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EL11-S ¿UNA CONSPIRACIÓN?
Es
evidente que si hacemos una reflexión seria e imparcial de los tristes
acontecimientos del 11-S, nos daremos cuenta a bote pronto que sin contar
las inocentes víctimas humanas, la otra víctima a sido los derechos de
libertad que han sido reducido (cuando no erradicados) de raíz por una
hipotética seguridad nacional.
Sin embargo, en este acontecimiento no solo han habido perjudicados, las
petroleras norteamericanas han salido especialmente beneficiadas y los
nuevos escenarios mundiales que van a desarrollarse con la más que
previsible guerra contra Iraq, no harán más que potenciar la presencia
económica estadounidense en una zona en la que nunca habían podido
contrarrestar la supremacía rusa.
En
La gran mentira (Ed. Pyre), León Klein pretende aclarar algunos de
los puntos más oscuros que rodearon a los atentados del 11-S. Aquí hay un
resumen de las tesis expuestas en el libro.
La tesis oficial del 11-S sostiene que se trato de un atentado islamista
cuyo instigador fue Bin Laden, organizado desde su base de Afganistán.
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Esa tesis es imposible porque no se apoya sobre pruebas fehacientes que
pudiera aceptar algún tribunal ordinario y porque, lejos de beneficiar a
los presuntos autores, les perjudicó.
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Según la hipótesis alternativa, los atentados fueron organizados desde
esferas de poder del interior de EE.UU para justificar fundamentalmente
la intervención en Afganistán y la posterior guerra contra Iraq.
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Esa hipótesis es verosímil porque se apoya en hechos precisos, a saber:
el desarrollo posterior de los acontecimientos que refuerzan la
presencia americana en una zona de interés estratégico ya que albergan
las segundas reservas mundiales de petróleo y porque el atentado sólo ha
beneficiado a los intereses de EE.UU.
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El móvil de los ataques habría sido el control sobre Afganistán para
facilitar el paso del oleoducto que llevará petróleo del Caspio al
Índico y que aproximará las fuerzas de intervención americanas a la
cuenca petrolífera del Caspio.
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Existen siete modelos históricos previos en la historia de los EE.UU, es
decir, episodios “providenciales” que fueron considerados “casus belli”
y permitieron vencer las resistencias de la opinión pública
norteamericana a entrar en conflictos exteriores: El Álamo, la voladura
del Maine, el hundimiento del Lusitania, Pearl Harbour, el incidente de
Tonkin y el primer atentado contra el Word Trade Center.
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En la mañana del 11-S Bush no fue puesto a salvo, sino que dio la
noticia del atentado en un colegio cerca de un aeropuerto. El Servicio
Secreto, al menos, sabía que nadie iba a atentar contra él, a pesar de
que un avión comercial volaba hacia la Casa Blanca. Por lo demás, la
imagen de Bush salió reforzada del incidente. Así mismo, la presencia
del lobby petrolero en la administración Bush es muy fuerte.
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Es cierto que se especuló previamente en Bolsa con las compañías que se
verían afectadas por los atentados, pero no fue Bin Laden quien
especuló, sino que la operación se realizó mediante una agencia de
valores vinculada a altos cargos de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA).
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En los últimos siete años, el nombre de Bin Laden se ha relacionado con
atentados antiamericanos. Pero el interés de EE.UU en perseguirlo deriva
de su oposición al régimen saudí, principal aliado de EE.UU en la zona.
Bin Laden ha atribuido a sus plegarias cualquier atentado antiamericano.
Se trata de un fundamentalista musulmán que odia a los americanos por
ser infieles que pisan la tierra más sagrada del Islam: Arabia Saudí.
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Al Qaeda es una organización integrista islámica internacional que ha
reclutado voluntarios para diversas guerras. Nunca ha reivindicado
formalmente ningún atentado, aunque es posible que algunos de sus
miembros se hayan vinculado a este tipo de operaciones antiamericanas.
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Que Mohamed Atta fuera el coordinador de los atentados es completamente
imposible y, desde luego, él o sus compañeros no pudieron pilotar los
aviones. Su perfil no es el de un terrorista, ni siquiera el de un
integrista islámico. Tampoco se comportó como un terrorista entrenado
capaz de burlar a los servicios aduaneros y de inteligencia de medio
mundo. Por el contrario, su comportamiento era normal. Es posible que
alguien utilizara en algún momento su nombre o su pasaporte. El hallazgo
“providencial” del pasaporte de Atta en los alrededores del WTC y el
hecho de que su maleta quedara en tierra por otro error “providencial”
dejan entrever que fue elegido como chivo expiatorio.
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En cuanto al resto de los presuntos terroristas suicidas, varios viven
todavía y gozan de buena salud. Han demostrado que no estaban en los
aviones y que no tienen relaciones con grupos integristas. Fueron
vinculados a la operación a partir de pasaportes robados y reutilizados
en el embarque de los aviones. Ninguno se comportó como lo haría
cualquier terrorista. Por lo demás, apenas se sabe nada de la mayoría de
ellos.
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¿Cómo pudieron ocurrir los atentados? En el interior de los aviones
viajaban algunos de los personajes cuyos nombres se han relacionado con
los atentados (Atta, Merwan, etc); debieron ser atraídos al viaje
mediante alguna trampa. Eran completamente inofensivos y serían los
chivos expiatorios. En el interior existió otro comando –probablemente
compuesto por mercenarios y captado en las márgenes del terrorismo
islámico- que ascendió al avión con intención de secuestrar el vuelo,
quizás para pedir la liberación de presos palestinos. Ese segundo
comando realizó el secuestro. Probablemente subieron al avión con
pasaporte americano. Dado que la investigación se decantaría sobre los
Atta y sus compañeros, nadie se preocuparía de averiguar los pasos de
estos secuestradores reales.
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¿Cómo se estrellaron los aviones contra sus objetivos? Mediante sistemas
de control remoto que inhibieron los mandos del avión a los pilotos en
los últimos minutos del vuelo y cortaron las comunicaciones con tierra.
Equipos de este tipo se ensayaron desde los años 70 para evitar que los
secuestradores desviaran los aviones a Cuba o Argelia.
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Entonces, ¿qué fue realmente el 11-S? Un gigantesco crimen de Estado
utilizado como “casus belli”. Se trató de un golpe de Estado en el que
el lobby
petrolero mejoró extraordinariamente sus posiciones. Una operación de
guerra psicológica diseñada para estimular el deseo de venganza del
pueblo norteamericano y que aprobara la intervención bélica. Fue
aprovechado, finalmente, para reforzar el estado de excepción
permanente, justificar la represión contra las libertades democráticas y
aumentar el control sobre Internet.
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¿Qué tiene que ver todo esto con lo que nos ofrecieron las TVs el 11 de
septiembre del 2001? Lo que vimos no tuvo nada que ver con lo que en
realidad sucedió. Vimos un atentado terrorista convertido en
espectáculo, pero lo que ocurrió en realidad fue un golpe de Estado,
cuyas víctimas fueron norteamericanas en su mayoría, pero cuyas
repercusiones alcanzarán a todo el mundo.
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