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El
sufrimiento.
El sufrimiento nos empuja, como a golpes de bastón, a cuestionarnos sobre
las cosas importantes de la vida, nos obliga a preguntarnos el "por qué"
de las cosas, el por qué de la Vida misma, de Dios, de la muerte (de
nuestra muerte cercana), del amor, de la amistad y de tantas otras cosas.
Y es a
partir de esa interrogación que nos plantea el dolor que maduramos y
empezamos a dar a las cosas su verdadero valor.
Si no fuera
por el sufrimiento nos acomodaríamos en nuestras propias limitaciones
físicas, emocionales y mentales y nos quedaríamos enquistados en nuestros
pensamientos y sentimientos actuales, perdiendo esa perspectiva de las
cosas, mucho más plena, que se nos quiere enseñar a través del dolor.
Podemos
pensar que sería mejor no tener que aprender a base de "palos", pero las
leyes que rigen esta vida parecen ser así.
Así, podemos
darle al sufrimiento una perspectiva totalmente positiva considerando
estas enseñanzas. El resultado de reflexionar en profundidad estos temas y
contrastarlos con la vida de cada día es que de nuestro interior empieza a
surgir el agradecimiento; aprendemos a agradecer todo lo que nos ocurre a
nosotros y a nuestros seres queridos.
También
creemos que las pruebas que nos suceden nos vienen impuestas por alguien
lejano, quizás un dios justiciero e insensible. Nada más lejos de lo que
ocurre en realidad. Todas las circunstancias que componen nuestra vida las
hemos elegido nosotros mismos, con la ayuda de nuestros guías, en el
periodo anterior a nuestro nacimiento en esta tierra. En esta vida no
existe un destino fijo y rígido, que no se pueda cambiar, pero sí que
escribimos en el libro del destino los sucesos que queremos que ocurran
para poder obtener todo el conocimiento posible a esta dolorosa
encarnación.
De esta
forma, por muy duras que sean las circunstancias, damos gracias por la
oportunidad que la vida nos ofrece para poder aprender y nos sentimos
orgullosos de lo valientes que hemos sido al elegir y aceptar las pruebas
y las cargas que la vida nos impone.
¡Ánimo!
***
El problema
principal con respecto al sufrimiento, parece estar en que las personas
tenemos un sentido de los valores que no coincide con los valores que
aparentemente rigen la vida. En nuestro deseo de vivir las cosas
agradables y sentirnos satisfechos y afirmados, seleccionamos
constantemente a las personas y las circunstancias como buenas y
rechazamos las que creemos desagradables o negativas.
Amamos a los
seres que conviven con nosotros porque con ellos tenemos un intercambio
afectivo, vital e intelectual; y entonces quedamos supeditados a estas
personas porque la satisfacción que vivimos en este intercambio la
asociamos tan estrechamente a la imagen de tales personas que para
nosotros se convierte en una necesidad el seguir teniendo esta imagen o
persona junto a nosotros. Y cuando ella desaparece de nuestro horizonte,
de nuestro contacto físico humano, todo nuestro se siente desamparado,
abrumado por esa carencia.
Todo el
problema, pues, del sentido del sufrimiento, de las desgracias, reside en
el hecho de que estamos utilizando la vida y sus circunstancias para
adquirir y poseer una seguridad, una felicidad y un bienestar. Y esto
parece que no es el sentido real de nuestra existencia.
Los seres
humanos no estamos aquí para pasarlo bien, para acumular o para crear una
serie de situaciones agradables en las que el "yo" se afirma y a las que
nos apegamos.
Estamos aquí
para descubrir la realidad, la verdad de lo que es. Si viviéramos
cualquiera de nuestras situaciones de un modo consciente y atento,
descubriríamos que las cosas actúan como estímulos y que respondemos a
estos estímulos y, que esta respuesta nos descubre a nosotros mismos. Es
en esta relación con todas las cosas que podemos conocernos a nosotros
mismos y a lo que nos rodea.
Siempre que
en la vida nos encontramos con dificultades es porque hay algo que hacer.
Hemos de cambiar algo, o bien en relación con el exterior o con nuestro
interior. La adversidad no es algo que que la vida dirige contra nosotros,
no es algo que se nos mande. La adversidad es un modo natural de funcionar
de las cosas que se opone a nuestro modo no natural de ver las cosas. Las
dificultades nos están regalando, si estamos despiertos para verlo, una
lección de verdad, de la verdad; nos obligan a que descubramos que en
nosotros hay algo que funciona mal, algo que está equivocado o que está
poco desarrollado.
***
El palo:
Evitar el sufrimiento.
