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VERDAD Y
SOCIEDAD
La
existencia en este plano físico nos brinda la oportunidad de crecer en
algunos aspectos en los que no podríamos evolucionar sino conviviéramos en
ese entorno. Un ejemplo, es el de las relaciones sociales. Por más que
pretendamos una existencia libre y pura, nunca lo conseguiremos por
completo. La razón es evidente, una mentira universal nos envuelve: la
mentira de las relaciones sociales.
Contra semejante presión exterior no tenemos más defensa que nuestro
discernimiento, así y todo, nos veremos forzosamente obligados en participar
en esta comedia en la cual deberemos formar parte unas veces como
espectadores y otras como actores o comparsas. No nos está permitido
salirnos del teatro, e incluso no es conveniente hacerlo, nuestro progreso y
nuestra estancia aquí solo tendrá sentido y forma si participamos
activamente y aprendemos las lecciones que hemos venido a experimentar.
O de grado o por fuerza hemos de someternos a esa ley que nos impone la
sociedad. Sin embargo, no hemos de someternos voluntariamente a las
exigencias y a los convencionalismos sin tomar nuestras precauciones.
Encargarnos de un papel en la comedia, vestirnos y gesticular como actores,
es una locura que tarde o temprano arruinará nuestra salud corporal y
espiritual.
Sólo la verdad es moral; la mentira es inmoral (la moral interna no la que
debemos observar con nuestros semejantes, ética). La verdad purifica; la
mentira corrompe. La sociedad insensata insiste en engañarse mutuamente. El
continuo embuste que nos imponemos consume, como un veneno lento, todas las
fuerzas vitales y hasta llegamos a encontrar cierta complacencia morbosa en
alimentar con nuestra carne y nuestra sangre el gusano roedor que nos
devora.
Casi nadie se atreve a ser quien es, a vivir su propia vida, y, no
obstante, nuestra salud se funda en el desarrollo libre y espontáneo del
individuo.
Los maestros y algunos filósofos han comprendido perfectamente cuál es la
enfermedad de nuestros tiempos, y han indicado el remedio. Solamente la
Verdad -han dicho- puede salvar al mundo. La Verdad debe permanecer siempre
y en todo lugar con nosotros. La mentira es la causa de nuestra debilidad.
Por el camino que va siguiendo nuestra historia reciente no encontrará más
que oprobio y arrepentimiento, no conseguirá más que enervar y paralizar el
discernimiento interior. Para levantarnos de nuestro abatimiento espiritual
es preciso cobrar ánimo: tengamos el valor para no mentir a los demás ni
engañarnos a nosotros mismos; tengamos fe y fuerza para ser "lo que somos" y
si es preciso, adoptar las medidas para " ser lo que deberíamos ser".
En nuestra alma poseemos tesoros de imaginación y de sentimientos, no los
dejemos sepultados y estériles.
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