A los pies del Maestro.
Cuando tu cuerpo desee algo, detente y reflexiona si Tu realmente lo deseas.
Porque Tu eres Dios y querrás solamente aquello que Dios quiere; pero es
preciso que busques en la profundidad de tu ser, hasta encontrar al Dios en
tu interior y escuchar Tu voz que es Su voz.
A menudo, cuando se presenta una
oportunidad de ayudar a alguien, el cuerpo físico dice: "¡Qué molestia me
causa esto, dejemos que lo haga otro!" Pero el hombre replica a su cuerpo:
"Tú no me impedirás efectuar una buena obra".
El cuerpo astral tiene sus deseos
por docenas; querrá que tu montes en cólera; que digas palabras ásperas, que
sientas celos, que codicies dinero, que envidies las posesiones ajenas...
Deseará todas estas cosas y muchas más, no porque quiera hacerte daño, sino
porque gusta de las vibraciones violentas y le place cambiarlas
continuamente. Pero tu no necesitas de estas cosas y por tanto debes
discernir entre tus necesidades y las de tu cuerpo astral.
Tu cuerpo mental deseará
considerarse orgullosamente separado de los otros; pensar mucho en sí y poco
en el prójimo. Aún cuando lo hayas desligado de los intereses mundanos,
tratará todavía de ser egoístamente calculador y de hacerte pensar en tu
propio progreso en vez de pensar en la labor del Maestro y en ayudar a los
demás.
Porque el discípulo es uno con su
Maestro, y basta con que eleve su pensamiento, hasta el pensamiento del
Maestro, para percibir inmediatamente si concuerda con él. Si no está de
acuerdo, su pensamiento no es correcto y lo cambiará instantáneamente,
porque el pensamiento del Maestro es perfecto, pues El lo sabe todo.
Aprende a distinguir entre lo
egoísta y lo desinteresado. Porque el egoísmo tiene muchas formas, y cuando
crees haberlo destruido por fin en una de ellas, surge en otra, tan fuerte
como siempre. Pero, gradualmente estarás tan lleno con el pensamiento de
ayudar a los demás, que no tendrás ya lugar ni tiempo para pensar en ti
mismo.
Bueno será que te acostumbres desde ahora a pensar
cuidadosamente antes de hablar, porque una vez alcanzada la Iniciación,
deberás vigilar cada palabra a fin de que no se te escape lo que no debe ser
revelado. Acostúmbrate, pues, a escuchar mejor que a hablar; no des tus
opiniones si no se te piden directamente.
El Maestro enseña que ninguna
importancia tiene para el hombre lo que viene del exterior: tristezas,
dificultades, enfermedades y pérdidas. Todas estas cosas han de ser
consideradas por ti como nada, y no debes permitir que perturben tu calma.
Piensa cada día en alguien que
sepas que está afligido o sufriendo, o necesitado de ayuda y vuelca sobre él
el caudal de tu amoroso pensamiento.
Soporta tu Karma, cualquiera que
sea, con ánimo alegre, considerando como un honor el sufrimiento que te
sobrevenga, porque ello hará que los Regentes del Karma te juzguen digno de
su ayuda. Por duro que sea, agradece que no haya sido peor.
Debes renunciar a todo sentimiento
de posesión; el Karma podría separarte de las cosas que más quieres, aún de
las personas a quienes más amas. También en este caso, deberás estar
contento y pronto a desprenderte de cualquier cosa y de todo.
A menudo necesita el Maestro
transmitir su fuerza a otros por mediación de su discípulo y no podrá
hacerlo si su siervo se deja abatir por la depresión. Por tanto, que la
alegría sea la norma de tu vida.
El único objetivo que deberás tener
ante ti es el de hacer la obra del Maestro. Nunca debes olvidarlo, sean
cuales sean las ocupaciones que te salgan al paso. De hecho, nada más podrá
presentarse, pues todo trabajo útil y desinteresado es labor del Maestro y
por Él debes hacerlo. Y deberás poner toda tu atención en cada parte a
medida que la hagas, para que resulte lo mejor posible. Cualquier cosa que
hagáis, hacedla de todo corazón, como si fuera para el Señor y no para los
hombres.
La finalidad única significa
también que nada deberá apartarte, ni por un momento, del Sendero en el cual
has entrado. Ni las tentaciones, ni los placeres del mundo, ni afecto
terrestre alguno, deberán jamás desviarte.
De todas las cualidades requeridas,
la más importante es el AMOR, porque si el amor está suficientemente
desarrollado en un ser, le obliga a adquirir todas las demás; que, sin amor,
jamás serían suficientes.
Puesto que Dios es amor, tú, que
anhelas llegar a ser uno con Él, debes estar lleno de perfecto desinterés y
también de amor.
Nunca hables mal de nadie y rehusa
escuchar a quien se expresa mal de otro, haciéndole observar con dulzura:
"Quizá no sea verdad y si lo fuese, es más caritativo no hablar de ello".
Quien se halla en el Sendero,
no existe para sí mismo, sino para los otros; se ha olvidado de sí para
poder servirles; es como una pluma en la mano de Dios, a través de la
cual puede fluir el pensamiento Divino y encontrar, aquí en la tierra, una
expresión que sin ella no podría tener. Pero al mismo tiempo es un viviente
canal de fuego, que derrama sobre el mundo el Divino Amor que inunda su
corazón.
Sacrificio/Voluntad,
Sabiduría/Conocimiento y AMOR, son los tres aspectos del Logos y vosotros,
que deseáis alistaros a su servicio, debéis hacer gala de ellos en el mundo.
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