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LA
SEXUALIDAD MASCULINA
Todos los seres humanos deberíamos tener un profundo conocimiento sobre
nuestra naturaleza sexual, pues esta es la fuente suprema de energía que
sostiene la Vida. Nadie debería ignorar este conocimiento, pues todos
estamos llamados a ser “maestros” en materia sexual.
Existe una forma de sexualidad, diferente a la sexualidad ordinaria, que
llena de vitalidad y energía al ser humano, que lo despierta y le aporta
consciencia y sensibilidad. El hombre y la mujer no han sido creados
iguales. La diferencia esencial entre la naturaleza sexual del hombre y de
la mujer se encuentra en sus energías. Éstas producen diferentes sensaciones
y orgasmos, el masculino y el femenino.
Cuando el hombre eyacula, expulsa su esencia/semen fuera de su cuerpo;
cuando la mujer se excita y llega al orgasmo, también ella “eyacula"
internamente determinadas secreciones sexuales, pero éstas permanecen dentro
de su cuerpo. La esencia sexual, tanto la que se encuentra en el semen como
en las secreciones sexuales de la mujer, es una importante “batería” que
acumula energía vital. La esencia sexual es una poderosa fuente de salud e
inmunidad, tanto en los hombres como en las mujeres. En las relaciones
sexuales convencionales, el hombre eyacula cada vez que realiza el coito,
tanto si su pareja ha llegado al orgasmo como si no ha llegado. Este hábito
le va despojando gradualmente de su principal fuente de vitalidad e
inmunidad, dejándolo debilitado y vulnerable a la enfermedad y acortando la
duración de su vida.
Cuando el hombre eyacula tira un verdadero tesoro por tierra. Enseguida
siente el dolor de vivir, un fuerte vacío, no tarda en surgir la sensación
de aislamiento, de agotamiento y un fuerte anhelo de dormir. El hombre se
siente engañado, burlado por la ilusión. Lo cree tomar todo, lo mejor de la
Vida y en realidad lo que hace es perderla. Y es que todo él ha descendido
al nivel de la sexualidad normal. Eyaculando pierde también el equilibrio
que debe haber entre hombre y mujer, pues el hombre debe satisfacer
plenamente a su pareja y no vivir como un saco vacío. Este desnivel es el
principal motivo de la violencia que existe entre los dos sexos, la
principal causa de separación de las parejas. La retención del semen,
realizada de manera apropiada, es para algunos hombres imprescindible y para
todos sumamente beneficiosa para la salud.
La
mujer, a diferencia del hombre, viviendo la sexualidad sin necesidad de
aplicar determinados conocimientos, se fortalece cada vez más. Se llena de
vitalidad gracias a sus propias secreciones orgásmicas y a la asimilación de
la potente esencia/semen que le deposita el hombre.
La
naturaleza diferente del orgasmo femenino y de lo que se conoce como orgasmo
masculino se refleja en las diversas expresiones coloquiales con las que se
describe este momento mágico. El término chino más corriente para referirse
al orgasmo femenino es gao chao, -marea alta-, una gráfica y poética
imagen que proviene de la Naturaleza. Cuando el hombre eyacula, en cambio,
los chinos dicen que ha “perdido su esencia”, que la ha “arrojado”, que ha
sufrido una “fuga de semen” o que se ha "rendido". Si el hombre eyacula
antes de que su compañera haya alcanzado el orgasmo, los chinos dicen que
ella lo ha “matado”. Los franceses describen la eyaculación como una
petite mort, o “pequeña muerte".
Pero
existe una manera de vivir la sexualidad en la que los hombres pueden
obtener un beneficio revitalizador de los impulsos sexuales, en lugar de
hallarse siempre a su merced. En vez de agotar las preciosas reservas de
esencia y de energía, precipitándose en la debilidad, pérdida de vitalidad,
enfermedad, depresión, etc., el sexo puede realizarse de forma que
incremente la vitalidad y el bienestar. El conocimiento que se necesita para
ello se encuentra en la Naturaleza. Si la observamos veremos que el macho se
excita fácilmente, pero también es rápido para retirarse. La hembra se
excita con lentitud, y también es lenta para saciarse. En todo el mundo
animal, incluso entre los insectos, la Naturaleza ha conformado a la hembra
como un elemento superior, incomparablemente mejor equipada para la
supervivencia y la propagación de la especie. Según la “ley de la selva”, el
macho sólo existe para proporcionar la semilla de las futuras generaciones y
proteger el nido mientras la hembra cría a los retoños hasta que alcanzan la
madurez. En los animales, las relaciones sexuales son estacionales y, en
tanto que todas las hembras entran en celo para ser fertilizadas, sólo una
pequeña proporción de los machos más robustos se encarga de esta tarea.
