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EL VALOR EXACTO DE LAS
PALABRAS
No
sé si alguna vez ha considerado o examinado todo el proceso de la
verbalización, el proceso de nombrar. Si lo ha hecho, habrá encontrado que
es una cosa interesante, sorprendente y muy estimulante. Cuando damos un
nombre a cualquier cosa que experimentamos, vemos o sentimos, la palabra se
vuelve extraordinariamente significativa; y la palabra es tiempo. El tiempo
es espacio, y la palabra es el centro de ello. Todo pensar es verbalización;
pensamos en palabras. ¿Puede la mente liberarse de la palabra? No diga
"¿Cómo ha de liberarme?" Eso no tiene sentido. Formúlese esa pregunta a sí
mismo y vea cuán esclavos somos de palabras tales como India, comunismo,
capitalismo, cristiano, ruso estadounidense. La palabra amor, la palabra
Dios, la palabra meditación, ¡qué significado extraordinario hemos dado a
estas palabras y cuán esclavos somos de ellas!
¿Hay un pensar sin la
palabra? Cuando la mente no está obstruida por las palabras, el pensar no es
pensar tal como lo conocemos; es una actividad exenta de palabras, de
símbolos; por lo tanto, carece de fronteras, ya que la palabra es la
frontera.
La palabra crea la
limitación, y una mente que no está funcionando a base de palabras, no tiene
limitación alguna, no tiene fronteras, no está amarrada. Tome la palabra
amor y vea qué despierta en usted, obsérvese; en el instante en que menciono
esa palabra, comienza a sonreír y se endereza en el asiento, experimenta
cosas.
La palabra despierta,
pues, toda clase de ideas, toda clase de divisiones, tales como amor carnal,
espiritual, profano, infinito, y demás.
Pero descubra qué es
el amor. Por cierto, para descubrir qué es el amor, la mente debe estar
libre de esa palabra y del significado de esa palabra.
Para comprendernos el
uno al otro, considero necesario que no estemos presos en las palabras; una
palabra como Dios, por ejemplo, puede tener un significado especial para
usted, mientras que para mí puede que tenga una formulación totalmente
distinta, o ninguna formulación en absoluto. Así que es casi imposible
comunicarnos mutuamente, a menos que ambos tengamos la intención de
comprender las meras palabras e ir más allá de éstas.
Después de todo, la
mente está compuesta, entre otras cosas, de palabras. Ahora bien, ¿puede
la mente estar libre de la palabra envidia? Experimente con esto y verá
que palabras como Dios, verdad, odio, envidia, ejercen un efecto profundo
sobre la mente. ¿Puede, entonces, la mente estar libre de estas palabras,
tanto neurológica como psicológicamente? Si no está libre de ellas, es
incapaz de enfrentarse al hecho de la envidia. Cuando puede mirar
directamente el hecho que llama "envidia", entonces el hecho mismo actúa
con mucha mayor rapidez que el empeño de la mente en hacer algo con
respecto al hecho. En tanto la mente esté pensando en librarse de la
envidia mediante el ideal de la "no envidia" y demás, está distraída, no
se enfrenta con el hecho; y la palabra misma envidia es una distracción
respecto del hecho. El proceso de reconocimiento se efectúa a través de la
palabra; en el instante en que reconozco el sentimiento por intermedio de
la palabra, doy continuidad a ese sentimiento.
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