|
LA PRIMERA INFANCIA
Los estudios que se han realizado sobre las diferencias de género han sido
muy amplios. Las investigaciones de las diferencias infantiles de género han
tenido dos motivos primordiales. El primero es que se pensaba que, si se
encontrasen diferencias de género en los recién nacidos (por ejemplo, en
niños de un día), se deberían con seguridad a factores biológicos, porque
sería imposible, por falta material de tiempo, la socialización relativa a
los papeles asignados a los géneros. La idea predominante en estas
investigaciones consistía en descubrir las causas biológicas de las
diferencias entre los géneros estudiando a los recién nacidos. En segundo
lugar, muchos investigadores piensan que es importante analizar cómo tratan
a los niños pequeños sus padres y otros adultos, con el fin de descubrir las
sutiles (y quizá no tan sutiles) diferencias de trato a los niños y niñas
recién nacidos, iniciando el proceso de socialización a una edad muy
temprana.
Diferencias de género en los recién nacidos.
Debemos señalar que la mayoría de las conductas infantiles no manifiesta
diferencias de género. Es decir, en la mayor parte de las conductas, las
semejanzas entre géneros constituyen la regla, aunque es probable que haya
diferencias en cuanto al nivel de actividad, mostrando un mayor dinamismo
los niños.
El trato dado por los adultos a los niños pequeños
La mayoría de los padres tratan de igual modo a todos los bebés, varones y
mujeres. Sin embargo, sí se producen ciertas diferencias. A los niños se les
manipula con menor miramiento y, en general, los niños reciben más
respuestas de los adultos, como, por ejemplo, estar más tiempo en brazos de
la madre.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que no sólo influyen los padres en los
hijos, sino que los niños también ejercen influencia en sus padres. En
consecuencia, si existen diferencias entre las conductas de niños y niñas,
ésas pueden provocar distinto trato por parte de los padres a unos y otras,
en vez de lo contrario. Por ejemplo, si los niños lloran más, quizá por eso
los cojan más en brazos.
Parece ser que el género no es importante para las interacciones de los
adultos con los niños, cosa que resulta más evidente cuando los adultos
desconocen el género del bebé. Ninguna investigación de las interacciones
entre bebés y adultos ha puesto de manifiesto diferencias relacionadas con
el presunto género del bebé. Es más, se comprueba en los estudios los
resultados no sólo dependen del género del bebé, sino también del género del
adulto.
|
|