Para comprender las
relaciones entre el deseo y el sufrimiento debemos establecer una
distinción fundamental entre dolor y sufrimiento. A pesar de que se suele
suponer generalmente que ambas cosas son idénticas, no lo son. El dolor no
se puede evitar. En realidad, tanto el dolor emocional como el físico son
útiles y nos ayudan a sobrevivir. El dolor nos recuerda, de una manera que
no podemos pasar por alto, que debemos ser más cuidadosos. El sufrimiento,
por su parte, es opcional e innecesario, son las ganas de mortificarnos el
que le da vida. Esta distinción puede parecer extraña en un principio.
El dolor es una
reacción física o emocional inmediata. El dolor puede ser ligero o grave
en función de muchos factores, pero nadie puede librarse por completo del
dolor. El sufrimiento es una reacción más compleja y prolongada que puede
acompañar o no al dolor, en función de cómo interprete la persona
lesionada el significado del dolor y de las circunstancias que lo
acompañen. El dolor se puede llevar con resentimiento, con miedo y con
angustia, en cuyo caso equivale a sufrimiento, o se puede llevar con
alegría y con buen ánimo.
La
aflicción, la humillación, el dolor y la muerte.
En la mayoría de
culturas occidentales, hablar de estos temas es tan poco aceptable
socialmente como hablar de las funciones fisiológicas. Pero tanto unas
como otras son parte inevitables de la vida.
El monje y maestro
budista tibetano del siglo XI Milarepa lo expreso así:
Todas las ocupaciones terrenales tienen un final único e inevitable, que
es la aflicción. La adquisición termina en dispersión; la construcción, en
destrucción; las reuniones, en separaciones; los nacimientos, en muertes.
Sabiendo esto, debemos renunciar desde el primer momento a la adquisición
y a la acumulación, a la construcción y a la reunión; y, siguiendo con
fidelidad los mandatos de un guru eminente, dedicarnos a comprender la
Verdad.
El filósofo griego
Epicleto dijo:
No son los
sucesos los que nos inquietan las mentes de los hombres, sino la visión
que ellos tienen de los sucesos".
El problema de que
las cosas salgan mal no es sólo que salgan mal; es cómo nos sentimos
mientras tememos que salgan mal y cómo nos sentimos después de que salgan
mal.
Cuando las cosas
salen mal, el dolor es inevitable. Cuando tememos los diversos modos en
que pueden salir mal las cosas, ese temor también causa dolor. Pero si
nuestra vida está dedicada por completo a la satisfacción de nuestro deseo
de Más, entonces no sólo sentiremos dolor cuando las cosas salen mal.
Sufriremos. Esto se debe a que una vida dedicada a conseguir Más nos
genera ciertas creencias implícitas. Cuando dedicamos nuestra vida a
conseguir Más, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestros
actos habituales giran en torno a la satisfacción de nuestros deseos. Lo
más probable es que se trate de deseos convencionales (más amigos, mayor
influencia, prosperidad o prestigio profesional, etc). Esto no parece
demasiado malo. Pero cuando estos deseos se integran en el tejido de
nuestra vida, de nuestro yo, llegamos a creer inevitablemente que es
necesario
que no fracasemos, que es necesario que nuestros seres queridos no mueran,
que es necesario que la persona amada siempre nos siga amando, que es
necesario que la persona a la que amamos no ame a nosotros, que es
necesario que sigamos sanos y vigorosos, y así sucesivamente.
Inevitablemente, llegamos a creer que la violación de estas esperanzas
constituye una catástrofe, pues con la muerte de estas esperanzas,
sobreviene nuestra muerte interior.
Algunos de los
posibles lectores habrán advertido que las ideas de este último párrafo
recuerdan mucho a las de Albert Ellis, el psicólogo que fue el principal
creador de la terapia racional-emotiva. Su idea fundamental es que el
pensamiento irracional es la causa primaria de los sufrimientos
psicológicos innecesarios. Uno de los pensamientos irracionales que suele
citar es la idea de que el hecho de que nuestros deseos no sean
satisfechos sea una catástrofe. Aunque Ellis y yo compartimos ciertos
principios, no sería correcto llegar a la conclusión de que en este
escrito pretendo presentar los principios racionales-emotivos. Discrepamos
en un par de puntos clave. Ellis mantiene que el deseo de Más es un error
lógico. Yo lo considero instintivo e innato. Ellis mantiene que un
psicoterapeuta hábil puede corregir la mayor parte de los errores lógicos
del pensamiento y aliviar así la mayoría de las manifestaciones del
sufrimiento innecesario. Yo creo que es mucho más difícil oponerse al
deseo de Más. Ellis considera que el deseo de Más es una entre varias
causas importantes del sufrimiento innecesario. Yo considero que es la
causa fundamental del sufrimiento innecesario.
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