LA PENA DE MUERTE
La pena de muerte implica el ejercicio de una
violencia extrema de consecuencias irreversibles que ha dado origen a
numerosas injusticias derivadas de errores o prejuicios judiciales.
Por razones humanitarias y de prudencia
judicial, la pena de muerte ha sido progresivamente eliminada de muchos
países. En la actualidad, se aplica en 75 países, entre los cuales se
encuentra Estados Unidos, donde hace escasos días se acaba de ejecutar
al preso número 1000 desde que en 1976 se reimplantó esta modalidad de
castigo. Hace escasas 48 horas –cuando escribo estas letras- que un
colíder de una de las bandas más famosas de California, ha sido
ejecutado con una inyección letal, no ha servido de nada para el
Gobernador de California –un conocido actor de películas de acción- que
estuviera nominado para recibir el Nóbel de la Paz por su intensa labor
desde
la cárcel, en la que permanecía desde hace más de dos décadas,
escribiendo libros en contra de la violencia pandillera y actuando como
pacificador de las bandas callejeras.
¿De qué sirve una cárcel, sino para
reeducar las acciones violentas o injusta para el resto de la sociedad?
La horca y la silla eléctrica han ido
cediendo su lugar a la inyección letal, dispositivo utilizado en varios
de los estados norteamericanos donde se ejecuta la medida. Texas,
Oklahoma, Carolina del Norte y del Sur y Ohio, son algunas de las
jurisdicciones donde se practica la medida, mientras que en Nueva York,
Illinois y Nueva Jersey se han suspendido las ejecuciones, discutiéndose
la justicia y eficacia de esta pena. China es el país que registra mayor
número de muertes a cargo del Estado. En el 2004 concretó 3.400 muertes,
el 97% de las ejecuciones registradas en el mundo.
Mientras que muchos países de Asia Oriental
y África aplican esta sanción, el único Estado europeo que la admite es
Bielorrusia. En Argentina, igual que en Brasil, Chile, Perú e Israel,
entre otros, la pena está abolida para delitos comunes, pero no así para
delitos cometidos en tiempo de guerra, según un informe de Amnistía
Internacional. El poder disuasorio de la pena de muerte se considera
dudoso.
La pena de muerte plantea dos preguntas de
fondo.
La primera: ¿tiene derecho alguna autoridad
a disponer de la vida de un ser humano, así se trate del peor
delincuente? Líderes religiosos opuestos a ella señalan que solo “Dios”
puede tomar decisión semejante.
Muchos juristas, por su parte, afirman que
una pena irreversible necesitaría un juez infalible, y esto no se
presenta en la dimensión humana. Las estadísticas respaldan su alegato.
Hace tres años, el Gobernador de Illinois conoció una investigación
según la cual se había demostrado la inocencia de 17 reos ejecutados en
Florida. Impresionado, indultó de inmediato a los 156 prisioneros “del
pasillo de la muerte” de su jurisdicción sobre los que pendía la espada
de Damocles.
La segunda pregunta es si tan drástica e
irremediable punición sirve para frenar los delitos. Los partidarios
afirman que sí, que el solo hecho de sacar de “en medio” a cientos de
asesinos ahorrará muchas vidas. Pero Amnistía Internacional y muchos
otros, afirmaamos lo contrario.