El ser humano vive en
conflicto, en una profunda falta de armonía. Pero es inútil que la mente
trate de buscar una solución para el conflicto en sí. Cuando buscamos una
solución, un modo de disolver el conflicto –y a la par toda la carga de
sufrimiento que conlleva- sólo tratamos de sustituir todo eso colocando en
su lugar una nueva serie de ideas o bien procurando escapar por completo
del conflicto.
Por lo general, se encuentra
una solución al conflicto, una salida, pero no se resuelve el conflicto,
tan sólo se tapa o se desplaza mediante la sustitución de unas
circunstancias ambientales por otras. Pero esto también provocará un
conflicto posterior.
El conflicto es el resultado
del medio que nos rodea, y si examinamos nuestras vidas veremos que éstas
se hallan continuamente deformadas, falseadas, moldeadas por el conflicto.
El medio está moldeando nuestras vidas, y en esta deformación no hay
inteligencia. Podremos vivir inteligentemente únicamente cuando
comprendamos al medio que da origen al conflicto. La mente se halla
atrapada en el conflicto, por esto debemos averiguar la causa del
conflicto en sí, lo cual implica investigar el significado del medio en el
que vivimos.
El medio son las
circunstancias ambientales, las condiciones que han sido impuestas, el
escenario creado por las condiciones económicas, por la dominación, la
explotación y la opresión política, por la religión, por la sociedad, por
las diferencias de clase; el medio son los vecinos, los compañeros, la
familia... El medio, toda esta estructura humana, ha sido creado por los
temores humanos, por los anhelos, las esperanzas, los deseos, los
logros... El ser humano está creando constantemente el medio, y lo hace
conforme a sus fantasías y deseos; continuamente crea nuevas series de
condicionamientos.
El “yo”, el sí mismo, es el
resultado de ese medio. Y el conflicto puede existir únicamente entre el
medio y el resultado de ese medio, el “yo”. Casi nadie se da cuenta de
este conflicto, de esta batalla continua, el conflicto entre el propio
“yo”, que no es sino el resultado, y el medio mismo.
Sólo a través del
sufrimiento, por la intensidad y la agudeza del dolor y de la falta de
armonía, nos volvemos conscientes del conflicto. Pero el sufrimiento no
puede conducir al ser humano a la plenitud, únicamente puede despertar en
la mente una gran intensidad. Y cuando la mente es aguda, comienza a
cuestionar el medio, las condiciones, y en ese cuestionamiento funciona la
inteligencia. Sólo esa inteligencia conduce al ser humano a la integridad
y a la plenitud de la Vida y a conocer el significado que tiene el dolor.
La inteligencia comienza a funcionar por la agudeza del sufrimiento,
cuando la mente y el corazón ya no escapan a través de las numerosas vías
de escape que tan hábilmente nos hemos creado y que, en apariencia, son
razonables y legítimas. Pero, mientras siga habiendo un escape no
afrontamos ni resolvemos el conflicto. Por eso, nuestro sufrimiento sólo
sirve para acumular ignorancia. Pero sólo cuando la inteligencia funciona
plenamente se diluye la causa del conflicto.
Cada vez que el ser humano
necesita comprender el medio en el que vive surge el conflicto. El medio
hace surgir el conflicto, y mientras no comprendamos el medio y nos
limitemos a buscar sustitutos para esas condiciones estaremos evadiendo un
conflicto y cubriéndonos con otro. Pero si en ese sufrimiento agudo que
acompaña al conflicto comenzamos a cuestionarnos el medio en el que
vivimos, la inteligencia funcionará de manera natural y comprenderemos el
verdadero valor de ese medio. Hasta ahora, la mente se ha identificado con
el conflicto, con el medio, con las evasiones y, por ello, con el
sufrimiento –o sea, que decimos “yo sufro”. Mientras que en ese estado de
sufrimiento agudo, en esa intensidad del sufrimiento en la que no hay
escapes, la mente misma se vuelve inteligencia.
En tanto estemos buscando
soluciones, sustituciones, autoridades para la causa de superar al
conflicto y para su alivio, hay identificación de la mente con lo
particular. Mientras que la mente ve e investiga en ese estado de
sufrimiento intenso en el que se han bloqueado las vías de escape,
entonces la inteligencia despierta y funciona natural y espontáneamente.
Pero casi todas las mentes
se han desnaturalizado tanto que no se dan cuenta de que están buscando
soluciones, escapes, mediante sus maravillosas teorías. Razonan
perfectamente, pero su razonamiento se basa en la búsqueda de escapes, y
son por completo inconscientes de todo esto. Son mentes que carecen de
inteligencia, porque cuando hay inteligencia el medio carece de un
verdadero valor, pues nada significa, porque entonces la persona
inteligente está libre de las circunstancias, y funciona en plenitud.
La mente debe descubrir la
causa del conflicto mediante la agudeza del pensamiento y, por
consiguiente, mediante el cuestionamiento de todo lo que el medio ha
establecido respecto de nosotros mismos. Al cuestionar todo ello veremos
que surge la inteligencia, que es espontánea y que no puede ser adquirida
ni cultivada. Ahí se encuentra la semilla de la percepción alerta, de la
que brota la consciencia, la inteligencia y el buen obrar sobre el medio.