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La reencarnación en las culturas del mundo
La idea de cesar de
existir es, para todo individuo, odiosa y terriblemente penosa. Las culturas
extinguidas y las existentes actualmente en el mundo, pueden divergir en
numerosos puntos y costumbres, pero la reencarnación es una de las creencias
más antigua y común en todas ellas. Algunos arqueólogos creen que esá fue la
razón de que en la Nueva Edad de Piedra (10.000-5.000 a.de C.) se enterraran
los cuerpos en posición fetal, para facilitar así el renacimiento.
En las religiones
avanzadas se tiene que hacer una distinción entre reencarnación y la teoría
o doctrinas kármicas que se han desarrollado, a veces durante milenios, para
encajar con unas particulares tradiciones teológicas y religiosas. Por
ejemplo, a los pueblos que viven tan cerca de la naturaleza que consideran a
la humanidad como una parte integral de la creación, puede no resultarles
difícil imaginarse a sí mismos como renacidos en cuerpos de animales o
insectos. A los miembros de culturas avanzadas, con filosofías bien
desarrolladas, conscientes de lo muy alto que sa ha elevado el pensamiento
del hombre como animal más evolucionado, les puede parecer repugnante la
idea de hundirse en un cuerpo animal.
A continuación
describiremos algunos ejemplos de teorías de la reencarnación.
Europa.
En la antigua Europa
exitía un "cinturón de la reencarnación" que abarcaba por lo menos el norte
del continente, con avanzadillas hacia el sur, tales como los lombardos, en
Italia.
Las antiguas baladas
inglesas y escocesas hablan de que las almas de los hombres y mujeres pasan
a los animales, aves o plantas y, según el folclore británico y bretón, los
espíritus de los pescadores y marineros muertos habitan en los cuerpos de
las gaviotas blancas, y los de los niños no bautizados flotan en el aire, en
forma de aves, hasta el día del Juicio Final. Los teutones, e incluso los
romanos (según Plinio), atendían cuidadosamente a las serpientes
domesticadas, a las que consideraban como encarnaciones de sus antepasados,
o como genios guardianes de sus hogares.
Según los galeses, la
doctrina de la reencarnación se inició con los celtas, ya en la prehistoria,
y fue a través de ellos como encontró su camino hacia el este, para florecer
en el hinduismo y el budismo.
África.
A lo largo y ancho de
África hay cientod de tribus que creen en la reencarnación de una forma u
otra. Theodore Besterman, al sintetizar las creencias de más de cien pueblos
de todas partes del continente, descubrió que teinta y seis de ellas creían
que los muertos regresaban en forma de seres humanos; cuarenta y siete, que
lo hacían en forma de animales, y doce, en forma de otras entidades. Los más
civilizados de estos pueblos se inclinaban por la primera creencia.
De entre las tribus
que creían en la reencarnación en forma humana, los zulúes poseían uno de
los credos más avanzados. Dentro del cuerpo habita un alma, y dentro del
alma, una chispa del espíritu universal divino, el I Tongo. Existen siete
grados de hombres, los más elevados y perfectos alcanzan un estado después
de muchas reencarnaciones en los que ha cesado el renacimiento. Habitan en
la Tierra, en formas físicas de su propia elección, y pueden retener o
renunciar a esa forma, según prefieran. El destino final de la humanidad es
la reunificación con el I Tongo.
Algunas tribus
africanas creen que los espíritus ancestrales regresan a sus antiguos
hogares con forma de serpientes; se les ofrece leche y a veces carne, ya sea
porque su presencia demuestra que el antepasado está hambriento, o bien
porque protegerá a quienes viven en el kraal. Hay una creencia china similar
según la cual la visita de una serpiente representa la de un antepasado.
Los betsileo de
Madagascar sostienen que los nobles renacen en forma de boas constrictores,
los plebeyos de buena posición como cocodrilos, y los miembros inferiores de
la tribu como anguilas.
Los africanos, a
diferencia de los hindúes y budistas, consideran la vida como algo feliz, y
la reencarnación como un buen destino. Tienen muy poca idea acerca de un
final del proceso, y, si no pueden tener hijos, lo consideran una maldición
porque eso bloquea el canal del renacimiento. En general, se cree que los
antepasados sólo reaparecen en el seno de sus propias familias.
Océano
Pacífico.
