|
EL RASTRO DE LA
CONSPIRACIÓN.
SILENCIADOS POR SABER DEMASIADO
El 18 de julio de este año aparecía el cuerpo sin vida del microbiólogo
británico David Kelly, que días atrás se había visto en la obligación de
declarar en el parlamento: “¿Puede decirme los nombres de los periodistas
con los que se ha reunido?”, le interrogó con dureza el parlamentario
Andrew Mackinlay. Su objetivo era averiguar si el científico reveló a la
cadena BBC que el informe que presentó Tony Blair ante su país sobre la
potenciabilidad del arsenal químico de Saddam Hussein –“puede atacarnos en
tan sólo cuarenta y cinco minutos”, dijo el premier- contenía datos
exagerados que tenían por objeto justificar de cara a la opinión pública
la necesidad de atacar a Irak.
La historia previa a aquella comparecencia se escribía en clave de
conspiración. Y es que David Kelly, a la sazón asesor científico en
cuestión de armas bioquímicas del gobierno inglés, había redactado un
informe en el cual se expresaban dudas acerca de la verdadera
potenciabilidad militar de Saddam. Kelly había actuado como inspector de
la ONU y en su informe descartaba que el dictador iraquí pudiera hacer uso
de un arsenal en parte ya inexistente. Pero Andrew Campbell, portavoz del
gobierno, le pidió rescribir el texto: “Hágalo usted más sexy”, le dijo. Y
es que Blair y Bus necesitaban de ese escrito para ir a la guerra. Kelly
no tuvo más remedio que admitir la presión gubernamental, pero no resistió
más y confeso a un periodista de la BBC que el informe fue amañado.
Cuatro
días después de su comparecencia, Kelly fue encontrado sin vida.
Oficialmente, se suicidó, pero extraoficialmente, todas las hipótesis
siguen abiertas. No se lo voy a negar al lector: en cuanto tuve noticia de
la sospechosa muerte de Kelly no pude más que pensar en que había sido la
víctima 17 de una estremecedora trama que comenzó a gestarse poco después
de los atentados del 11 de septiembre, cuando sobres rociados con ántrax
provocaron una ola de pánico en Estados Unidos.
Mi investigación me ha llevado a conclusiones desgarradoras. Una de ellas
es que detrás de aquellos ataques biológicos no hubo ningún terrorista
islámico, como en un principio transmitieron las autoridades
norteamericanas. Los ataques con ántrax sirvieron a George Bush y a su
entorno para convencer a la población mundial de la existencia de un
peligro integrista que fue la puntilla que necesitó para iniciar su guerra
contra el terrorismo. Sin embargo, según un informe de la Federación
Americana de Científicos, los cultivos biológicos de donde salió la
sustancia estaban vinculados a las autoridades militares británicas y
norteamericanas. Dice así el expediente que obtuve: “El análisis genético
del ántrax coincide con el tipo desarrollado en el campo de pruebas de
Dugway, en las instalaciones británicas de Porton Down, y Fort Detrick en
Estados Unidos durante los años ochenta”. Casualmente, durante esas
fechas, el fallecido David Kelly fue director de Porton Down. ¿Acaso el
científico muerto sabía el origen del ántrax usado tras los atentados del
11-S? Muy probablemente, ése es uno de los muchos secretos que se llevó a
la tumba.
Un total de 16 microbiólogos que podían desvelar el origen del ántrax
fallecieron en extrañas circunstancias. Todos ellos o bien estaban ligados
al uso y desarrollo de sustancias bioquímicas susceptibles de ser
utilizadas como armas, o bien su trabajo estaba encaminado a proporcionar
mecanismos para evitar sus efectos.
Un suceso muy parecido al de Kelly se produjo el 16 de noviembre del 2001,
cuando se denunció la desaparición de Don Willey, respetado microbiólogo.
Su coche fue encontrado junto a un puente próximo a Memphis (Tennessee).
Había trabajado en Fort Detrick, la cuna de las armas biológicas de
Estados Unidos y de donde habían salido –junto a Porton Down, el centro
que dirigió Kelly entre 1984 y 1992- las cepas que contenían las esporas
del ántrax utilizadas en los atentados. El FBI dijo que se suicidó. Sin
embargo, al día siguiente de su desaparición pensaba viajar a Atenas con
su hijo, de hecho, acababa de comprar los billetes. Y un suicida, claro
está, no hace ese tipo de planes... Planes que dicho sea de paso también
hizo Kelly horas antes de morir, había pensado en dónde pasar unos días al
margen de la polvareda que su caso había levantado. “Hay agentes oscuros
en este asunto”, escribió en uno de sus últimos mails. Días después de que
su cuerpo fuera encontrado, un agente de la policía local de Memphis
denunció que las autoridades federales entorpecieron su investigación...
Lo que sí se sabe es que Willey había trabajado en tiempos en colaboración
con Steve Hatfill, el científico ex empleado de Fort Detrick que fuentes
independientes señalan como responsable de los envíos con cartas de ántrax
y que curiosamente ya había efectuado con anterioridad trabajos
encubiertos relacionados con armas químicas.
El día 21 de noviembre, otro biólogo fallecía en extrañas circunstancias
tras haber recibido una extraordinaria paliza en Wilshire (Reino Unido).
El caso siguiente sigue sin resolverse. El fallecido, Vladimir Pasechnik,
era uno de los científicos más respetado en su campo. Habís trabajado en
Biopreparat, la fábrica rusa de armamento biológico. Tras la caída del
Muro de Berlín se refugió en el Reino Unido. Quien le acogió fue... ¡David
Kelly! Ambos trabajaron en colaboración al servicio del Centro de Guerra
Biológica de Porton Down, uno de los dos laboratorios –el otro fue Fort
Detrick- que contaban con el ántrax perteneciente a la cepa utilizada en
los ataques que tuvieron lugar justo después de los atentados del 11-S.
Por cierto... el centro de Porton Down fue privatizado a mediados de los
años noventa y en julio del 2002 lo adquirió un consorcio empresarial
propiedad del grupo Carlyle, del que es representante internacional George
Bush, el padre del actual presidente de los EE.UU. y que se ha convertido
en una de las empresas más beneficiadas de los contratos armamentísticos
surgidos tras el 11-S. ¿Casualidad? Quizá el secreto de este auténtico
rompecabezas se lo han llevado a la tumba los 17 microbiólogos muertos
tras los atentados.
|
|