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La posesión
mágica
Pero hemos dicho que
existía también una forma de posesión eminentemente mágica. Evidentemente
existe, aunque se le deba dar cualquier otro nombre menos el de posesión. La
posesión demoníaca no puede existir mágicamente... porque la Magia no
reconoce al diablo como tal. Existe, eso sí, ya lo hemos dicho otras veces,
una energía, una fuerza astral, único plano que se halla por encima del
plano terrestre y por debajo del espiritual, y que es el origen de todas las
manifestaciones energéticas que se introducen en nuestro mundo
físico. Y de este mundo se desprenden algunas veces (o pueden ser atraídos)
una serie de elementos que son el origen común a todos los aspectos mágicos
que vemos y seguiremos viendo: videncia, espiritismo... y demonología
mágica. Estos "desprendimientos" (si puede usarse esta expresión) no son en
realidad más que materializaciones, inducidas por la propia personalidad
astral del mago, de una misma fuerza original, que puede transformarse en
benigna o maligna si benignos o malignos son los efluvios del mago que la
domina. He aquí pues, por un lado, el verdadero sentido del "pacto mágico"
con el demonio (entendido como dominio absoluto de las fuerzas
materializadas, en cuyo caso es un pacto unilateral, o un dominio
condicionado, en cuyo caso es un pacto bilateral, aunque esta bilateralidad
sea sólo en un sentido abstracto), y el de la "posesión demoníaca... cuando
estas mismas fuerzas atraídas y desatadas dentro de nuestro mundo escapan
del poder del mago y se abaten sobre él.
En este último caso
pueden darse dos resultados. Uno de ellos es la posesión del mago por las
fuerzas astrales a través de una vampirazación de su cuerpo, de cuyo
suceso la literatura mundial nos ha dejado amplias muestras. La segunda, más
frecuente cuando el mago es demasiado débil o inexperto, es sencillamente su
destrucción total como fuerza pensante, es decir, la completa destrucción de
su cerebro, lo que da como resultado la más completa locura... a menos que
el mago pueda detener a tiempo el ataque y logre salvar, pese a todo, alguna
parte de su cuerpo del incontrolado poder de las fuerzas por él mismo
solicitadas.
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