En las vastas
extensiones de Oceanía (las islas del Pacífico, Indonesia, Micronesia,
Melanesia), la creencia en la transmigración de las almas humanas hacia el
mundo animal se halla tan extendida y es tan variada como lo son sus pueblos
y su geografía. Los dyaks de Borneo creen que el alma muere varias veces,
hasta que finalmente se convierte en un insecto o en una planta de la
jungla. Una serie de pueblos de la Melanesia oriental y central creen que
los espíritus viven en el otro mundo durante un tiempo, mueren una segunda
vez allí, y luego regresan en forma de hormigas blancas; otros creen que
después de la segunda muerte, se convierten en una variedad de criaturas.
Los habitantes del
norte de Guinea consideran como sagrados a los monos, las serpientes y los
cocodrilos, porque los creen animados por los espíritus de los muertos. Por
la misma razón, los papuanos y otros nativos de Nueva Guinea no comen
pescado, cerdo o casuario. Los nativos lifu y los isleños de las Salomón les
dicen a sus familiares, después de muertos, qué criaturas animaran sus
almas, para que sus parientes nunca las maten ni les hagan daño.
Los poso alfures de
las Célebes creen que hay tres almas, el principio vital (inosa), el
intelectual (angga) y el elemento divino (tanoana), siendo este último el
que abandona el cuerpo durante el sueño, para desplazarse, y teniendo la
misma naturaleza que muchos animales y plantas.
En Bali, donde el
hinduismo es la religión predominante, se cree que el individuo se reencarna
una y otra vez en la misma familia.
La idea existente
tras el canibalismo, que maduró antiguamente en el Pacífico, pudo haber sido
la absorción de la materia del alma del hombre muerto, y la adición de la
misma a la propia.
Australia.
La creencia en la
reencarnación de los antepasados existe en cada una de las tribus de los
clanes septentrionales de Australia central, y se puede suponer que esa
doctrina fue originalmente universal entre los aborígenes australianos.
Ellos creen que todas las personas vivas son reencarnaciones de los muertos.
Después de la muerte, el alma permanece en las cercanías deambulando por los
estanques, las gargantas y los árboles, como algunas creencias africanas, a
la búsqueda de una mujer a la que puedan pasar para nacer de nuevo. Sólo
pueden nacer en el seno de su propio clan, aunque algunas creencias
contradicen esta idea, como la de que el espíritu de un hombre muerto entra
en su asesino. También es frecuente la reencarnación de los abuelos en sus
nietos.
America.
Los indios tlingit,
del sudeste de Alaska, creen que el alma se reencarna en un nuevo cuerpo
entre sus parientes, y acostumbraban a incinerar a sus muertos. Cuando una
mujer embarazada soñaba con frecuencia con un pariente muerto, se creía que
ese pariente nacería como su hijo. Si se descubría que el bebé tenía una
marca de nacimiento que ya existió en el cuerpo del fallecido, se
consideraba que era la misma persona que había regresado a la Tierra, y al
niño se le daba su mismo nombre. Es posible que los tlingit fueran influidos
por el budismo, y también hay ciertas
semejanzas
superficiales con el hinduismo. Tienen un concepto del karma, aunque no lo
llaman por ese nombre, y esperan que las desgracias sufridas en una vida
puedan disminuir en la otra.
Los esquimales
occidentales de Alaska desarrollaron un sistema de cinco cielos ascendentes,
cada uno de los cuales se alcanzaba después de una encarnación terrenal, con
una purificación gradual y progresiva, hasta la liberación final del ciclo
de renacimiento.
Hubo al menos algunas
docenas de tribus de América del Norte que sostuvieron creencias sobre la
reencarnación, aunque se dice que sólo se formuló una teología coherente en
el noroeste.
La transmigración en
el mundo animal era ampliamente aceptada por los sudamericanos. Los antiguos
mexicanos creían que los príncipes, los nobles, los guerreros caídos en el
combate y las víctimas de los sacrificios, renacían después de haber pasado
una temporada en el paraíso oriental del dios Sol, convertidos en pájaros de
brillante y colorido plumaje, o como nubes o piedras preciosas. Las personas
de condición más baja se convertían en comadrejas, bestias malolientes o
abejas. Las mujeres que morían durante el parto iban al paraíso occidental
del Sol, y podían regresar convertidas en mariposas nocturnas.
Los indios de Nuevo
México creían que un bebé moribundo regresaría, y que si su cuerpo era
enterrado bajo la tierra del hogar, el alma encontraría a la misma familia.
Los incas se
aseguraban el regreso mediante la momificación del cuerpo, de modo que el
alma pudiera regresar a su receptáculo anterior.

El dios hindú Visnú, reencarnado por segunda vez en forma de tortuga. La
creencia en la transmigración de las almas entre hombres y animales sigue
siendo muy común en Oriente.
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