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El punto de quietud.
"El punto de quietud" es
un "lugar" que existe en el ser humano que se caracteriza por su calma
profunda, su quietud plena y su silencio perfecto. Aunque es experimentable
personalmente, es transpersonal por su propia naturaleza, y aquel que lo
experimenta no lo hace egocéntricamente, pues en ese "lugar" no hay noción
del yo, ni de esto ni de aquello, ni de adentro o afuera. Todo lo que se
diga sobre ese punto de quietud son meras aproximaciones, porque sólo se
puede conocer y comprender mediante la propia experiencia. Es una energía de
plenitud, claridad, bienestar, y silencio, con la que es posible conectar
cuando uno va más allá del pensamiento y de la memoria. Antes de que brote
el ego, el yo y lo mío, con sus pensamientos, se haya ese lugar, de
inmaculada quietud.
Todos hemos tenido esporádicamente un atisbo o una experiencia, por
fugitiva que haya sido, de ese "lugar", que nos colma de un sentimiento de
calma profunda, expansión y bienestar. En ese "lugar", por el que fluye
una energía de gran poder, se encuentra la inteligencia primordial. La
inteligencia se purifica con la visita a este "lugar" y va desencadenando
el estado de iluminación. Aunque uno/a sólo pueda lograr establecerse en
ese espacio de quietud por unas fracciones de segundo, el beneficio que de
ello se deriva (espiritual, mental y corporal) es extraordinario. Se va,
además, modificando la percepción, acrecentando la consciencia y
facilitando el progreso interior. Sólo con la aplicación perseverante y la
práctica asidua, acompañada de motivación firme, va uno consiguiendo
permanecer por más tiempo en ese ángulo de quietud, superando así viejas
estructuras de la mente y reorganizando su psiquis a un nivel mucho más
enriquecedor y elevado.
El
acceder a ese punto de quietud proporciona paz, claridad e integración;
limpia, ordena y quema las latencias nocivas del subconsciente y procura
libertad interior. Es como darse un baño en el inmaculado espacio sin
límites, conectando con la energía que anima y penetra a todos los seres
animados e inanimados. En la medida en que uno va accediendo a ese "lugar"
y puede conectarse mejor con él, incluso en la vida cotidiana es mucho más
sencillo mantenerse ecuánime y desapegado, firmemente establecido en la
energía del que observa sin ser alterado por los procesos externos o los
propios procesos psicofísicos, siempre fluidos e impermanentes. Esa
potencia, que es recobrable mediante el acceso al espacio de quietud,
impone una actitud interior más lúcida, atinada e inquebrantable.
Más
allá de la mente de superficie y el núcleo de confusión y caos que hay en la
psiquis, se haya ese espacio límpido y transpersonal. Cada vez que
conectamos con el punto de quietud, algo se está modificando en nuestro
interior y estamos dando un paso hacia la autorrealización; pero incluso
aquellos que no tengan miras místicas o de autorrealización, encontrarán un
gran beneficio en poder nutrirse con la energía de calma profunda, claridad
y reposo que proporciona ese "lugar".
Todos
los grandes maestros de las distintas vías liberatorias coinciden en la
importancia de poder conectar con ese ángulo de quietud, capaz de poder
mutarnos psicológicamente, ponernos en nuestro eje de equilibrio y facilitar
la relación con nosotros mismos y con los demás. A lo largo de una treintena
de viajes por los piases asiáticos y de centenares de encuentros con
maestros espirituales, yoguis, lamas, monjes budistas y eremitas, he podido
constatar que todos ellos conceden gran importancia a la aproximación a ese
ángulo de quietud. Simbólicamente gusto de denominarlo punto de quietud,
porque es el punto de confluencia entre lo humano y lo transpersonal, el ojo
de buey hacia lo otro, hacia aquello donde cesa el ego, la avidez, la
aversión, el autoengaño y la insatisfacción.
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