Incluso entre los primates, únicamente los machos más fuertes y dominantes
pueden fertilizar a las hembras, mientras que los más débiles son excluidos
o mantenidos al margen de la manada. En algunas especies de insectos, como
la viuda negra y la mantis religiosa, la naturaleza concede al macho un
brillo aún más fugaz; en el instante en que ha depositado su semilla en la
hembra, ésta se apresura a matarlo y devorarlo como si de un refrigerio
postcoital se tratara.
Sólo
los seres humanos -y algunos de los primates superiores, como el orangután-
sostienen relaciones sexuales durante todo el año, de día o de noche, en
cualquier estación y bajo cualquier clima, y solamente los humanos lo hacen
principalmente por placer antes que por procreación. Sin embargo, el macho
humano, a pesar de su ego superinflado, está sometido a las mismas
limitaciones que la Naturaleza ha impuesto a su género en todas las
especies.
Debido a su potencia sexual natural, la mujer es poseedora de grandes
reservas de energía. De hecho, en todo el mundo, las mujeres suelen vivir
entre cinco y diez años más que los hombres. La mujer precivilizada
disfrutaba de plena libertad sexual y a menudo era totalmente incapaz de
controlar sus impulsos sexuales. Hasta que tales impulsos no fueron
gradualmente sometidos a control mediante unos códigos sociales
estrictamente aplicados, la vida “familiar” que conocemos, creadora de
moldes y cómplice del Poder en la programación de las mentes, no pudo
surgir.
Aunque el hombre asumió el control de la familia, la aldea, la economía, la
religión y el estado, en la cama, debido a la ignorancia, siguió
encontrándose en un nivel inferior al de la mujer. Ningún artificio humano
puede enmascarar o modificar los hechos fundamentales de la Naturaleza. De
ahí que surgiera una profunda contradicción entre la artificial superioridad
social del hombre y su auténtica inferioridad sexual frente a la mujer,
contradicción que dio lugar a esa guerra de los sexos que aún hoy sigue
librándose en muchas alcobas. Esto también explica el profundo miedo y el
rencor que muchos hombres experimentan ante las mujeres, a pesar de la
supuesta “inferioridad” femenina. El típico hombre -macho- es incapaz de
afrontar el hecho de que las mujeres son sexualmente superiores, y no se
atreve a admitir la realidad de su propia e inherente debilidad sexual. Este
lamentable estado de cosas se debe principalmente a la ignorancia sexual y
espiritual. Cualquier hombre inteligente, lo bastante amplio de miras como
para estudiar y reflexionar sobre ello y lo bastante disciplinado como para
practicarlo, descubrirá que una realización sexual adecuada elimina
completamente la desigualdad fundamental que existe entre la potencia sexual
masculina y la femenina. Una adecuada realización sexual posibilita que el
miembro sexual masculino se convierta en un instrumento para toda ocasión,
tan competente como su equivalente femenino, que hombre y mujer hagan el
amor, y no la guerra, al tiempo que la práctica sexual les protege la salud,
les prolonga la vida y les permite, a ambos, disfrutar de múltiples,
profundos y prolongados orgasmos.
Pocas
personas han percibido plenamente cómo la eyaculación masculina debilita al
hombre, pero tampoco se dan cuenta que unas relaciones sexuales apropiadas
mejoran su estado, su nivel de energía vital y el rendimiento en sus
actividades, aún más que si se abstuvieran por completo. Los artistas, los
atletas y los filósofos necesitan unos niveles óptimos de vitalidad física y
mental para lograr sus objetivos, y por eso son más sensibles que la mayoría
de los hombres a la pérdida de semen y de energía vital a través de la
eyaculación. Sin embargo, muchos otros hombres padecen con igual intensidad
las consecuencias de esta pérdida, aunque no llegan a ser plenamente
conscientes de ello. Así, por ejemplo, la tendencia masculina a quedarse
dormido como un tronco después de eyacular es un claro síntoma de
agotamiento. Si el orgasmo en sí fuese tan agotador, también las mujeres
experimentarían el mismo efecto, pero es la pérdida física de semen -no el
orgasmo en si mismo- lo que perjudica al hombre.
El
hombre puede vivenciar múltiples orgasmos, al igual que lo puede
experimentar la mujer, y llenarse de vitalidad. La eyaculación es una cosa y
el orgasmo otra totalmente distinta. Casi ningún hombre conoce en realidad
lo que es el orgasmo. El hombre está convencido de que el punto culminante
de su experiencia sexual, el orgasmo masculino, es la eyaculación y los
pocos segundos que la preceden. Pero es precisamente la eyaculación la que
aparta al hombre del orgasmo verdadero, del éxtasis sexual que lleva a los
niveles de conciencia superiores, cósmicos. La eyaculación para en seco la
experiencia, tanto para él como para ella.
