Textos IV.
En todos los países de
Europa, y asimismo de América, hay ahora gente que abusa del nombre de
filósofo. Son una especie de espíritus muy estrecha, muy prisionera, muy
encadenada, que quieren aproximadamente lo contrario de lo que está en
nuestras intenciones e instintos, - para no hablar de que, por lo que
respecta a esos filósofos nuevos, que están emergiendo en el
horizonte, ellos tienen que ser ventanas cerradas y puertas con el cerrojo
corrido. Para decirlo pronto y mal, niveladores es lo que son esos
falsamente llamados "espíritus libres" - como esclavos elocuentes y
plumíferos que son del gusto democrático y de sus "ideas modernas": todos
ellos son hombre carentes de soledad, de soledad propia, torpes y bravos
mozos a los que no se les debe negar ni valor ni costumbres respetables,
sólo que son, cabalmente, gente no libre y ridículamente superficial, sobre
todo en su tendencia básica a considerar que las formas de la vieja sociedad
existente hasta hoy son más o menos la causa de toda la miseria y
fracaso humanos: ¡con lo cual la verdad viene a quedar felizmente cabeza
abajo! A lo que ellos querrían aspirar con todas sus fuerzas es a la
universal y verde felicidad -prado del rebaño, llena de seguridad, libre de
peligro, repleta de bienestar y facilidad de vivir para todo el mundo: sus
dos canciones y doctrinas más repetidamente canturreadas se llaman "igualdad
de derechos" y "compasión con todo lo que sufre" -y el sufrimiento mismo es
considerado por ellos como algo que hay que eliminar. Nosotros los
opuestos a ellos, que hemos abierto nuestros ojos y conciencia al problema
de en qué lugar y de qué modo ha venido hasta hoy la planta "hombre"
creciendo de la manera más vigorosa hacia la altura, opinamos que esto ha
ocurrido siempre en condiciones opuestas, opinamos que, para que esto se
realizase, la peligrosidad de su situación tuvo que aumentar antes de manera
gigantesca, que su energía de invención y de simulación (su "espíritu"-)
tuvo que desarrollarse, bajo una presión y una coacción prolongadas, hasta
convertirse en algo sutil y temerario, que su voluntad de vivir tuvo que
identificarse hasta llegar a la voluntad incondicional de poder: -nosotros
opinamos que dureza, violencia, esclavitud, peligro en la calle y en los
corazones, ocultación, estoicismo, arte de tentador y diabluras de toda
especie, que todo lo malvado, terrible, tiránico, todo lo que de animal
rapaz y de serpiente hay en el hombre sirve a la elevación de la especie
"hombre" tanto como su contrario: -y cuando decimos tan sólo eso no decimos
ni siquiera bastante, y, en todo caso, con nuestro hablar y nuestro callar
en este lugar nos encontramos en el otro extremo de toda ideología
moderna y de todos los deseos gregarios.
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¿Quieres marchar, hermano mío, a la soledad? ¿Quieres buscar el camino que
lleva a ti mismo? Detente un poco y escúchame.
«El que busca,
fácilmente se pierde a sí mismo. Todo irse a la soledad es culpa»: así habla
el rebaño. Y tú has formado parte del rebaño durante mucho tiempo.
La voz del rebaño
continuará resonando dentro de ti. Y cuando digas «yo ya no tengo la misma
conciencia que vosotros», eso será un lamento y un dolor.
Mira, aquella conciencia
única dio a luz también ese dolor: y el último resplandor de aquella
conciencia continúa brillando sobre tu tribulación.
Pero ¿tú quieres
recorrer el camino de tu tribulación, que es el camino hacia ti mismo?
¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para hacerlo!
¿Eres tú una nueva
fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda que se mueve
por sí misma? ¿Puedes forzar incluso a las estrellas a que giren a tu
alrededor?
¡Ay, existe tanta ansia
de elevarse! ¡Existen tantas convulsiones de los ambiciosos! ¡Muéstrame que
tú no eres un ansioso ni un ambicioso!
Ay, existen tantos
grandes pensamientos que no hacen más que lo que el fuelle: inflan y vuelven
aún más vacíos.
