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EL ORIGEN DEL SIDA
Cuando el profesor Jacob Segal, antiguo director del Instituto Biológico
de Berlín, inició sus investigaciones sobre el SIDA, no podía imaginar que
sus trabajos le conducirían a abrir la puerta de una de las páginas más
vergonzosas de la historia secreta de nuestro tiempo. Sus primeras
sospechas comenzaron a aflorar cuando descubrió la increíble semejanza
entre el VIH -virus causante de la enfermedad- y otras dos especies
víricas: el visna, una patología cerebral del ganado ovino que no se
contagia al ser humano, y el HTLV-I, una forma de leucemia que ataca a las
células T y raramente resulta fatal. El genoma del VIH es idéntico al del
visna, mucho más parecido a éste que a cualquier otro retrovirus conocido,
y el tres por ciento diferente corresponde con total exactitud a un
fragmento del código genético del HTLV-I.
Las implicaciones de este descubrimiento comenzaron a espantar al profesor
Segal. Tal grado de semejanza resultaba imposible como fruto de un proceso
natural de evolución y mutación. La única explicación posible a este
fenómeno es que
alguien hubiera producido un híbrido de estos dos virus mediante
ingeniería genética. El potencial destructivo del VIH podría haber sido
incluso previsto por sus hipotéticos creadores, ya que su patología
combina los
efectos
complementarios de ambas enfermedades. Los pacientes que no fallecen a
causa de la deficiencia inmunológica provocada por el virus terminan
presentando el mismo tipo de deterioro orgánico que las ovejas infectadas
por el visna.
El profesor Segal debió de acercarse mucho a la verdad ya que -según la
información publicada por el diario británico Sunday Express- dos
funcionarios de la embajada estadounidense visitaron al científico en su
domicilio para interrogarle sobre lo que sabía y pensaba de la enfermedad.
También se le inquirió acerca de sus fuentes de información e intereses a
la hora de redactar sus informes sobre el sida: "Uno dijo que era
historiador y otro cónsul. Sin embargo, estoy seguro de que eran agentes
de la CIA y que estaban seriamente preocupados respecto a que el
encubrimiento oficial sobre el verdadero origen del sida pudiera ser
puesto al descubierto. Les dije que conocía los experimentos llevados a
cabo a mediados de la década de los setenta en Fort detrick, donde el
Cuerpo de Investigación Médica del ejército estadounidense tiene su
cuartel general. Estos experimentos se realizaron sobre reclusos con
grandes condenas a los que se les prometió el indulto a cambio de su
colaboración. Estoy casi seguro de que estos científicos desconocían el
alcance de su terrible creación: el virus del sida".
El
hecho de que la teoría de Segal, que podría suponer una pista
perfectamente válida a la hora de desarrollar un tratamiento o vacuna para
la enfermedad, hay sido silenciada completamente en Estados Unidos y
encontrado muy escasa difusión en Europa, hace pensar en una "mano negra"
que pretende ocultar la verdad. Una verdad demasiado terrible para ser
conocida por la opinión pública. Alemania, patria de Segal, es el único
país donde sus ideas han encontrado un cierto predicamento. La televisión
alemana dedicó un amplio reportaje de sus trabajos, y publicaciones tan
prestigiosas como Stern o Der Spiegel se han interesado por su figura a
través de sendas entrevistas. Sin embargo, y a pesar del alcance de los
datos aportados en el libro de Segal, solamente en Alemania (AIDS-errenger
aus dem Gen-Labor? -El virus del sida, ¿viene de un laboratorio genético?-
Simon&Leutner, Berlín 1987) e India (El origen del sida, Kerala Sastra
Sahitya Parishad, 1989) pudo encontrar editores dispuestos a darlo a
conocer.
