por
infinitos factores: cultura, estado de ánimo, influencias recientes...
La imprecisión
se extiende a todo tipo de lenguaje, puesto que no hemos de pensar sólo en
las palabras. El lenguaje visual, gestual, se halla también condicionado por
los mismos factores.
¿Y el lenguaje
matemático?
Esa es la
solución que vieron los diseñadores de los proyectos Pionero y Voyager.
Junto a mensajes de saludo en cincuenta idiomas, se diseñaron formas de
comunicación matemática que fuera precisa y universal. Se basaban en que
constantes universales, como la letra pi (?), dada por la relación entre una
circunferencia y su diámetro, debían ser reconocibles por seres
inteligentes. La Pioneer 10 mandaba un mensaje de saludo, nuestra situación
en el espacio y establecía nuestro nivel de inteligencia mostrando que
conocíamos el átomo. Posteriormente se han enviado mensajes más ambiciosos,
pretendiendo "enseñar" el idioma matemático partiendo de constantes físicas
y matemáticas "confiando" en que el ser inteligente se adapte rápidamente a
nuestra cultura.
La intención
es obvia: pasar por encima de las dificultades de la comunicación humana,
intentando conseguir un sistema de comunicación sin esas deficiencias.
El problema,
empero, sigue igual. Continúa dependiendo del receptor para que el mensaje
cobre sentido. De hecho la paleoastronomía pretende ver mensajes semejantes
a los que hemos enviado al espacio en muchos restos de civilizaciones
antiguas: desde los megalitos de Stonehenge a los pictogramas mayas pasando
por todo tipo de relaciones matemáticas entre las construcciones primitivas.
El mensaje, de existir, sigue estando oculto a nosotros como sin duda lo
estaría el nuestro de encontrar una inteligencia que lo recibiera.
Pero bueno.
Esto no era más que un inciso para demostrar que las matemáticas no nos
pueden ayudar en nuestro problema. Por otro lado, la capacidad de expresión
humana con el lenguaje matemático es, como mínimo, más limitada que las
demás.
¿Cuál es,
pues, la causa de la imperfección del lenguaje humano? Se podrían mencionar
muchas pero la fundamental es el ahorro, tratar de englobar conceptos
distintos en un solo término por la dificultad que conlleva manejar un
lenguaje cuasinfinito.
El resultado
es que los conceptos, las ideas, quedan inexorablemente encajonadas en la
palabra o expresión que lo define, quedando en ocasiones amputadas algunas
de sus connotaciones y en otras adquiriendo algunas impropias de ella.
La mejor
manera de verlo es mediante los colores. Tenemos unas palabras limitadas
para definir los colores. Sin embargo existen infinidad de ellos, puesto que
cada matiz es un color distinto. Cada longitud de onda de la luz es un color
distinto, pudiendo, aprovechando la paradoja de Zenon, elaborar infinitos
colores.
¿Cuál es el
color azul? Todos tenemos en la mente un azul. Si digo Turquesa, tendremos
otro color. Si digo azul marino, uno más. Si digo cyan, o zafiro o celeste
elaboraremos distintos tonos de azul.
¿Y si digo
blanco? Ah, entonces ya no hay dudas ¿verdad? Sólo hay un blanco. Y sin
embargo el pueblo esquimal tiene más de trescientas palabras para el color
blanco...
Del mismo modo
podemos coger una palabra como "AMAR". Y veamos qué conceptos contiene: Amor
conyugal, enamoramiento pasional, amor filial, amor paternal, amor hacia uno
mismo, amor a todos, amor sacrificado, amor egoísta, amor temporal, amor
eterno... Podemos darle tantos matices como queramos.
Y pasamos a
otra palabra que identificamos con conceptos distintos pero cercanos:
GUSTAR.
Hemos definido
dos escalones. Pero ahora acudimos a Zenon y pensamos. ¿Y entre estos dos
conceptos, no debería haber uno identificable con su propio nombre? Y le
pondríamos una palabra. Y luego pensaríamos ¿Y entre este término medio y
AMAR, no habrá otro término medio?... Y así seguiríamos infinitamente.
Pero no lo
hacemos y es sensato puesto que el coste de añadir otra palabra puede no ser
rentable para el matiz que precisa.
El problema
que nos da la deficiencia del lenguaje es cuando el pensamiento humano pasa
a depender de él. Si somos incapaces de manejar nuestras ideas o conceptos
sin las palabras que las delimiten, estaremos perdiendo tal cantidad de
matices que la adición de los errores proporciona un resultado absolutamente
distinto al original mental.
Piensa en un
recuerdo agradable. Nárralo. Ahora no lo narres. Cierra los ojos. Siéntelo .
Esfuérzate por sentir lo que sentías. Huele lo que olías, oye lo que oías.
¿Se asemejan ambos recuerdos?
Es un hecho
antropológico el que el ser humano elabora herramientas para facilitarle la
labor, pero es un hecho constatado que la dependencia excesiva en las
herramientas malforma el elemento al que la herramienta pretendía ayudar.
La mente que
descanse en herramientas como el lenguaje, las matemáticas, las
esquematizaciones o resúmenes sin emplearlas exclusivamentes como un
instrumento más, quedará confinada al límite más próximo de todas ellas y
jamás alcanzará su propio potencial.
Seamos también
conscientes de que todo aquello que aprehendamos proveniente del o a través
del lenguaje esta borroso, impreciso y confuso y que su empleo debe estar
supeditado a la relativización.
Todo es
incorrecto. Incluida esta afirmación.
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