¿Libre te llamas a ti
mismo? Quiero oír tu pensamiento dominante, y no que has escapado de un
yugo.
¿Eres tú alguien al que
le sea lícito escapar de un yugo? Más de uno hay que arrojó de sí su último
valor al arrojar su servidumbre.
¿Libre de qué? ¡Qué
importa eso a Zaratustra! Tus ojos deben anunciar con claridad: libre para
qué?
¿Puedes prescribirte a
ti mismo tu bien y tu mal, y suspender tu voluntad por encima de ti como una
ley?
¿Puedes ser juez para ti
mismo y vengador de tu ley?
Terrible cosa es
hallarse solo con el juez y vengador de la propia ley. Así es arrojada una
estrella al espacio vacío y al soplo helado de la soledad.
Hoy sufres todavía a
causa de los muchos, tú que eres uno solo: hoy conservas aún todo tu valor y
todas tus esperanzas.
Mas alguna vez la
soledad te fatigará, alguna vez tu orgullo se curvará y tu valor rechinará
los dientes. Alguna vez gritarás «¡estoy solo!»
Alguna vez dejarás de
ver tu altura y contemplarás demasiado cerca tu bajeza; tu sublimidad misma
te aterrorizará como un fantasma. Alguna vez gritarás: « ¡Todo es falso!»
Hay sentimientos que
quieren matar al solitario; ¡si no lo consiguen, ellos mismos tienen que
morir entonces! Mas ¿eres tú capaz de ser asesino?
¿Conoces ya, hermano
mío, la palabra «desprecio»? ¿Y el tormento de tu justicia, de ser justo con
quienes te desprecian?
Tú fuerzas a muchos a
cambiar de doctrina acerca de ti; esto te lo hacen pagar caro. Te
aproximaste a ellos y pasaste de largo: esto no te lo perdonan nunca.
Tú caminas por encima de
ellos; pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la
envidia. El más odiado de todos es, sin embargo, el que vuela.
«¡Cómo vais a ser justos
conmigo! -tienes que decir - yo elijo para mí vuestra injusticia como la
parte que me ha sido asignada».
Injusticia y suciedad
arrojan ellos al solitario: pero, hermano mío, si quieres ser una estrella,
¡no tienes que iluminarlos menos por eso!
¡Y guárdate de los
buenos y justos! Con gusto crucifican a quienes se inventan una virtud para
sí mismos, odian al solitario.
¡Guárdate también de la
santa simplicidad! Para ella no es santo lo que no es simple; también le
gusta jugar con el fuego - con el fuego de las hogueras para quemar seres
humanos.
¡Y guárdate también de
los asaltos de tu amor! Con demasiada prisa tiende el solitario la mano a
aquel con quien se encuentra.
A ciertos hombres no te
es licito darles la mano, sino sólo la pata: y yo quiero que tu pata tenga
también garras.
Pero el peor enemigo con
que puedes encontrarte serás siempre tú mismo; a ti mismo te acechas tú en
las cavernas y en los bosques.
¡Solitario, tú recorres
el camino que lleva a ti mismo! ¡Y tu camino pasa al lado de ti mismo y de
tus siete demonios!
Un hereje serás para ti
mismo, y una bruja y un hechicero y un necio y un escéptico y un impío y un
malvado.
Tienes que querer
consumirte a ti mismo en tu propia llama: ¡cómo te renovarías si antes no te
hubieses convertido en ceniza!
Solitario tu recorres el
camino del creador: ¡con tus siete demonios quieres crearte para ti un Dios!
Solitario, tú recorres
el camino del amante: te amas a ti mismo, y por ello te desprecias como sólo
los amantes saben despreciar.
¡El amante quiere crear
porque desprecia! ¡Qué sabe del amor el que no tuvo que despreciar
precisamente aquello que amaba!
Vete a tu soledad con tu
amor y con tu crear, hermano mío; sólo más tarde te seguirá la justicia
cojeando.
Vete con tus lágrimas a
tu soledad, hermano mío. Yo amo a quien quiere crear por encima de sí mismo,
y por ello perece.
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