Las revistas científicas se han negado sistemáticamente a publicar sus
trabajos, lo cual ciertamente llama la atención ya que, si son tan
absurdas sus teorías, sería muy fácil rebatirlas en la estricta ortodoxia
del método científico. Si el eje principal sobre el que giran los
argumentos de Segal consiste en que el VIH es una combinación del HTLV-I y
el visna, este proceso debería ser reproducible en laboratorio, lo que
aportaría a la teoría una certidumbre absoluta. Según Segal, el
experimento podría ser completado en menos de dos semanas, contando con un
laboratorio y personal adecuado. En 1977 -fecha estimada del desarrollo
del virus- este proceso habría tomado algo más de tiempo, alrededor de
seis meses.
En cambio, la teoría "oficial" sobre el origen de le enfermedad tuvo una
difusión extraordinaria en los medios de comunicación. Según ésta, el VIH
se habría originado entre determinadas especies de monos africanos , de
los que habría pasado al hombre a partir de una mutación. Esta hipótesis,
que algunos expertos han bautizado como la "leyenda africana", plantea un
escenario absurdo desde el punto de vista epidemiológico por dos razones
fundamentales: la primera es que el VIH es demasiado diferente de
cualquier otro retrovirus que padezcan humanos o primates como para
justificar su aparición merced a una mutación natural. El segundo
argumento para desechar la "leyenda africana" es mucho más revelador. Los
primeros casos documentados de sida en África datan de 1983, mientras que
mucho antes -en 1979- comenzaron a registrarse casos entre la comunidad
homosexual de Nueva York.
Un arma biológica
El argumento de Segal deja abiertos multitud de interrogantes. Si el virus
del sida es una creación artificial ¿quién y por qué la llevó a cabo?
En 1948, entre las ruinas de lo que un día fuera el centro del arrogante
III Reich, un joven y prometedor oficial de inteligencia llamado Henry
Kissinger se vio involucrado en el conocido como Proyecto Paperclip. El
propósito de esta operación consistía en reclutar a antiguos nazis para
que prestaran sus servicios en las más altas esferas del ejército, el
espionaje, la tecnología espacial, la biología y la medicina
estadounidense. Los responsables de la operación pusieron especial celo en
proteger a ciertos criminales de guerra relacionados con la
experimentación sobre seres humanos, entre los que se incluía al infame
Joseph Mengele -"el ángel de la muerte"- su asistente, Klaus Barbie -"el
carnicero de Lyon"-, Walter Rauff, supervisor en las SS de las cámaras de
gas móviles, Friederich Schwend, sádico asesino de masas, y a Erich Traub,
experto en enfermedades víricas a cuyo cargo se encontraba la sección de
armamento biológico del Instituto de Investigación del Reich.
Veinte años más tarde, Kissinger renunciaba a su cátedra en la Universidad
de Harvard y a su lucrativa posición en el emporio Rockefeller para
convertirse en la mano derecha del presidente Richard Nixon, como director
del Consejo Nacional de Seguridad. En estos días esta de actualidad una
conversación mantenida con Nixon en que se le pedía consejo para la
utilización de armas nucleares en Vietnam. Por aquel entonces la guerra
fría se encontraba en uno de sus puntos más delicados y a Kissinger se le
planteó la necesidad de encontrar una alternativa viable al empleo del
armamento nuclear. Sin embargo, no era tarea fácil. ¿Dónde se podría
encontrar algo tan devastador como una cabeza atómica pero cuyo empleo no
supusiera la completa destrucción del planeta?
A esta pregunta parece contestar un documento fechado el 9 de junio de
1969. En él se transcribe la comparecencia del Dr. Donald M. McArthur
-Director Adjunto de Investigación y Tecnología del Departamento de
Defensa- ante el subcomité de Dotaciones del Congreso de los Estados
Unidos, órgano encargado de la asignación de presupuestos militares.
