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TOXINAS Y ALIMENTACIÓN
El cuerpo produce sustancias tóxicas en su funcionamiento normal y natural,
por ejemplo lo hace cuando sustituye células viejas por otras nuevas. Este
es un proceso del que no debemos preocuparnos, a menos que por alguna razón
el material tóxico de desecho no se elimine con la misma rapidez con la que
se produce. El exceso de toxina en el ser humano provoca todo tipo de
problemas, y a este estado tóxico se le llama toxemia.
Otra forma en la que se produce la toxemia es a partir de los subproductos
de los alimentos que no han sido adecuadamente digeridos. En el mundo
civilizado tenemos el singular hábito de alterar prácticamente todo lo que
comemos, apartándolo de su estado natural antes de ingerirlo. En lugar de
alimentarnos principalmente con alimentos frescos, la mayor parte de lo que
comemos está procesado. Y si no lo está antes de llegar a manos del
consumidor, éste ya se ocupa de alterarlo de alguna manera. Casi todo lo que
se come ha pasado por algún procedimiento: fritura, parrilla, hervor,
cocción al vapor, salteado o guisado. Como los alimentos han sido
modificados a partir de su estado natural, y el organismo humano no está
biológicamente adaptado para ingerir tales cantidades de comida así
alterada, los subproductos de esa digestión y asimilación incompletas forman
en el cuerpo cierta cantidad de residuos, que son tóxicos. Si ese tipo de
alimentos predominan en la dieta, el organismo se ve regularmente
sobrecargado de trabajo.
A causa de esta degeneración dietética se elimina también de nuestros
alimentos la fibra, una sustancia de desecho, y con ello se elimina también
el estímulo natural para la actividad muscular de la pared intestinal...
Esto conlleva una disminución en la velocidad del flujo intestinal. La menor
velocidad del flujo intestinal conlleva a su vez la descomposición de las
proteínas y una fermentación muy superior a la que correspondería
normalmente para los hidratos de carbono; la primera tiene como consecuencia
la producción de toxinas muy activas, y la segunda, la creación de
sustancias irritantes para la pared intestinal... Así se establece un
circulo vicioso que conduce a un estado de intoxicación crónica del cuerpo
que se origina en el aparato digestivo, pues la menor velocidad con que
circulan los alimentos en el organismo no sólo provoca fermentación y
descomposición, sino que también deja más tiempo para que la sangre absorba
las toxinas que así se producen.
Los "alimentos" que ingieren las personas civilizadas avanzan por el canal
digestivo con tanta lentitud que gran parte de la comida se descompone y
fermenta en vez de ser digerida, y los desechos tóxicos que resultan se
retienen durante días en incluso semanas, conduciendo a un estado de toxemia
crónica, una forma de autointoxicación del organismo causada por la
constante presencia de toxinas en la sangre, el estómago, colon, hígado y
otros órganos. Tal estado es el responsable de numerosas enfermedades que
rara vez se dan en las sociedades primitivas, tales como artritis,
estreñimiento, gastritis, fatiga, infertilidad, impotencia, falta de
defensas contra las enfermedades infecciosas, etc.
En muchos casos, los alimentos permanecen en el interior del cuerpo durante
meses e incluso años. Estos alimentos se pudren y descomponen, y se
incrustan en los pliegues y rendijas del colon. En la mayoría de la gente,
el colon, en lugar de ser un sistema de alcantarillado rápido y eficaz, se
ha convertido en un pozo negro estancado.
El proceso de envenenamiento, que se da diariamente en el cuerpo, se agrava
porque las toxinas son de naturaleza ácida. Cuando hay acumulación de ácidos
en el cuerpo, el sistema retiene agua para neutralizarlo, y esto aumenta el
peso y el abotargamiento. Si el problema no se resuelve, surgen una
incomodidad general y una sensación de letargo, ya que el cuerpo humano
necesita gastar gran cantidad de su energía en el intento de liberarse de
esta acumulación de toxinas.
Es simplemente cuestión de entender lo que es la toxemia, y de hacer lo
apropiado para que desaparezcan los desechos tóxicos ya existentes en el
organismo, e forma que no sigan acumulándose con más rapidez de la que se
eliminan. Es muy importante permitir que el ciclo de eliminación opere en
forma ininterrumpida y con un máximo de eficacia. Si interferimos, aunque
sea inconscientemente, en el ciclo de eliminación, estamos obligando al
cuerpo a retener y acumular residuos tóxicos, con lo cual iniciamos o
agravamos los problemas.
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