La
eyaculación corta en seco la ascensión hacia el orgasmo masculino y mata el
deseo, ese magnetismo encantado que, en la pareja, debería ser una música
ambiental permanente, incluso fuera de los contactos sexuales concretos. Con
la eyaculación y la desentumescencia del pene, el magnetismo y el hechizo de
la unión hombre/mujer se desvanecen; la pareja se separa para reencontrarse
en una situación lamentable, en la vulgaridad. La existencia se experimenta
entonces como algo triste y trivial.
El
hombre que conserva su semen y vivencia el orgasmo interior suele vivir
apacible, feliz, con buena salud y siempre son ganas de hacer el amor. El
acto sexual sin eyaculación representa también la eliminación de una
tensión, pero sin explosión. Es un placer que se disfruta por un
apaciguamiento y no por violencia, es una fusión voluptuosa, sensual, y
prolongada en algo más amplio y más trascendente que uno mismo. Es una
vivencia de comunión en un Todo, no una separación; es un sentimiento de
unión estrecha y de participación, y no un espasmo individual y solitario
que excluye a la pareja. Todo contacto sexual sin eyaculación es una
“ganancia erótica neta” para la pareja. Cuanto más economiza el hombre su
semen más se incrementa su potencial de deseo y su potencia sexual, hasta
llegar al nivel femenino, y este equilibrio es un factor fundamental de
armonía para la pareja.
En la
experiencia ordinaria, los últimos segundos antes del único movimiento «de
más» que desencadena el espasmo eyaculatorio constituyen el tiempo de máximo
placer masculino. Luego sobreviene el espasmo que termina con todo, para la
decepción de la pareja. Ahora bien, el breve goce eyaculatorio es ya menor
que el del punto límite. La solución es de una gran sencillez: prolongar la
franja última, la más intensa y la más interesante, y para eso inhibir el
espasmo eyaculatorio. El arte consiste acceder al conocimiento que permite
permanecer indefinidamente en el punto límite, la puerta que da acceso al
"paraíso sexual cerebral" y el verdadero orgasmo masculino.
El
hombre realiza su plenitud intercambiando su energía con la energía
femenina, y la sexualidad superior es un intercambio entre las energías
masculinas y las femeninas. Cuando el hombre y la mujer se entregan
libremente a la sexualidad y fluyen en el coito en armonía con la Naturaleza
pueden seguir, durante horas y horas, alimentando y preservando
constantemente su preciosa esencia vital, curando todos los males y
favoreciendo una larga vida. Sin esta armonía básica de las energías
masculinas y femeninas, ni las mejores medicinas ni los más potentes
afrodisiacos servirán de nada. Si las esencias vitales se agotan y se secan
debido a un exceso de emisión o a una completa negligencia, ya no podrán
reavivarse.
Salvo
en el caso de que uno sea un iniciado consumado que haya conseguido dominar
la transmutación de la energía sexual en pura energía espiritual, el
celibato resultará tan perjudicial para la propia salud como los excesos
desordenados. Como seres humanos, no debemos hacer nada que contradiga la
Naturaleza, y abstenerse de las relaciones sexuales va completamente en
contra de la Naturaleza.
Muy
frecuentemente, en la Naturaleza, lo mismo que da vida puede quitarla, y la
manera en la que uno lo utilice depende del conocimiento. Si un hombre posee
conocimiento, cuanto más haga el amor más se beneficiará su salud. Si es
ignorante derrochará su semen y apresurará su viaje hacia la tumba. Sólo el
conocimiento nos enseña cómo utilizar la sexualidad para llegar a la salud,
al bienestar y a la longevidad y no caer en el sufrimiento y en la
perdición.
Cuando la sexualidad es practicada según los principios de la Naturaleza,
más que ser una prueba agotadora, se conviene en una fuente inagotable de
energía. Se convierte en lo que es, en un pozo de aguas vivas que jamás se
seca. Sin embargo, las aguas que brotan del manantial del sexo también puede
“ahogar” cuando se ignora cómo realizar este tipo de sexualidad superior.
Por ello, uno debe investigar, discernir, aprender y obrar adecuadamente.
La
explicación de lo que debe suceder en nuestro plano sutil cuando llevamos a
la práctica esta de esta forma superior de relación sexual la encontrarás en
La alquimia sexual
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