EL EMPERADOR.
Carta número IV.
La carta nos habla de una fuerza sobrecogedora. El emperador está sentado
sobre un trono y por sus vestimentas descubrimos su poder y su linaje. Con
semblante serio clava su mirada en el báculo que soporta transmitiéndonos su
valor y su fuerza. Su barba nos hace pensar en su aparente sabiduría. La
palabra clave es paternidad.
Espíritu es la más
alta cualidad de esta carta. Al contrario que la emperatriz cuyos
sentimientos maternales no hablaban de nuestro cuerpo, el emperador
representa nuestras cualidades morales, nuestros ideales espirituales. Todos
tenemos un emperador que nos ayuda a la autosuficiencia, que nos forja la
voluntad de seguir adelante cuando tenemos fe en algo, representa a su vez
nuestro desarrollo educacional por el camino ideal que queremos emprender.
Cuando luchamos por
un ideal, perseguimos un camino espiritual, etc. significa que nuestro padre
interno está latente, pero cuidado, pues la lucha espiritual puede volvernos
intransigentes, fanáticos y ciegos a los sentimientos, a lo que nos ocurre,
a los cambios, al dolor de los demás, por ello aunque el loco debe aprender
ahora los principios morales que regirán su vida para formarse como ser
humano, no debe transgredir la línea de equilibrio espiritual que nos haría
perder el rumbo de nuestra relación con la realidad física y con los demás
seres humanos, así por ellos debe estar abierto al cambio. El emperador
puede compadecerse, ayudar; pero también comportarse con rigidez implacable,
y destruir si no se da cuenta de su comportamiento.
De
este modo la emperatriz y el emperador forman un todo que en equilibrio
transforman la personalidad hacia el encuentro adecuado del espléndido ser
sin sufrimientos ni fracasos que todos llevamos dentro.
EJERCICIOS:
Vamos a buscar dos
fotos de nuestro padre, una que nos guste mucho y otra que no nos guste
nada. Entonces tras un periodo de relajación como a ti te guste escribirás
en tu libreta personal porqué te gusta la foto y por qué no te gusta la
otra. Trata de recordar momentos maravillosos con tu padre, y también
momentos desagradables. ¿Ha cumplido tu padre su función de educador moral
(la moral considerada desde el punto de vista de las fuerzas del espíritu,
no la moral social de las reglas de conducta) y ético? ¿Te ha dotado de
fuerza de voluntad? Pregúntate si no hay una carencia en este sentido dentro
de ti. Analiza si esa parte de tu crecimiento como persona está
perfectamente cubierta o por el contrario flojea. Pregúntate si no eres
demasiado intransigente en tu camino espiritual, en tus ideales.
Pregúntate si no
sería posible cambiar esa parte de ti y perfeccionarla en el caso de que
falle por alguna parte.
Recuerda que no se
trata de incriminar a tu padre, sino de reconocer en ti un posible
desequilibrio, carencia, intransigencia moral, ética, espiritual. ¿Estás
tranquilo cuando piensas sobre ello o hay algo que se mueve en tu interior
que no te guste? Tu tienes la respuesta, y en tu mano está decidir si debes
o no cambiar alguna actitud.
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