Durante su intervención, el Dr. McArthur solicitó a la cámara una partida
presupuestaria de diez millones de dólares a fin de sufragar el
desarrollo, en menos de diez años, de una nueva arma biológica consistente
en un microorganismo contagioso capaz de destruir el régimen inmunológico
humano: "Un microorganismo infeccioso que diferiría en ciertos aspectos
importantes de cualquier agente patógeno conocido. Lo más importante de
esto es que puede ser refractario al proceso inmunológico y terapéutico
del que dependemos para mantener una relativa inmunidad ante las
enfermedades infecciosas... Un programa de investigación que explore la
viabilidad de este planteamiento podría ser complementado en
aproximadamente cinco años, con un coste total de unos diez millones de
dólares". Por si entre los congresistas existiera algún pudor a la hora de
financiar semejante monstruosidad, McArthur aderezó su intervención
apelando a los, por aquel entonces muy vigentes, fantasmas de la Guerra
Fría: "Existe poca duda de que el enemigo pueda desarrollar un elemento
similar, enfrentándonos ante una importante área de inferioridad potencial
en una tecnología militar sobre la que no contamos con un programa de
investigación adecuado". Sus argumentos debieron resultar suficientemente
convincentes para los miembros del Subcomité ya que el Dr. McArthur obtuvo
los diez millones de dólares que tanto necesitaba para mantener la
seguridad del mundo occidental. Su discurso ante la Cámara de
Representantes bien podría ser considerado como la partida de nacimiento
del sida.
Se nos podría argumentar que el valor probatorio de la intervención del
Dr. McArthur es relativamente pobre ya que sólo expresaba un deseo, sin
que existan indicios de que tan macabro proyecto llegase jamás a buen
puerto y mucho menos de que tuviera alguna relación con el sida. Por
desgracia no es así. Existen pruebas, cuando menos circunstanciales, como
para completar la pesadilla ideada por el Dr. McArthur con un quién, un
dónde y un cuándo.
La fecha habría sido el año 1975. El lugar, el Centro de Investigación
sobre Armamento Biológico de Ford Detrick, Maryland (E.E.U.U.). En este
punto se da una de esas "casualidades" de las que tanto disfrutamos los
teóricos de la conspiración. Precisamente en 1975, la sección de virus de
ese centro de investigación militar pasó a denominarse centro Frederick de
Investigación sobre el Cáncer, dependiente del Instituto Nacional de
Cáncer, organismo que, junto al Centro de Control y Prevención de
Enfermedades, en Atlanta, tuvo un notable protagonismo en el desarrollo
del arsenal biológico estadounidense. Allí prestaba sus servicios por
aquel entonces el Dr. Robert Gallo quien, curiosamente, descubrió en 1984
la existencia del VIH -virus generalmente aceptado como causante del sida-
y enunció la teoría del origen africano de la enfermedad, convirtiéndose
en referente imprescindible de la investigación sobre este tema. Su
hipótesis en la semejanza entre el VIH y el STLV-III, un virus de los
simios africanos. Éste habría sido transmitido a un ser humano a través de
una mordedura. A partir de ahí, fundamentalmente por medio del sexo y las
transfusiones de sangre, la enfermedad se habría ido extendiendo hasta
alcanzar los niveles actuales. Como historia no está mal, pero deja tantos
puntos oscuros (especialmente el cómo y por qué de la mutación del virus,
pasando espontánea e inmediatamente de inofensivo a mortal) que no resiste
el más leve análisis crítico de lo que debe ser una hipótesis científica.
Existen evidencias de que, durante la primera mitad de la década de los
setenta, Gallo estuvo trabajando para la CIA en el marco de un proyecto
secreto denominado MK-Naomi relativo al desarrollo de armas biológicas,
muy similares a lo que hoy conocemos como el sida o el ébola. Durante la
etapa en que este programa estuvo en funcionamiento arreció la incidencia
de ciertos microorganismos infecciosos como el E. Coli 157, la bacteria
devoradora de carne y los meningococos, así como de nuevos virus: el sida,
el ébola, el hanta y la hepatitis C, entre otros. También se verificaron
aumentos en la mortandad asociada a cánceres de los tejidos blandos, como
el de próstata, el de mama o los linfomas todos ellos comúnmente achacados
a la exposición a contaminantes químicos y ambientales o a la acción de
toxinas de origen artificial.
