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LA NUEVA ERA. NEW AGE
Una
Nueva Era alborea en nuestra sociedad. Muchos saludan jubilosos el relevo de
los viejos paradigmas y se adhieren entusiastas a esa ola imparable que
amenaza con barrer la esclerosis de unos comportamientos sociales
trasnochados y sin más enjundia que la tradición (esa madre de tantos vivios
institucionalizados) e imponer patrones de conducta anticonvencionales que
aportan, cuando menos, la frescura de lo nuevo.
¿Puede
tratarse de otra moda de fuerte impacto, como lo fueron los hippies en los
sesenta, o, tal vez, de una pose social con camuflaje de filosofía,
condenada a perderse a la vuelta de la esquina de este siglo? Para muchos,
desde luego, sí. Para otros, no.
Me explicaré:
Toda moda se asienta en dos premisas incuestionables: de un lado, el
irresistible atractivo que la mente humana siente por la variedad y el
cambio, ese impulso misterioso que nos lleva a abandonar el interés por lo
compartido para volcarlo en lo nuevo, en busca de la diferencia. De otra
parte, paradójicamente, el espíritu de rebaño, aún plenamente vigente en
muchas naturalezas, hace que el individuo propenda a la imitación del líder,
acaso en un intento de parecerse a él.
Son dos
razones poderosas que, a mi juicio, explican convincentemente la adhesión al
movimiento de tantos ejemplares de esa inmensa fauna de especímenes
miméticos que dan colorido y ambiente, pero nada más.
Me refiero a
esos que compran pirámides, usan pachuli, visten amplias camisas indias, se
enrolan entre los seguidores de los gurús de moda, presumen de facultades
psíquicas, coquetean con la kundalini, dividen al cincuenta por ciento su
entusiasmo por el más allá y su desprecio por el más acá, renacen, consumen
vorazmente toda suerte de técnicas mentales, tragándolas sin digerir,
utilizan su supuesta aversión a competir para enmascarar su incompetencia o
su falta de talento y, en el paroxismo de la confusión mental, no tienen muy
claro si preferirían vérselas con un espíritu desencarnado o con un
extraterrestre de Ganímedes. Por eso consultan constantemente el Tarot.
Dejémosles a
un lado porque no representan nada. Son consumidores de modas, amantes de lo
trivial atraídos por el magnetismo de la Nueva Era, pero sin peso específico
para profundizar en ella. Constituyen la cola del cometa, siempre, no lo
olvidemos, de mayores dimensiones que éste.
Ero hay
también un núcleo consistente de personas lúcidas y responsables que,
lideradas por pensadores y científicos de vanguardia de distintas
disciplinas, se enfrentan con valor, humildad y sensatez a los gravísimos
problemas y contradicciones que afligen a nuestro maltratado planeta y sus
espúreos habitantes. Su esfuerzo se dirige a rescatar las esencias de la
condición humana y, consecuentemente, a reestructurar la jerarquía de
valores, dando preferencia a lo espiritual sobre lo material, al ser sobre
el tener, a lo global sobre lo individual, a la cooperación sobre la
competencia, a la calidad sobre la cantidad, al desprendimiento sobre el
egoísmo.
A la
implantación social de estos valores se le denomina Nueva Era, y su gran
metáfora es la ecología, que representa la íntima interconexión de todas las
cosas vivas, no solamente a nivel orgánico o funcional, sino también como
parte esencial de un todo. Se trata, como puede verse, de un estado de
conciencia, de una actitud vital, de un refinamiento de la sensibilidad que
nada tiene que ver con modas superficiales ni poses intelectuales. Por el
contrario, estas últimas han contribuido a degenerar el concepto hasta
dotarle en algunas partes, incluida su propia cuna californiana, de un matiz
peyorativo.
Es interesante
resaltar que aunque los nuevos valores están presentes en todas las grandes
religiones, éstas tienen poca vigencia en la Nueva Era, porque la mayoría
tienden a excluirse mutuamente y son herederas de una tradición de
maniqueísmo e hipocresía que ha desvirtuado su mensaje, a la vez que les ha
hecho víctimas del dirigismo de sus respectivas iglesias. El individuo de la
Nueva Era se complace en aceptar la responsabilidad y el protagonismo de su
propia vida, sorteando con determinación todos los "ismos" y patronazgos que
se ven a sí mismos como algo separado y exclusivo, y por tanto, nada
"ecológicos". Trata de establecer línea directa con lo divino, evitando
intermediarios que, por otra parte, siempre han preferido concentrar sus
esfuerzos en lo más simple, débiles o inadvertidos.
La
universalidad, el desapego, la cooperación, la espiritualidad, el cuidado
del cuerpo, la tolerancia, la trascendencia y el empeño en el desarrollo del
potencial humano son los valores más en boga en la Nueva Era.
El
materialismo, el racionalismo, el consumo desmedido, el egoísmo, el
cainismo, la codicia, la ira, la gula, la envidia y todos los pecados
capitales que han llevado nuestra sociedad donde se encuentra. La falta de
respeto por la vida, por la naturaleza, por los animales, el clasismo, el
racismo, la manipulación, y la larga lista que se podría hacer de las
miserias humanas, constituyen las lacras del pasado que no tienen cabida en
los nuevos tiempos.
Entrar en la
Nueva Era es realizar un viaje de lo individual a lo cósmico, de la
ignorancia a la sabiduría, de la oscuridad a la luz, de lo particular a lo
global. Es transitar por un túnel vertiginoso donde la naturaleza, el hombre
y Dios no son ya tres elementos básicos del universo, sino que se
experimentan como una masa indiferenciada de conciencia cósmica.
¿Una
moda pasajera? Ya se ve que no. Más bien, la nueva mística de lo
cotidiano.
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