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EL NOMBRE
Hace
bastantes años, mientras una fumata de humo blanco ascendía al cielo romano,
el cardenal Wojtila, polaco, tomaba un nuevo nombre, Juan Pablo II, para
designar así la dignidad de su nueva función papal. Este es sólo un ejemplo
egregio entre otros muchos más cotidianos.
En un universo
en constante mutación, el nombre y la forma van siempre íntimamente ligados
y cuando esta cambia significativamente, aquel ha de hacerlo también. Si el
proceso es tan lento que no da lugar a cambios apreciables a lo largo de una
vida, el nombre suele permanecer, pero cuando las transformaciones modifican
a ojos vistas las formas y la función, un nuevo nombre se impone. Así, la
crisálida se convierte en mariposa y el renacuajo en rana.
La forma en el
individuo no es sólo su apariencia física, sino, sobre todo, su estructura
psicológica y el conjunto de sus convicciones, creencias y actitudes. Por lo
regular no se producen en este campo cambios cataclísmicos y la lenta
modificación ideológica individual va cabiendo en el mismo nombre, o casi. A
lo sumo, Pepín se convierte en D. José (lo que no es poco significativo).
Pero cuando la
conversión de unas formas o de unas convicciones en otras es súbita, y no
gradual, dando lugar en poco tiempo a algo distinto, cambia también el modo
de referirse a ello y designarlo. Baste recordar el bautismo de los negritos
en Africa, o de los indios del amazonas, para entender que esta práctica es
común entre los conversos de cualquier religión. Se usa entre los
guerrilleros, los artistas, los escritores... y tiene sus orígenes ¡cómo no!
En la psicología hindú. Cuando uno decide adoptar una nueva actitud ante la
vida, convertirse en una persona nueva, el cambio de nombre es un
extraordinario soporte psicológico, porque al ser designado por el nombre
anterior se produce una identificación con la personalidad antigua, con
aquello que uno ya no quiere ser, mientras que la nueva denominación
establece una identidad viva con aquello que uno desea ser. Esta es la razón
por la que, sin que ello conlleve en absoluto un cambio de fe religiosa,
muchas personas que transforman seriamente sus actitudes ante la vida, se
siente inclinados a bautizar esa personalidad naciente de un modo distinto.
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