En relación con el proyecto MK-Naomi, el director de la CIA, William
Colby, admitió que el interés de la agencia en el armamento biológico
estaba directamente vinculado a las operaciones encubiertas realizadas en
Zaire, Angola y Sudán, los países más castigados por el sida y el ébola.
Nathan Gordon, jefe de la sección química de la División de Servicios
Técnicos de la CIA declaró, además, que la ingente cantidad de material
biológico almacenada por la agencia era susceptible de ser empleada en
proyectos de inmunización masiva, desarrollo de nuevas vacunas e
investigación sobre el cáncer. Ése habría sido el campo en el que el
Doctor Gallo estuvo ocupado durante su pertenencia al servicio de
inteligencia.
Fort Detrick: el paraíso de Maquiavelo.
En esta instalación, entre el otoño de 1977 y la primavera de 1978, habría
nacido el VIH, concretamente en uno de los laboratorios conocidos como P4
-de máxima seguridad-, en el que se habrían combinado los materiales
genéticos del visna y el HTLV-I. La fase experimental se habría llevado a
cabo empleando como conejillos de indias a convictos de diversas prisiones
federales, a los que se habría ofrecido la conmutación de sus penas a
cambio de su colaboración en un programa de investigación médica, una
práctica habitual, aunque de sospechosa ética, en el sistema
norteamericano.
Todo
podría haber sido un mero peldaño más en la sórdida historia de la
experimentación con seres humanos de no ser por un fallo que cometieron
los experimentadores. Los padres del VIH no sospecharon que la enfermedad
pudiera tener un periodo de incubación tan enormemente largo como el del
sida que, en muchos casos, supera ampliamente la decena de años. Al no
apreciar los científicos ningún tipo de síntomas en los sujetos, el
experimento fue considerado un fracaso y los "conejillos" puestos en
libertad tal y como se les había prometido. A partir de ese momento la
epidemia se convirtió en incontrolable. El alto porcentaje de toxicomanía
y homosexualidad entre los reclusos fue seguramente lo que provocó que
estos colectivos hayan sido los más castigados por la enfermedad desde que
en 1979 aparecieran los primeros casos entre la comunidad homosexual de
Nueva York.
El principal valedor de esta versión ha sido el propio Jacob Segal, lo que
le ha valido encontrarse en el ojo del huracán de una polémica que no le
ha reportado sino quebraderos de cabeza. Entre la multitud de críticas
recibidas por Segal, cabe destacar la de uno de los personajes más
directamente implicados por sus acusaciones, el Dr. Robert Gallo, quien en
una entrevista publicada el 18 de abril de 1987 calificaba todo el
planteamiento del científico alemán como una "maniobra propagandística del
KGB". Es posible que con tan pintoresca afirmación el Dr. Gallo
pretendiera combatir el fuego con el fuego y atacar con una conspiración a
quien tan claramente le había implicado en otra.
En medio de esta polémica y para hacer aún más confuso el asunto, en 1987
Peter Duesberg enunciaba una teoría según la cual el sida no estaría
producido por ningún virus. A nadie se le escapa que si el VIH no es el
causante de la enfermedad toda la historia que acabamos de relatar no
tendría la menor base, por lo que entre los más suspicaces se sospechó que
Duesberg no fuera sino un mero embaucador al servicio de los intereses de
los verdaderos creadores del sida y su maniobra fuera de intoxicación.
Como apuntábamos anteriormente, una de las características más notables de
la teoría de Segal es que nadie se haya tomado la molestia de comprobarla,
a pesar de lo relativamente fácil que sería contando con los servicios de
un laboratorio bien equipado. Si el científico alemán está en lo cierto y
el VIH no es sino una suma genética de otros dos microorganismos, esa
operación podría ser reproducida tantas veces como se deseara, lo que
corroboraría su exposición. Sin embargo, nadie ha tenido la suficiente
"curiosidad científica" como para intentar comprobar por sí mismo si esto
es posible. Esta circunstancia se convierte en especialmente sospechosa al
aparecer en escena una teoría como la de Duesberg, cuyo fin último sería
el cerrar para siempre el debate sobre el origen del virus.
Llegados a este punto, uno no puede menos que plantear una pregunta
impertinente: ¿cuál es la misteriosa razón que ha llevado a que las
teorías de Duesberg y Gallo, sin comprobación experimental posible, hayan
sido profusamente divulgadas a través de los medios de comunicación,
mientras que la hipótesis del Dr. Segal, cuya comprobación experimental
sería relativamente sencilla, ha sido sistemáticamente ignorada? En este
caso no se puede hablar del rechazo que la comunidad científica y los
medios de comunicación puedan sentir ante una postura heterodoxa, ya que
la teoría de Duesberg, que niega la existencia misma del virus, es
bastante más extravagante que la del Dr. Segal, quien sólo sospecha de su
origen. No creemos que vayan por ahí los tiros. Si se ha calumniado y
enterrado profesionalmente al Dr. Jacob Segal ha sido por apuntar la
posibilidad de que se hubiera producido una conspiración cuyo alcance
haría que el asesinato de Kennedy fuera en comparación una mera novatada
de estudiantes. De hecho, en el propio legislativo norteamericano, hay
quien ha contemplado seriamente esta eventualidad, como el congresista
neoyorquino Theodore Weiss, famoso por su defensa de los derechos
homosexuales, quien en un discurso parlamentario pronunció las siguientes
palabras: "Dadas las actitudes que frente a la homosexualidad y los
homosexuales demuestran ciertos sectores de nuestra sociedad, la
posibilidad de que se haya empleado armamento biológico debe ser
seriamente observada".
¿Llevaba el congresista Weiss demasiado lejos sus conclusiones? Es
posible, pero las estadísticas parecen darle la razón. A pesar de que
potencialmente cualquiera puede ser víctima del sida, esta enfermedad se
ha cebado con especial saña en sectores muy definidos de la población,
como los homosexuales, los toxicómanos y los africanos, convirtiéndose en
la primera epidemia de la historia que selecciona socialmente a sus
presas. El cincuenta por ciento de los 210.000 casos de sida documentados
en los Estados Unidos durante 1992 eran afroamericanos y el 31% hispanos,
nativos o asiáticos, cuando estos colectivos apenas forman el 12% de la
población norteamericana.
Pero vayamos un poco más lejos. A escala mundial, la desproporción entre
blancos y otras razas es mucho mayor que en los E.E.U.U. Esta enfermedad
se está convirtiendo en una forma de "genocidio natural" que hubiera sido
la envidia de los jerarcas nazis. Las poblaciones de otras razas están
siendo diezmadas mientras que los blancos permanecen relativamente
incólumes, o por los menos, los blancos moralmente sanos.
Esto llamó poderosamente la atención de Steven Thomas, investigador de
salud pública en la Universidad de Maryland, a escasos kilómetros de las
instalaciones de Ford Detrick: "La gente quiere saber. ¿Ha sido producido
por el hombre? ¿es una forma de genocidio? ¿Son ciertas las estadísticas?
Actualmente estamos en posesión de datos suficientes como para afirmar que
la falsificación de las estadísticas gubernamentales respecto al sida es
un hecho real y que la creencia de que esta enfermedad es una forma de
genocidio es también real". Esto es llegar mucho más lejos de lo que hizo
el Dr. Segal con sus teorías. Tal vez sea mejor seguir pensando que
estamos ante un microorganismo desconocido o, como mucho, frente a las
catastróficas consecuencias de un incidente de laboratorio. Lo contrario
sería suponer que desde los tiempos de la cámara de gas y el horno
crematorio sólo se ha avanzado en crear medios cada vez más maquiavélicos
de exterminar a nuestros semejantes.
Como último comentario recordemos que el gobierno racista de Sudáfrica se
planteó crear un virus que sólo afectara a personas de un determinado
grupo genético. Entre los que se barajó el color de los ojos y la clase y
color del pelo.
Este proyecto era mucho más selectivo que el "primitivo" virus del sida. Y
no produciría víctimas colaterales no deseadas.

Virus del SIDA
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